miércoles, julio 01, 2015

LA TRANSICION






Por Carlos Blanco

Cuando Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado plantearon el Acuerdo Nacional para la Transición, no faltó el desacuerdo, el prejuicio y la descalificación. Por su parte, los voceros del régimen, con ciertas manifestaciones de pánico, asociaron como de costumbre tal planteamiento a la idea de un golpe. El tiempo ha hecho su oficio y hoy en día hasta los más prejuiciados admiten aunque sólo sea en sus conciliábulos que se está en transición.

Hay transición, porque dentro del régimen se busca un reacomodo de fuerzas. El correo de las brujas transmite la noticia de las fuerzas emergentes que intentan condicionar lo que hace o deja de hacer Maduro, o que pudieran eventualmente sustituirlo con un nuevo elenco rojo. 

El papel estelar que ha asumido Diosdado Cabello no sólo está ligado a su defensa sino que ahora define la política del régimen más allá del ámbito doméstico. 

El general Miguel Rodríguez Torres también parece andar en la línea de promover la reestructuración del régimen con la bandera de la eliminación de los colectivos armados paramilitares, aunque no las tiene todas consigo por haber sido el autor de la brutal represión de 2014. 

Maduro, por su lado, se desliza en el tobogán del desamparo, cuando se ha convertido en el culpable de todo, tanto para opositores como para chavistas, aunque no deja de resultar notable la zanganería de quienes absuelven a Chávez para condenar a Maduro. 

Esta descomposición interna del régimen también se expresa en las sucesivas caídas de Jorge Giordani y del grupo de izquierda que lo acompañaba, así como la de Rafael Ramírez y su corte de querubines, diestros en exuberantes juegos contables.

Hasta el machete de Negro Primero sabe que el proceso está enderezado hacia un cambio inevitable. Si es rojo, azul o morado, nadie lo puede predecir, pero de que viene, viene.

El solo anuncio de las elecciones es un catalizador del proceso. A precios de hoy el régimen vuelve –como otras veces- a estar en minoría, pero –a diferencia de otras veces- todo el mundo lo sabe y lo admite. 

A precios de hoy lo que viene es una rotunda victoria opositora y el régimen sólo se ve con probabilidades de ganar mediante un colosal fraude. No es de negar que la magia de medidas populistas pueda tener algún efecto, pero hoy se ven como difíciles dada la crisis económica.

La perspectiva electoral acelera la transición hacia la democracia. Por eso es tan importante derrotar políticamente al régimen antes –impidiéndole el fraude y el ventajismo- para poderlo derrotar electoralmente.

