Está segura de que a Pablo Escobar Gaviria, el narcotraficante más temido en Colombia, no lo mataron las autoridades. Al contrario, disparó su propia arma sobre su sien; se suicidó antes que la Policía hiciera lo suyo y sacara pecho como sucedió el 2 de diciembre de 1993.
La confesión es de Alba Marina Escobar, una de las hermanas del capo más poderoso de la cocaína en Colombia durante los últimos 20 años, tiempo en que el país aguantó sus secuestros, asesinatos y hasta explosiones con carros bomba que dejaron centenares de muertos.
La mujer, que se dedica a la enseñanza, ha roto su silencio tras 17 años de la muerte de su hermano. En un libro de 402 páginas titulado 'El Otro Pablo', cuenta la historia desconocida de un colombiano cualquiera que desde sus 16 años se enroló en el hurto de carros y terminó convertido en uno de los hombres más buscados por las autoridades internacionales.
El libro, donde insiste en defender a su hermano y demostrar que muchos crímenes no fueron cometidos por él, narra el rostro desconocido de un Escobar Gaviria odiado por muchos y amado por otros.
La idea de contar su otro rostro nació cuando la interrogaron sobre si era la hermana del hombre más buscado. Alba Marina respiró un instante y sin dudarlo respondió: "Hizo muchas cosas malas, pero también muchas cosas buenas. Nunca des por cierto ni por verdad absoluta lo que dice la gente; nunca creas al pie de la letra lo que escriben los periódicos. La verdad existe en el fondo del corazón". Cansada de la mala fama que Escobar conserva pese a estar muerto, Alba Marina no soportó su silencio y empezó a narrar su vida. "Era mi deber narrar la otra vida de Pablo". Alba Marina se convirtió en la confidente de su hermano, su cómplice, como admite en el libro, donde confiesa, entre otras cosas, que guardó cocaína en la taquilla de ciencias naturales de la escuela La Paz de Antioquia, donde trabajaba como docente, para encubrirlo.
De los amores de Escobar escribe: "Victoria (madre de sus dos hijos), era el amor de su vida. La protegía como el más preciado tesoro y nunca hubo nada que lograra cambiar su sentimiento".
Y aclara que Virginia Vallejo, la diva colombiana que hasta hace dos años aseguraba que era el amor de su vida y guardaba los mejores secretos del capo, era solo una de sus tantas amantes que lo cautivó y lo aburrió hasta que desistió de ella enviándola a estudiar cine a los Estados Unidos para poderse librar de sus acosos. "Él se beneficiaba de su imagen. El amor no se mide por los galones de gasolina o el precio de las joyas".
Marina acompañó a Escobar en las épocas de bonanza económica. En la Hacienda Nápoles, en Puerto Triunfo (Antioquia), participó en las rifas familiares de vehículos por subir a un árbol o hacer excentricidades que le gustaban al narcotraficante, mientras él pilotaba sus helicópteros, jugaba con los elefantes, serpientes y con un delfín rosado que mandó traer desde el exterior.
En su campaña a la Cámara de Representantes por Antioquia, también estuvo a su lado. Aunque Pablo terminó abandonándola cuando el entonces senador Rodrigo Lara Bonilla destapó sus negocios del narcotráfico. "Lara huele a muerto", alcanzó a oír la mujer en un sitio donde permanecía Escobar. Días después (30 de abril 1984), el político fue asesinado por sicarios de su hermano que tuvo que huir y refugiarse en una casa del Comité de Cafeteros de Colombia en España. En la toma al Palacio de Justicia el 6 de noviembre de 1985. "Le pregunté cómo iba la lucha por la extradición (problema que más le afectaba) y dijo que estaba a punto de solucionarse porque esa semana iban a ser eliminados todos los procesos judiciales en su contra", menciona.
Escobar, con ayuda de la ex guerrilla M-19, penetró en el Palacio de Justicia para borrar los expedientes y se tropezaron con un Ejército que terminó originando un incendio y una toma voraz que segó la vida de magistrados, estudiantes y personas que allí se encontraban. "Pablo Escobar apoyó la campaña del presidente de Colombia Belisario Betancourt, le mandó a pintar aviones de azul en su campaña, le hizo propaganda política. En las calles solo se escuchaba: "Pase la voz
El Patrón manda a decir que voten por Belisario", denuncia.
Sin embargo, el narcotraficante murió odiándolo porque lo traicionó. Cuando llegó al poder, Betancourt, se dedicó a perseguirlo con la amenaza de extraditarlo hacía Estados Unidos. La confidente de Escobar insiste en que la bomba instalada en La Plaza de Toros La Macarena, Antioquia, en 1991 no fue obra de Escobar. "Muchas bombas no las puso Pablo. La del DAS, Drogas La Rebaja sí fueron mandadas por él".
En el libro narra detalles del homosexualismo de Carlos Leder, otro narcotraficante amigo del capo, de la mansión que construyó como cárcel cuando se entregó al Gobierno y de la que escapó, además de sus deseos de morir, cansado de una persecución no solo de las autoridades sino de los 'Pepes', narcotraficantes enemigos.
Lo mismo que sus ambiciones por ser doctor en leyes con carro propio, su negocio de falsificar diplomas con sellos falsos y graduar a sus amigos y la herencia que Escobar heredó de su abuelo, quien contrabandeaba licor escondido en ataúdes.
Alba Marina no lo dejó solo y asegura no se arrepiente, pese a que sigue siendo perseguida "porque ellos (enemigos del delincuente), no quieren dejar nada vivo que huela a Pablo".
Gran cantidad de sus pertenencias se perdieron, las tomó el Estado, expresa. Ni siquiera la espada de acero de Simón Bolívar que le regaló al narcotraficante el M- 19 está en su poder. "Este es mi Pablo: el otro Pablo", concluye en su libro.
1 comentario:
hihihi
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