martes, marzo 01, 2016

LOS BACHAQUEROS








La escasez de alimentos, medicinas o productos para el aseo personal y del hogar que padece Venezuela desde hace unos años ha generado nuevos "empleos" en el país, que se nutren de la crisis para especular con ella.

Son los conocidos como "bachaqueros" (en alusión a los bachacos, unas hormigas "culonas" típicas de la región) que compran productos al "precio justo" subvencionado establecido por el Gobierno, para revenderlos mucho más caros en el mercado ilegal.

Según un estudio de la encuestadora privada Datanálisis, el 60 por ciento de los ciudadanos que hacen desde la madrugada largas colas en las afueras de los mercados se dedican a la reventa de productos regulados, una actividad que se penaliza con multas y hasta tres años de prisión.

"Bachaquear es ilegal pero también debe serlo tener al pueblo pasando hambre", dijo a Efe María Pérez (nombre ficticio a petición propia), quien desde hace un año distribuye productos de primera necesidad a las oficinas en las que trabaja como empleada de servicio.

Ella asegura que su actividad, con la que triplica los ingresos de su labor formal, no perjudica a nadie. "Al contrario, (los compradores) comen porque les traigo leche, azúcar... ellos no pueden escaparse para hacer cola", afirma.

Casi como un ritual, los lunes y sábados acude en la madrugada a adquirir su mercancía; esos días pueden comprar quienes, como ella, tienen cédulas de identidad terminadas en cero, según la regulación implementada por el Estado para acabar con "el contrabando y el acaparamiento" a los que achaca la escasez.

Algunos hacen filas sin saber qué podrán comprar pero María va informada por empleados de los centros de distribución.

"Me escriben si va a llegar harina, champú, detergente (...) no cobran por el dato pero les tienes que dejar algo (dinero o productos) para que sigan soplando (informando)" explicó.

Los contactos no pueden hacer más que informar, por lo que la cola en la que a veces pasan "hasta seis horas" solo sirve para adquirir dos productos por rubro.

"No venden más de dos margarinas, por ejemplo, porque lo tienen prohibido, los pueden botar", detalló María.

Para burlar las regulaciones, que incluyen además máquinas lectoras de huellas dactilares que identifican al usuario y evitan que compre el mismo rubro dos veces a la semana, algunos falsifican documentos de identidad.

"Los que tienen varias cédulas pueden comprar varios días, yo no", dijo María, quien no sustituiría su trabajo con este oficio pues eso sería, señaló, "pan para hoy y hambre para mañana".

"Cada día es más difícil conseguir las cosas, no sé cómo van a hacer los que dejaron sus trabajos por esto", advirtió.

Otras labores han surgido con la escasez: unos venden lugares en las colas a cambio de dinero o productos que no puedan adquirir porque "no les toca" y otros cobran por cuidar las bolsas de otras compras mientras los "bachaqueros" ingresan a abastecerse.

"Cobran 50 bolívares (0,25 dólares a la tasa oficial de cambio más alta) por bolsa", relata María, quien lamenta haber pagado hasta 400 bolívares (o 2 dólares) para que le cuiden la mercancía mientras hacía fila en vano: "cuando llegué (a la caja) se había acabado todo".

Podría haber llegado antes recurriendo a un método que "como madre jamás aceptaría", asegura.

Sus vecinas alquilan a sus bebés a quienes deseen hacer la cola "preferencial" que por ser para ancianos, discapacitados y mujeres embarazadas o con bebés, es más corta.

Las cosas que adquiere las vende "enseguida": pañales desechables, toallas sanitarias, leche y harina son los productos con más demanda.

"Puedes vivir sin azúcar, pero cómo le dices a tu chamo (niño) que no hay pañales o leche para el tetero (biberón)", cuestionó.

Desesperados, algunos recurren a "bachaqueros a domicilio" como María, a "bachaqueros" que venden en improvisados negocios ambulantes expuestos a una intervención y el decomiso de la mercancía por parte de las autoridades, e incluso a "bachaqueros 2.0", como denomina el Gobierno a quienes revenden por internet.

La ley prohíbe la venta de productos regulados en sitios web y establece a los infractores las mismas penas que para quienes son detenidos con abundante mercancía.

Funcionarios de la alcaldía de Puerto Cabello, en el céntrico estado Carabobo, detuvieron, tras fingir ser compradores, a personas que incurrieron en el delito y los castigaron con jornadas de trabajo comunitario.

El alcalde de la entidad, Rafaél Lacava, les calificó como una "plaga" que distorsiona la economía.