lunes, junio 29, 2015

MUJICA Y CHAVEZ





En uno de los momentos más tensos de las relaciones entre Colombia y Venezuela, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, le ofreció al país bolivariano todo su apoyo en caso de que se desatara un conflicto bélico entre ambas naciones.
Eso fue al menos lo que le contó Hugo Chávez al expresidente de Uruguay José ‘Pepe’ Mujica, según cuenta un nuevo libro escrito por dos periodistas uruguayos, en el que narran anécdotas y secretos de la carrera política del expresidente charrúa.
Chávez, uno de los líderes regionales más cercanos a Mujica, le contó que cuando Venezuela tuvo un conflicto importante con los colombianos por un motivo limítrofe, Putin se ofreció a ayudarlo. Rusia era uno de los principales abastecedores de armas de Venezuela, y Putin le detalló a Chávez todo el arsenal con el que contaban los colombianos, especialmente los más de doscientos helicópteros de guerra, y cuál era la mejor forma de contrarrestarlo.
“Cuente con mi asesoramiento para lo que necesite”, le dijo, y acto seguido le recomendó “las adquisiciones que debería hacer el Gobierno venezolano para un eventual conflicto armado, que al final no ocurrió”, dice en uno de sus pasajes.
Titulado ‘Una oveja negra al poder’, el libro fue escrito por Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, dos periodistas que llevan casi 20 años reportando sobre el líder de izquierda y fueron muy cercanos a él durante sus años en la presidencia.
En el libro, los periodistas presentan detalles, a veces muy íntimos, de la relación entre Mujica y otros líderes regionales. Entre ellos, el presidente colombiano, Juan Manuel Santos; el mandatario de Venezuela, Hugo Chávez; el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, la mandataria de Argentina, Cristina Fernández, y los hermanos Castro, en Cuba.
Según los autores, Mujica le apostó duro al proceso de paz con las Farc, viajando primero al Vaticano para pedir al papa Francisco que intercediera y luego a Cuba, donde se reunió en varias ocasiones con líderes de las Farc para decirles que la paz era el único camino viable.
En la narración, los periodistas explican que el expresidente uruguayo –que en su juventud militó con el grupo guerrillero Los Tupamaros– actuaba con autorización de Santos y que se reunió con él en dos ocasiones para informarle sobre sus reuniones.
El papel por la paz de Colombia –dice el libro– le abrió otros espacios como mediador internacional, y mencionan cómo empujó el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, en reuniones con Fidel Castro y el presidente Barack Obama.
El texto dedica un buen segmento a la relación entre Mujica y Chávez. Si bien sostiene que eran cercanos y se consideraban amigos, Mujica siempre le dijo a Chávez que no compartía su modelo de socialismo, pues a su juicio conducía a un fracaso seguro.
“De Chávez valora que sacó a muchos venezolanos de la pobreza. Pero, para Mujica, eso no es el socialismo. Ni parecido. Es la forma más larga de terminar en el capitalismo”, le decía a su amigo Hugo, que respondía riendo. “Esto es creer o reventar”, le contestaba Chávez. “Mujica no creyó, Chávez murió a los pocos años y Venezuela sigue su dudoso experimento”, sostiene el libro.
En otro pasaje citan a Mujica diciendo: “Le advertí desde el principio, cuando asumió la presidencia de Venezuela, que no iba a construir el socialismo. Y no construyó un carajo”.
Del actual presidente Nicolás Maduro, el exmandatario uruguayo dice que, no obstante estar bien formado, se equivocó al tratar de emular a Chávez en lugar de desarrollar su propia personalidad política.
El libro también habla del desencanto de Mujica con el comunismo y con la Cuba que muchos, entre ellos él, idealizaron durante las décadas de los 60 y 70.
“Mujica –dicen en el relato– llegó a la presidencia lejos del discurso de los socialistas del siglo XXI y de los comunistas del siglo XX. Sentía aprecio por ellos, pero no comulgaba en la práctica. Cuba era como una “vieja novia” de la adolescencia, a la que veía desmejorada con los años.
Aunque siempre destacó la dignidad de la isla caribeña, no tiene miedo de hablar de su fracaso. En una de sus visitas (a Cuba), sentado en La Bodeguita del Medio, en pleno centro de La Habana, les dijo a jerarcas del Gobierno que el problema es que en Cuba “todos tienen empleo” y que por eso nadie arriesga nada.
“Por más mierda que sea el capitalismo, es el que ayuda a crecer”, argumentó entre mojitos. Intentó convencerlos de que fueran hacia algo distinto porque nunca creyó en el modelo cubano”, puntualiza.

PINTORES Y MAS PINTORES

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LA GALERIA DE PINTORES, ES UNA MARAVILLA......


domingo, junio 28, 2015

TOTALITARISMO 2.0






Por Andrei Kolesnikov

Totalitarismo 2.0

MOSCÚ - En su Libro de 1970, Salida, Voz y Lealtad, Albert Hirschman considera las tres opciones que tienen las personas para responder a la insatisfacción con organizaciones, empresas, y afirma: que pueden salir,  demandar un cambio, o conceder o sea ser leal. 

En los 45 años posteriores a la publicación de su libro, las sugerencias de Hirschman se ha aplicado de forma útil en una muy amplia gama de contextos. Del mismo modo, usándolo para entender la política rusa actual nos da importantes pistas.

En los años 2011-2012, muchas de las personas bien educados,  o sea los ciudadanos rusos demócratas salieron a las calles para exigir democracia real, con la esperanza de utilizar su "Voz" para cambiar el sistema desde dentro. Pero Vladimir Putin, que había recibido un mandato electoral abrumador para volver a la presidencia para un tercer mandato, no estaba escuchando esos reclamos; y en cambio, intensificó la represión.

Así que, cuando Putin invadió y anexó Crimea el año pasado, los disidentes abiertos o latentes tenían dos opciones :  la "Salida" (emigrar o retirarse a la vida privada) o expresar su "Lealtad" al régimen. 

Con los índices de aprobación de Putin superior al 80%, parece que la mayoría de los rusos han optado por esta última opción, es decir la "lealtad".

