La botija está vacía y el PSUV cae en las encuestas,por Gloria Bastidas.
12/06/2015 - 10:22 pm
Las reservas líquidas están en un nivel crítico. El cálculo más pesimista las ubica en trescientos millones de dólares. Atención: ese es el mismo monto que dejó Lusinchi en 1989 y Carlos Andrés Pérez tuvo que salir volando a firmar una Carta de Intención con el FMI. La diferencia es que cuando a CAP le tocó capear la emergencia, estaba al bate un big leaguer como Miguel Rodríguez. Ahora, la economía está en manos de chamanes. Están encendidas las señales de alarma. Y, encima, el chavismo pierde rating. El coctel es venenoso.
La cifra asusta. Se la escuché primero a la economista Tamara Herrera, directora de Síntesis Financiera, en el programa de César Miguel Rondón del día lunes primero de junio. Dijo Herrera que, según sus cálculos, las reservas en divisas del país (las reservas líquidas) estaban en aproximadamente 300 millones de dólares. Eso equivale a dos o tres días de importaciones. Inmediatamente, sentí un corrientazo por todo el cuerpo. Agucé el oído. ¿Yo escuché bien?
Me trasladé, por esa velocidad supersónica que tiene la memoria, a mi época de reportera de El Diario de Caracas. Terminaba el gobierno de Jaime Lusinchi y recuerdo que la sección de Economía del periódico dio el tubazo. Una exclusiva de marca mayor: habían raspado la olla y apenas quedaban en las arcas… ¡trescientos millones de dólares! El Diario, por supuesto, abrió con esa noticia. Fue un escandalazo. Era como si todas las sirenas del país se hubieran encendido al mismo tiempo y estuviera a punto de llegar el apocalipsis.
Se sabía que el estado de salud de la economía era precario. Pero colocar aquella cifra en primera plana, abriendo el periódico, con información más que confirmada, daba vértigo. Era llamar las cosas por su nombre. Era asumir que el país estaba en terapia intensiva. Al poco tiempo, vino lo inevitable: el recién estrenado gobierno de Carlos Andrés Pérez debió firmar una Carta de Intención con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y aplicar un estricto programa de ajuste.
Cuando escuché a Herrera, quien, por supuesto, también hizo la analogía con la gravedad de la situación al término del mandato de Lusinchi y soltó que, para entonces, el nivel de reservas estaba en trescientos millones de dólares, me dije: ¿Y qué va a hacer este gobierno con un paciente en terapia intensiva como el que tiene? ¿Se puede dar el lujo este gobierno de no acudir a los organismos internacionales aunque la situación sea tan apremiante?
Recordemos: CAP II contaba con un equipo de big leaguers comandados por Miguel Rodríguez y del que formaron parte Moisés Naím, Ricardo Hausmann y, más tarde, Gerver Torres. Pero, en este caso, estamos en manos de chamanes. Es decir, el paciente está en terapia intensiva y el Gobierno no cuenta con ningún intensivista de talla, sino con un equipo cuya superstición ideológica —y negligencia— puede llevarnos a escenarios catastróficos.
La segunda persona a la que le escuché comentar el tema de las reservas líquidas fue al economista Alejandro Grisanti el jueves cuatro de junio. En el programa de radio que conduce César Miguel Rondón, el jefe de Investigación paraAMÉRICA Latina de Barclays cifró el nivel actual en aproximadamente mil millones de dólares. Es un monto mayor que el citado por Tamara Herrera, pero tampoco transmite tranquilidad.
Sin embargo, Grisanti subrayó dos aspectos positivos. Uno: la leve recuperación de los precios del petróleo (de 38 a 56 dólares por barril), lo que tiene una incidencia positiva en la recuperación de las reservas líquidas. Y dos: que, en lo inmediato, no están previstas erogaciones por concepto de servicio de la deuda (capital más intereses).
Pero Grisanti hizo una observación muy importante: que las reservas podrían recuperarse ligeramente si el Gobierno no se rumbea (ese fue el término que usó, en un acceso de espontaneidad) el monto que ingrese por la recuperación de los precios del crudo. Y aquí está la médula del asunto. Uno nada más tendría que añadir: ¿Y no se rumbearon un millón de millones de dólares, que fue la montaña de plata que ingresó a las arcas en estos años de administración chavista?
El economista de Barclays hizo otra acotación interesante: dijo que Chávez manejaba de manera estratégica el tema de las reservas internacionales porque estaba muy consciente de que esto podía ser un factor de vulnerabilidad para su gobierno. Este pequeño detalle ha sido omitido por sus herederos.