Los "bachaqueros" revenden a veces los productos a más de 10 veces de su precio regulado. La harina de maíz, necesaria para las típicas arepas venezolanas, valorada en 20 bolívares (0,1 dólar), se cotiza en el mercado negro hasta en 500 bolívares (2,5 dólares).

Es por ello que algunos se niegan a comprar a los "especuladores", a los que responsabilizan en parte de la escasez de algunos productos. 

lunes, febrero 29, 2016

Jim Yong Kim del Banco Mundial nos dice







Nos encontramos en medio de la mayor revolución de la información y las comunicaciones de la historia de la humanidad. Más del 40 % de la población mundial tiene acceso a Internet, y todos los días se suman nuevos usuarios. Asimismo, en casi 7 de cada 10 hogares ubicados en el 20 % más pobre hay un teléfono celular. Es más probable que los hogares más pobres tengan acceso a la telefonía celular que a un inodoro o al agua potable. Debemos aprovechar este vertiginoso cambio tecnológico para lograr un mundo más próspero e inclusivo. 

En este informe se señala que son los desafíos tradicionales del desarrollo los que impiden que la revolución digital despliegue todo su potencial transformador. Para muchas personas, la actual expansión del acceso a las tecnologías digitales amplía las opciones disponibles y facilita diversas actividades. A través de la inclusión, la eficiencia y la innovación, el acceso a estas tecnologías brinda oportunidades que antes estaban fuera del alcance de los pobres y de los sectores desfavorecidos. 

En Kenya, por ejemplo, el costo de enviar remesas se redujo hasta en un 90  % después de la introducción del sistema de pagos digitales M-Pesa. Las nuevas tecnologías facilitan la participación de las mujeres en el mercado laboral, ya sea como emprendedoras en el área del comercio electrónico, en trabajos en línea o en la tercerización de los procesos operativos. 

Los 1000 millones de personas discapacitadas de todo el mundo (el 80 % de las cuales habita en países en desarrollo) pueden llevar vidas más productivas con la ayuda de herramientas de comunicación por texto, voz o videos. Asimismo, los sistemas de identificación digital pueden ampliar el acceso a los servicios públicos y privados para los 2400 millones de personas que carecen de documentos de identificación formales, como las partidas de nacimiento. 

Si bien esto representa un gran avance, aún son muchos los que quedan relegados porque no tienen acceso a las tecnologías digitales. Quienes viven en la pobreza extrema son los que más beneficios pueden obtener con una mejora en las comunicaciones y con la ampliación en el acceso a la información. 

Casi 6000 millones de personas no tienen Internet de alta velocidad, por lo que no pueden participar plenamente en la economía digital. Para lograr el acceso universal a estas tecnologías, debemos invertir en infraestructura e implementar reformas que generen mayor competencia en los mercados de las telecomunicaciones, promuevan las asociaciones público/privadas y den como resultado una regulación eficaz. 

En nuestro informe se concluye que no será posible hacer realidad todos los beneficios de la transformación de la información y las comunicaciones a menos que los países continúen mejorando el clima para los negocios, invirtiendo en la educación y la salud de su población y promoviendo un buen gobierno. 

En los países donde estos elementos fundamentales son poco sólidos, las tecnologías digitales no han logrado impulsar la productividad ni reducir la desigualdad. Por el contrario, los países que complementan las inversiones en tecnología con reformas económicas más amplias obtienen dividendos digitales en la forma de mayor crecimiento, más empleo y mejores servicios. 

El Grupo del Banco Mundial está preparado para ayudar a los países a trabajar en pos de estas prioridades. Ya estamos colaborando con nuestros clientes para promover entornos empresariales competitivos, incrementar la rendición de cuentas y mejorar los sistemas educativos y de capacitación a fin de preparar a la población para los empleos del futuro. 

Si bien los usuarios de todo el mundo realizan cada día más de 4000 millones de búsquedas en Google, aún hay 4000 millones de personas que no tienen acceso a Internet. Las conclusiones de nuestro informe deberían ser tenidas en cuenta por todos los que trabajan para poner fin a la pobreza e impulsar la prosperidad compartida. El mayor auge de la información y las comunicaciones de toda la historia no resultará verdaderamente revolucionario hasta que sus beneficios lleguen a todas las personas, en todo el mundo. Jim Yong Kim, Grupo del Banco Mundial