Pero, al igual que en la Unión Soviética, esta mayoría "leal" incluye una gran parte de gente cínica - por no hablar de la gente que prefiere retirarse de la vida civil - que se quedan para debatir la política en la mesa de la cocina o en los clubes de discusión. 

Mientras tanto, algunos expertos económicos y políticos crean comunidades informales para desarrollar planes de trabajo para posibles reformas, en caso de que el actual régimen se derrumba.

También están surgiendo otras similitudes con la época soviética. Cada vez más, el apoyo pasivo para Putin y sus políticas ya no es suficiente; el régimen exige expresiones de aprobación incondicional para la imposición de las reglas de conducta aprobado por el gobierno.

Esto recuerda la observación del politólogo estadounidense Zbigniew Brzezinski en la década de 1950 al afirmar que los regímenes totalitarios (en contraste con los regímenes autoritarios) imponen prohibiciones yla participación de los ciudadanos. 

Ellendea Proffer Teasley se hace eco de este punto de vista en su libro de memorias, comentando que los sistemas totalitarios requieren no sólo la obediencia, sino también la participación.

¿Qué significa esto para la imprescindible Rusia contemporánea? Su coche - por ejemplo, un Mercedes, - debe lucir una cinta de San Jorge,  o sea un símbolo de nuevo cuño de la victoria de Rusia en la Segunda Guerra Mundial. 

Cualquier persona en el ejército, y de  los servicios especiales, se le aplican la ley que no deben viajar fuera del país, mientras que los profesores de varias universidades públicas deben solicitar permiso para asistir a seminarios y conferencias en el extranjero. Los maestros deben poner Crimea en el mapa de Rusia, y los empleados de las empresas estatales están obligados a participar en manifestaciones a favor del gobierno.

Negarse a cumplir con esas demandas podría tener graves consecuencias, tal como se hizo en la era soviética. Como observa Proffer, Brodsky trató la "rebelión contra la cultura de" nosotros ", creer que "un hombre que no piensa por sí mismo, un hombre que va junto con el grupo, es parte de la estructura del mal" del totalitarismo - y fue exiliado de la Unión Soviética en 1972. Putin no es probable que sea más complaciente sobre esto.

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Hace quince años, cuando yo era un columnista del diario Izvestia, el principal periódico de Rusia en ese momento, escribí un artículo comparando el orden político que emergía bajo Putin al régimen de Mussolini en Italia. El artículo no se imprimió - pues el editor pensó que esa comparación que establecí eran demasiado dura. Por desgracia, mi predicción se ha confirmado: Putin ha construido una versión modernizada del Estado Corporativista, adhiriéndose casi perfectamente con la fórmula de Mussolini: "todo dentro del Estado; nada fuera del Estado; nada contra el Estado ".

Aunque la Constitución de Rusia establece un sistema político con todas las características de la democracia, el régimen de Putin manipula y distorsiona casi irreconocible para consolidar su poder. Utiliza los medios de comunicación como una herramienta de propaganda, lo que conduce a que pocas diarios independientes estén al borde de la extinción.  El Gobierno de Putin controla la mayoría de las organizaciones de la sociedad civil, mientras que el etiquetado de los que no controla son llamados  "agentes extranjeros".

Tal vez lo más flagrante del Estado ruso bajo Putin es obligar a la movilización política de los ciudadanos, mediante la interpretación de que la no participación se considera como la resistencia al régimen. En este contexto, la opción de Hirschman llamada "Salida" - al menos en la forma de "emigración interior" - no puede ser tan fácilmente disponible como podría parecer; pues sería, después de todo, ser fácil de interpretar esta medida como de resistencia.

Sin duda, los ciudadanos rusos todavía pueden mantener su  l libertad para salir del país, lo que significa que Putin no ha construido un estado completamente totalitaria - al menos no todavía. 

Pero las ambiciones del régimen no se puede negar. Tal vez el enfoque del régimen actual puede ser mejor descrito como "totalitarismo híbrido."

La experta política Hannah Arendt escribió que, en virtud de los regímenes totalitarios, el Estado es la fuerza que sólo se conforma para someter a la sociedad. Putin no ha llegado todavía allí, pero ciertamente está moviéndose en esa dirección. 

La historia nos ofrece buenas razones para desconfiar de un país en que la "Lealtad " es la UNICA OPCION.