Y eso les va a costar muy caro. Nos va a costar muy caro. Por eso me entró un cosquilleo cuando escuché a Tamara Herrera. Y, después, cuando escuché a Alejandro Grisanti. Porque la película de lo que fue el gobierno de Lusinchi y el inicio del gobierno de Pérez volvió a pasar por mi mente. Fue un momento de gran emergencia. La botija estaba vacía. Como vacía está ahora. Con la diferencia de que para entonces (1989) el barril de petróleo estaba en once dólares. Y ahora está en más de 50. Pero no importa en cuánto esté si se lo rumbean.
La emergencia fue tal que Pérez tomó posesión un dos de febrero de 1989 y ya el dieciséis de febrero se anunció por cadena de radio y televisión el llamado programa de ajuste. Los periódicos decían que CAP había pasado el suiche. El electroshock. Las tasas de interés se dispararon. Los precios se liberaron. Aumentaron la gasolina. Liberaron el mercado cambiario. Y once días más tarde ocurrió el reventón. No voy a considerar aquí si el caracazo fue un hecho provocado o espontáneo. Tampoco si fue el resultado automático del paquete de Pérez o más bien el resultado de un acumulado de malestar que había comenzado a incubarse a principios de los ochenta (viernes negro, caída del salario real, escasez durante el gobierno de Lusinchi).
Lo que sí queda claro es que políticas económicas erradas derivan en una alteración del orden social y político. Ningún gobierno pasa liso por los errores que comete. Los paga. O él o su sucesor. Eso pasó con Herrera-Lusinchi. Lo pagó CAP. Y eso va a pasar con el PSUV. Con el chavismo. ¿Pagará él mismo la cuenta o la pagará otro? No se sabe. Sí se sabe que vienen tiempos duros. Y el nivel crítico de reservas líquidas es una señal inequívoca de que la cosa anda mal. Muy mal.
También escuché el pasado cuatro de junio una entrevista que la periodista Shirley Varnagy le hizo a Ricardo Hausmann. El ex ministro, visto el cuadro macroeconómico del país, soltó un pronóstico que no deja dudas: “Venezuela va a tener este año el peor año de la historia que haya vivido ningún venezolano que esté vivo hoy. Los que nacieron durante la década de 1910 o de 1920, o de allá para acá, no van a haber visto en su vida un año tan malo como éste”.
Hausmann comentó que, ante una situación semejante, a los países no les queda otra opción que recurrir a la asistencia internacional. Recordó que eso fue lo que hicieron Uruguay, Ecuador, Turquía, Paquistán, Bielorrusia, Ucrania, Grecia, entre otros.
El ex ministro y profesor de Harvard agregó: “Las situaciones son manejables. Todos los países pasan por momentos de su historia en que se meten en problemas. Pero muy pocos países se meten en esos problemas con la total incompetencia, insensatez y enfermedad mental con la que está operando este gobierno. El problema que tiene Venezuela no se puede resolver con medidas de carácter técnico en lo económico. Todos los agentes económicos entienden cuál es el país que el presidente Maduro está tratando de crear y no quieren jugar ese juego. La única forma de que Venezuela se pueda recuperar es con un cambio político”.
La gran pregunta es qué hará el Gobierno, que tiene el agua al cuello. ¿Pactará con el FMI? Luce difícil. ¿Podrá sobrevivir sin recurrir al auxilio internacional? También luce difícil. Lo de las reservas líquidas es apenas una señal. Pero una señal importante. Y lo están advirtiendo los economistas. Al coro que entona elréquiem también se sumó Francisco Faraco. En el programa de César Miguel Rondón, el pasado once de junio, deslizó otra cifra: las reservas líquidas están en 500 millones de dólares.
Por aquí y por allá, los cálculos no son nada alentadores.
Que la botija esté vacía no es una nimiedad. Eso equivale a que un corazón lata aceleradamente hasta reventarse. La economía tiene taquicardia. El país está al borde de un infarto al miocardio. Lo de las reservas colocadas en un exiguo nivel de trescientos millones de dólares es tan noticia como noticia fue esa misma información en la primera plana de El Diario de Caracas en 1989. Un trancazo.
A esto hay que sumar que el Gobierno cae en las encuestas. Va camino a las catacumbas. Y sin plata. Porque de los 17 mil millones de dólares del monto total de reservas internacionales, la mayoría está en oro (reservas no operativas). Muy poco (el monto oscilaría entre 300 y mil millones de dólares, dependiendo de las cuentas que sacan los economistas) está en dinero contante y sonante. El oro, además, no es suficiente aval. El oro fue repatriado. Y este es un país que despierta suspicacias.
La falta de cash y la pérdida de rating son dos monstruos a los que tiene que enfrentarse el Gobierno. Y ya sabemos cómo terminan los gobiernos cuando esto ocurre. Lo que está servido en la mesa es un coctel venenoso.
Gloria M. Bastidas
@gloriabastidas