domingo, febrero 28, 2016

CHINA Y SUS PROBLEMAS




Por Moises Naim
En mi anterior columna describí las dificultades económicas por las que atraviesa China. El menor crecimiento económico en 25 años, la masiva fuga de capitales, inmensas deudas imposibles de cobrar y una fuerte caída de la Bolsa de valores son algunos de los síntomas de que la economía del gigante asiático no anda bien. Las convulsiones macroeconómicas siempre generan turbulencias en otros ámbitos. A continuación, algunos de los raros microacontecimientos, que tienen macro-implicaciones para China, su Gobierno, su población e, inevitablemente, para todos nosotros.
El Partido Comunista reprime a la clase obrera. En enero de 2011 hubo ocho paros laborales en China. Este enero, 503. De acuerdo con el Boletín Laboral chino, en 2015 hubo 2.774 huelgas, el doble que en 2014. El aumento de la conflictividad ha llevado al Gobierno a reprimir fuertemente a los líderes de los trabajadores. Los observadores internacionales han alertado de que, si bien las organizaciones laborales chinas siempre han sufrido ataques sistemáticos y presiones del Gobierno (auditorías fiscales, violencia mafiosa, acosos policiales), la represión ha arreciado. Como señala un artículo en The Washington Post, el régimen parece decidido a acabar con el activismo laboral para siempre. “Es una cruel ironía que el Partido Comunista reprima a los trabajadores”, concluye.
Empresarios que se evaporan. A Guo Guangchang le llaman el Warren Buffet chino. Es un billonario que controla la empresa privada más grande de China, Fosun. En diciembre pasado, Guo desapareció. Se dijo que estaba “colaborando con ciertas investigaciones de las autoridades”. Días después, y sin mayores explicaciones, reapareció dirigiendo la asamblea de accionistas de Fosun.
A Yang Zezhu, uno de los más conocidos líderes del sector financiero chino, le fue mucho peor que a Guo. En enero, se tiró por una ventana. Dejó una nota explicando que su suicidio se debía a que el organismo disciplinario del Partido Comunista lo estaba investigando por “razones personales”. Estos son solo dos ejemplos de un sorprendente número de importantes empresarios que han “desaparecido”, han dimitido súbitamente, han emigrado o han sido detenidos. La lista incluye a lo más granado del sector empresarial. Se sabe que una de las prioridades del presidente Xi Jinping es la lucha contra la corrupción. Y la desaparición y detención de empresarios es, sin duda, una manifestación de esta cruzada. Pero igualmente refleja que la lucha anticorrupción sirve también para eliminar posibles rivales y consolidar el poder.
Los libros también desaparecen… Me refiero a los libros de contabilidad. Hace poco, la policía tuvo que usar dos retroexcavadoras para extraer de un hueco muy profundo 1.200 libros con la contabilidad de uno de los fraudes financieros más grandes de China. Ding Ning, de 34 años, es el fundador de Ezubao, una de las casas de inversión más conocidas. La empresa prometía un 15% de rendimiento anual a quienes depositaran allí su dinero. Así lo hicieron 900.000 personas. Y perdieron 7.600 millones de dólares que, según se sabe ahora, Ding usó para fines propios. El de Ezubao es el más grande y visible de los fraudes que plagan al sector financiero chino. Pero no es el único.
Y editores, libreros y escritores… El editor Lee Bo, de 65 años, ciudadano británico con residencia en Hong Kong, también se desvaneció en diciembre. Su esposa denunció a la policía que Lee había sido secuestrado y llevado a Pekín. Unos días después retiró la denuncia y explicó que su marido había viajado voluntariamente para ayudar a la policía china en una investigación. Otras cuatro personas asociadas a la editorial de Lee están desaparecidas desde el año pasado. Pequeño detalle: la empresa es conocida por publicar libros que son críticos con los dirigentes chinos.
Otro editor, Yiu Man, de 73 años, ultimaba la publicación de El Padrino Xi Jinping, un libro crítico escrito por el disidente Yu Jie. Pero no pudo publicarlo porque fue condenado a 10 años de prisión. ¿Su crimen? El Gobierno lo acusó de haber llevado unos bidones de pintura industrial desde Hong Kong a Shenzhen sin pagar aranceles. Naturalmente, la represión a los editores hace que los libros críticos desaparezcan y sus autores se exilien, se escondan o dejen de escribir.
Y las palabras y los números. El profesor Frank Fukuyama acaba de identificar las palabras que desaparecieron de la edición china de su último libro. Entre otras: “Mao”, “las protestas en Tiananmen”, “la gran hambruna”, “corrupción” y “el imperio de la ley”. También hay una larguísima lista de palabras que no aparecen en los buscadores de Internet o que se borran al ser escritas en redes sociales. También se han desvanecido datos estadísticos indispensables para evaluar la situación económica. Otros han sido claramente adulterados.
En resumen: censura, propaganda, ocultamiento de información, hostigamiento, encarcelamiento de disidentes, activistas, empresarios y quienquiera que proteste contra el régimen. Estas son algunas de las respuestas de Pekín a las consecuencias sociales y políticas de su crisis económica. Los gobiernos suelen agravar las crisis con sus reacciones. Este es un ejemplo.
Twitter @moisesnaim

LUIS VICENTE LEON




Es obvio que hay una crisis de grandes dimensiones en Venezuela y va a empeorar. No se trata de una proyección astrológica. Es más simple que mirar las estrellas. El modelo de intervencionismo y la caída severa en el precio del petróleo explican la crisis. El gobierno, lejos de girar hacia la racionalización de su modelo, decidió tirarse por el barranco de la profundización de su error. Por el lado del petróleo, si bien las proyecciones son un poco más alentadoras hacia el final del año, el 2016 seguirá signado por una caída estrepitosa de los ingresos.  La crisis continuará acentuándose y la gente se hará cada vez más sensible, aumentando los riesgos de explosión social. 
Estoy hablando de una sociedad que se expresa diariamente de manera espontanea. La protesta en las colas de los supermercados. Los habitantes de un pueblo que trancan una calle por la inseguridad, mientras los de otros pueblos y ciudades lo hacen por la falta de agua, electricidad, alimentos y medicinas. Los taxistas enfurecidos por el asesinato de un compañero. Los obreros que manifiestan por la caída de sus salarios reales o por la ausencia de materia prima en las empresas donde trabajan. 
Los estudiantes que se unen a sus profesores en una marcha por el presupuesto universitario. Los familiares de un enfermo que explotan en un hospital porque no lo atienden debido a la falta de insumos, medicinas y médicos. Las protestas de los presos por el hacinamiento y las condiciones carcelarias o, mucho menos convencionales, los pranes y sus panas protestando la pérdida de un compañero, disparando al aire para mostrar su arsenal.
 ¿A dónde va toda esa energía?  Algunos piensan que a una explosión social como el Caracazo, que de manera espontanea o inducida, pondrá al país en conflicto. Los más duros creen que, ante la negativa evidente del gobierno de buscar soluciones racionales, negociadas y democráticas, esa será la única vía para lograr un cambio de gobierno. Otros, como yo, somos más escépticos. 
Primero, porque no luce obvio que esos eventos focalizados, que hemos mencionado, se articulen y segundo porque si lo hicieran, hay altas probabilidades de que sea un evento anárquico, en un ambiente donde la oposición convencional no tiene la organización ni el liderazgo para capitalizarlo y podría terminar más bien en manos del propio gobierno, que lo reprime y controla a su favor o en la de otros actores que si tienen la fuerza, la organización y las armas para capitalizarlo, usualmente autócratas de los que ha estado llena la historia. Los argentinos lo vivieron con su sucesión de gorilas.  La bolivianos llegaron a tener varios presidentes por semana. La primavera árabe se ha convertido en inestabilidad y descontrol.
En el medio de esta crisis económica, que amenaza con convertirse también en una crisis social, es normal que la oposición quiera acompañar a la gente en su drama. Que desee interpretar sus deseos de cambio. Que más allá de los bloqueadores gigantes que representa el control institucional del gobierno, ofrezca buscar salidas constitucionales que canalicen la energía de la gente por una vía menos peligrosa que la radicalización. 
Fue el mismo chavismo y el propio Chávez quien incorporó en la constitución las opciones legales de reto a un gobierno malo, por lo que es un disparate que el chavismo califique esas acciones como golpistas. No cabe duda de que buscar su aplicación es constitucional y democrático, aunque en mi opinión, concretarlas será muy difícil, independientemente de la posición mayoritaria de la oposición. Aún así, su sólo búsqueda articulará a la oposición, le dará dirección y canalizará su energía, que buena falta le hace.

DE VICTOR MALDONADO




Víctor Maldonado / El “apátrida”

El mal existe. El mal contemporáneo esta necesariamente vinculado a la capacidad inmensa para hacer daño que tienen los poderosos sin probidad. A ese foso se llega de caída, cuando el único fin que parece apreciable es el mantener el poder para disfrutarlo concupiscentemente. 
Los que así piensan están sometidos al rentismo del poder, que se asume dentro de la perversa lógica de los juegos de “suma cero”, y que tarde o temprano termina aniquilando a quien lo practica. Nada se comparte dentro de una lógica depredadora. 
Se juega en los extremos donde todo es posible porque no hay límites, ni éticas, ni principios morales que puedan darle sentido de proporcionalidad al certamen. Nadie lo pretende equilibrado, equitativo, ceremonial o siguiendo algún protocolo. Todo lo contrario. El duelo consiste en que todo vale a la hora de deshacerse de un adversario o de buscar aniquilar a quien lleve la contraria. 
La única norma del poder maligno es precisamente que no tiene parámetros. La ventaja del poderoso sin probidad es que resulta inimaginable e increíble hasta dónde puede llegar y las cosas que puede hacer. Pero allí están los testimonios de los que han sufrido cárcel, exilio, tortura, secuestro, extorsión y amenazas. 
Allí están los montajes realizados a los dirigentes políticos, las trampas psicológicas alevosamente aplicadas a Leopoldo López y a su familia, el proceso y cárcel aplicados al alcalde Antonio Ledezma, el acoso que sufre Teodoro Pettkoff, el exilio de Alberto Ravell, Miguel H. Otero y tantos otros que han tenido que interrumpir sus vidas para resguardarse del peligro inminente. 
En ninguno de estos casos hay dramas que puedan ser considerados como secundarios. Cada uno de ellos representa un proyecto de vida interrumpido, una expectativa suspendida, una vida maltratada y quién sabe cuántas rupturas imposibles de recomponer.
La práctica de la maldad política se convierte en una inmensa bola de nieve con perspectivas desoladoras. Nadie puede sentirse especialmente inmune. 
Una muestra es lo ocurrido al ciudadano Miguel Ignacio Mendoza Donatti, mejor conocido como Nacho. Ya sabemos que su discurso ante la Asamblea Nacional el día de la juventud le trajo como consecuencia el hostigamiento del gobierno. 
Al ciudadano le anularon el pasaporte y lo dejaron por unos días confinado en el país, imposibilitado de cumplir con sus compromisos profesionales,  y sometido al trapiche burocrático de tener que solicitar un nuevo documento. Los que vivimos en Venezuela sabemos que cualquier proceso público es una apuesta condicional. 
No hay ley aplicada universalmente sino mecanismos institucionalizados de extorsión. Pero el artista no se dejó amedrentar y su respuesta frontal y valiente, apelando al pueblo, tal vez fue su salvación. Al momento de escribir este artículo ya es noticia que obtuvo otro pasaporte. 
En ocasión de ese ultraje ciudadano, uno más de los que se cometen todos los días, @JJRendon escribió el siguiente tuit: “Toda mi solidaridad a la distancia. La lucha es la misma. La causa es Venezuela”.
En ese momento caí en cuenta del verdadero sentido del mensaje. Nacho no es el primero que se ve sometido al maltrato de su ciudadanía. El estratega político venezolano tiene años sufriendo la infeliz circunstancia de tener que vivir como un “apátrida”. 
Y no me refiero al usual insulto con el que el socialismo del siglo XXI intenta estigmatizar a cualquiera que le lleve la contraria. Es algo mucho peor, mucho más oscuro y siniestro. 
El ciudadano J.J. Rendón sufre una constante y sistemática persecución que ha pasado por el despojo de su nacionalidad legal porque no cuenta con un pasaporte válido y confiable, porque el régimen se niega a proporcionárselo y porque es público y notorio el ensañamiento contra lo que él es, lo que significa su trabajo y lo que tiene que ser visto como su derecho inalienable a disentir y a luchar por lo que él cree valioso. 
Dejar a un individuo sin ciudadanía, someterlo al exilio, dejarlo “en veremos”, es un castigo antiquísimo. Sócrates prefirió el suicidio antes que someterse al extrañamiento. El filósofo lo hizo como una demostración de pedagogía política. No iba a ir contra las leyes de la ciudad cuando estas lo perjudicaban. Nunca lo había hecho cuando le beneficiaron.
Pero no nos llamemos a engaño. No son las mismas circunstancias. No es la ciudad y su derecho los que deciden ahora, sino la perversidad convertida en régimen que despoja y desarraiga, sin importarle lo que al respecto se ha logrado en el plano de los derechos humanos consagrados internacionalmente, sin  prestar atención a los derechos y garantías establecidos en la constitución supuestamente vigente. 
En este caso concreto de J.J. Rendón el calificativo de “apátrida” lo coloca en un limbo porque por la vía de los hechos “no está siendo considerado como nacional suyo por Venezuela” y esto se hace al margen de lo establecido en la legislación venezolana. 
La nacionalidad y los derechos concomitantes a la identidad, al pasaporte, a la libre movilización le fueron confiscados con el interés de castigarlo, de convertirlo en un paria, de ocasionarle perjuicios y de confinarlo a la fragilidad perenne. 
No importa lo que al respecto digan las convenciones sobre refugiados y la que regula la condición de los apátridas. No importa tampoco que Venezuela sea signataria de la Convención Universal de los Derechos Humanos.  
Al margen de todo decoro y sin importar que estemos en el siglo XXI y no en el siglo IV antes de Cristo, lo que es realmente sustancial es que a un ciudadano venezolano se le despoja de su condición y por esa vía se le invalidan todos sus derechos humanos. 
Sin ciudadanía no hay ejercicio posible de los derechos. Y las expresiones más conspicuas de la ciudadanía son la cédula de identidad y el pasaporte vigente. Y a quienes les niegan cédula y pasaporte los están lanzando al espacio insólito y atípico de los “apátridas”.
Por supuesto nada decente se puede esperar del mal y del poder ejercido maliciosamente. A un estratega político le resulta especialmente costoso el no poder movilizarse y el sufrir un ataque constante a su reputación. 
Ambos flancos han sido obsecuentemente atacados por los enemigos políticos de J.J. Rendón, cobrándole así sus éxitos y sus incuestionables capacidades para vencer al cartel del socialismo del siglo XXI allí donde ellos han intentado extender su franquicia. 
En un libro, todavía inédito, el estratega político relata su lucha, en tono pedagógico, positivo y autobiográfico. Su lectura resulta apasionante en la misma medida que la ciencia ficción se transforma en realidad comprobable y en un testimonial de hasta dónde hemos podido sufrir la descomposición activa de cualquier referente republicano. 
Para el protagonista del libro es el relato “de la más implacable persecución” cuyo afrontamiento “me ha demostrado la gran capacidad que tenemos para fortalecernos en la adversidad”. Esa capacidad es la resiliencia y el libro trata sobre eso: luchar sin entregarse. No someterse al imperio del miedo. No resignarse. No conformarse. No guardar silencio. No entregar los principios.
El ser un ganador tiene sus costos. J.J. Rendón ha sido acusado de todo e insultado de todas las maneras posibles. Los que han perdido el poder gracias a sus estrategias y a la disciplina con la que las implemente lo bautizaron como “el rey de la propaganda negra” o el “experto en guerra sucia”. 
Los políticos por lo general son malos perdedores, y en lugar de asumir su responsabilidad en sus malos resultados prefieren decir que fueron víctimas de alguien. Allí esta Evo Morales como el ejemplo más reciente.  Pero el socialismo del siglo XXI no se ha quedado en ese tipo de calificativos sobre la forma como supuestamente encara las  campañas políticas que están a su cargo. Ellos han pasado de los malos adjetivos al insulto. 
Al de “apátrida” habría que sumarle el de “mal nacido”, “piltrafa humana”, “bandido de siete suelas”, “terrorista”, “miserable”,  “sicario del imperio”, “agente de la CIA”, “enemigo público número uno de la revolución bolivariana”, e incluso el ser un “azote”, porque a juicio de los jerarcas del bolivarianismo del siglo XXI  “el talento a favor de las libertades es un talento  sin probidad, y por eso mismo es un azote”.  
Todos hemos sido testigos del dossier de insultos aplicados al ciudadano J.J. Rendón, porque muchas veces han sido proferidos en cadena nacional, o a través del dossier de programas escatológicos divulgados a través de los canales oficiales.  
Lo cierto es que programas transmitidos en cadena nacional lo han tenido a él como ejemplo de una degradación supuestamente intolerable. Las amenazas a su integridad y la descalificación son parte del repertorio usual de los medios oficiales que han acumulado más de 189 ataques desde Abril de 2013 hasta la fecha. 
La inquina es pública y comunicacionalmente notoria. J.J. Rendón es el único venezolano al cual la red de TELESUR le ha dedicado varias campañas de infomerciales a nivel mundial, fomentando el descrédito y la explotación del odio  con los recursos que deberían ser dedicados a hospitales y educación. Agencias de relaciones públicas han sido contratadas para fomentar su desprestigio y problematizar aun más su condición de refugiado político que es la consecuencia automática de haber sido tratado como un ciudadano sin patria que lo reconozca como uno de los suyos.
Todo el mundo puede imaginar que quien siembra el odio contra alguien espera pacientemente que algún día esa cizaña de frutos. Basta revisar las redes sociales para hacer un inventario de las numerosas amenazas veladas en la que se ceban los adeptos del régimen que quisieran hacer realidad los deseos de sus líderes. 
Ese odio así sembrado, pacientemente regado, puede provocar resultados terribles e indeseables. J.J. Rendón lo sabe, sin embargo no se amilana, acostumbrado como está a buscar fuerza en la meditación zen, “sentarse tranquilamente quieto, tratar de deslindarse de la confusión, del descontento, del dolor, del sufrimiento…”
La anulación del pasaporte es solamente un detalle que ha podido salvar gracias a que países amigos –cuyos nombres no pueden hacerse públicos para evitarles las tradicionales arremetidas del régimen- le han concedido salvoconductos humanitarios y algunas facilidades contingentes y provisorias. 
Al “mal nacido” (y con ese epíteto los del régimen le quieren señalar que para ellos nunca debió haber nacido en Venezuela, porque no lo merece al no haberse plegado al socialismo del siglo XXI) le niegan los beneficios de la nacionalidad y lo persiguen implacablemente por todo el mundo. 
Las solicitudes de captura intentadas ante la INTERPOL han sido refutadas y rechazadas una tras otra, pero lo siguen intentando. Los esfuerzos de penetración de su personal de confianza, una y otra vez, con el fin de perjudicarlo, han resultado infructuosos, lo que no significa que no haya tenido costos. 
Estratagemas para entregarlo y venderlo a la guerrilla colombiana y planes de extradición forzada al país para “juzgarlo revolucionariamente” son solo una porción de un dossier de iniciativas aviesas que están relatadas como parte de una vida azaroza que sin embargo, permite a quien la ha vivido sacar lecciones positivas de todas esas experiencias extremas.
Muchos amigos saben de estas peripecias y se preocupan. “Tus enemigos han saboteado tus negocios, tus finanzas, tu vida familiar, atentan contra tu vida, amenazan con meterte preso y con destruir tu honor, y sin embargo aquí estás, como si nada… ¿Cómo haces?” La respuesta de J.J.Rendon deja ver su formación budista. “Todos tenemos nuestra ración de catástrofes personales. Parte del secreto está en no asumir una actitud catastrofista… 
La única manera que puedo explicar el haber resistido al acoso de un estado poderoso, el haberme levantado varias veces y el haber florecido profesionalmente es el empeño que he puesto en prepararme para fortalecer mi condición de ser humano con resilencia”. Para J.J. Rendón la resiliencia es negarse a la indefensión aprendida. Es no entregarse. Es seguir luchando, estudiando y preparándose para la victoria. Amat Victoriam Curam es su lema.
Por esa razón es que al ver lo que le estaban haciendo al ciudadano Miguel Ignacio Mendoza Donatti la reacción fue de plena solidaridad. Le estaba diciendo a Nacho que se podía y se debía encarar con coraje el desplante neototalitario. 
Que no era el único tratado como “apátrida” y violado en sus derechos esenciales. Pero que todo, incluso las peores catástrofes terminan siendo anécdota y posterior olvido si no caemos presas del miedo, único alimento del poder perverso. “Enfrentar el miedo es fundamental para la resiliencia, aprender a enfrentarlo es esencial para nuestra preparación para la victoria”. Y de victorias sabe  J.J. Rendón,  aunque sigue sin pasaporte, negados sus derechos ciudadanos y perseguido implacablemente. 
Esos son los riesgos que decidió asumir una vez que se percató  que sus principios y valores personales lo iban a terminar enfrentando con el régimen neototalitario establecido en Venezuela. 
Por eso mismo aún así sigue luchando sin detenerse un instante para que esta época de desmanes y fracasos sea superada de una buena vez, eso sí, como lo sabe hacer, dando la batalla política para lograr el relevo por medios previstos constitucionalmente, democráticos, electorales y pacíficos.
Termino el artículo y me quedo pensando, por ejemplo, en las veces que a Nelson Bocaranda lo han retenido al ingresar al país. En los cientos de obstáculos que cotidianamente tiene que superar María Corina Machado para hacer política. 
En los desmanes de la lista de Tazcón, en la pesadilla de dirigir una empresa o de soportar todas las infamias que ha tenido que soportar Lorenzo Mendoza y Empresas Polar,  en las difíciles decisiones que han debido tomar todos los que han sentido que no pueden seguir viviendo en Venezuela, en los infinitos cálculos de los que decidimos quedarnos, en fin, en lo que todos tenemos que decir, contar, compartir o relatar sobre esta época en la que la ciudadanía se nos ha rebanado de manera tan infamante. 
Leer el libro de J.J. Rendón, aun inédito, es pasearse por un compendio de lo peor que nos ha ocurrido a todos, pero que en su caso dramático, le ha ocurrido todo a él, eso sí, sin doblegarlo, sin vencerlo. Por eso a la luz de su experiencia me surgen un conjunto de interrogantes ¿Por qué no nos hemos constituido en un club de víctimas si la verdad es que sumamos 30,6 millones de ciudadanos conculcados en sus derechos esenciales? ¿Cuándo nos vamos a condoler de lo que le ocurre al otro tanto como cuando nos ocurre a nosotros? ¿Cuándo vamos a comenzar a practicar con intensidad la solidaridad activa si todos hemos sido de alguna manera rasgados en nuestra integridad? ¿Cuándo nos vamos a asumir como desplazados internos, replegados de las calles, despojados de las libertades más esenciales, confinadas a vivir el país como castigo? ¿Cuándo vamos a mirar con compasión la tragedia del exilio? ¿Cuándo vamos a comenzar a relatar nuestros sufrimientos para construir esa gran moraleja nacional que tanta falta nos hace para superar esta indefensión, esta indiferencia? 
Porque no nos quepa ninguna duda: La lucha es la misma. La causa es Venezuela.
Otros artículos de: Víctor Maldonado

EL DINERO






Si no ponemos orden en la política monetaria, pagar mil bolívares por un cafecito en barra está a la vuelta de la esquina. Como si se tratara de la saga de algún héroe intergaláctico, apenas ocho años después del estreno de “La reconversión monetaria”, ahora le sigue “El regreso de los ceros”, donde los inescrupulosos villanos intentar expropiar la riqueza de todo un país a punta de imprimir dinero inorgánico. Una película harto conocida, que debemos parar antes de que llegue a su trágico desenlace.


Cierta expectativa generó el reciente titular de prensa que indicaba que pronto entrarán en circulación los billetes de quinientos y mil bolívares, pues además de enfrentar la pérdida de poder adquisitivo, la población debe lidiar con un cono monetario totalmente desfasado, a tal punto que más del 40% de los billetes actualmente en circulación corresponden al de mayor denominación. Incluso si uno tomara por buena la cifra oficial de inflación (180% en 2015), ya hoy en día hace falta el billete de dos mil bolívares y para finales de año el de cinco mil. 

Puesto que no es cierto que billetes con denominación mayor a cien bolívares estén por salir a la calle, nos encontramos con una autoridad monetaria que no solo incumple su deber de mantener la estabilidad de los precios, sino que falta a la obligación mínima de garantizar la disponibilidad de medios de pago, con el consiguiente impacto en los procesos productivos. Esta lamentable situación no es producto de la ausencia de experticia, pues los equipos técnicos del Banco Central de Venezuela han formulado reiteradamente propuestas a sus autoridades para la actualización oportuna del cono monetario, solo para ser rechazadas por un Directorio atado a los designios del Ejecutivo.

La semana pasada, la Comisión Permanente de Finanzas y Desarrollo Económico de la Asamblea Nacional celebró una serie de jornadas de consulta pública sobre el Proyecto de Reforma de la Ley del Banco Central de Venezuela, a las cuales estuvieron invitados diversos especialistas en la materia, representantes de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y las mismas autoridades del ente emisor. 

Un punto coincidente entre todos los expositores es la necesidad de que, conforme a la norma constitucional, el BCV recupere su autonomía frente al Ejecutivo y rinda cuenta de sus actuaciones ante la Asamblea Nacional. 

En este sentido, el proyecto de reforma en discusión apunta, entre otros aspectos, a restablecer el papel del Legislativo en la designación y remoción de las autoridades del BCV, lo que si bien no agota las oportunidades de mejora en la legislación, al menos revierte las más graves distorsiones introducidas por vía habilitante y nos evitamos maniobras ulteriores, pues el resultado de esta reforma será el mismo texto legal que estaba vigente hace apenas dos meses, con el cual venía actuando de lo más feliz el ente emisor y sobre cuya constitucionalidad no se escuchó la menor queja.

Esta semana se presentará en la plenaria el informe sobre el proyecto de reforma de la Ley del BCV y tendremos una segunda discusión que debería ser seguida atentamente por toda la población, pues se trata de un tema crucial para el futuro de la economía familiar y nacional. Repito, si no comenzamos a poner orden en la política monetaria, pagar mil bolívares por un cafecito en barra está a la vuelta de la esquina.