sábado, febrero 04, 2012
El 4 de febrero fecha de golpe de Estado
Celebrar que? Que el 80% de los fallecidos fueron soldados que no llegaban a los 19 anos? O que vinieron a caracas aquella madrugada y los recibieron a plomo y no sabían que ellos estaban dando un golpe de estado? O celebran que en la toma a venezolana de television mataron a 8 personas de los cuales 2 eran vigilante y 6 eran técnicos de guardia, 20 fusiles contra 2 revolver? O sera que celebramos los muertos en el extinto peaje de Tazón, donde murieron padres y madres de familia que su unico pecado fue estar de guardia esa noche para cobrar un peaje? Ayúdame a difundir este mensaje para que los jóvenes de hoy sepan que coño se celebra este 4 de febrero.
jueves, febrero 02, 2012
Entrevista con Yoani Sànchez
Entrevista con Yoani Sánchez
por Leo Felipe Campos
1. Introito
En mayo del año pasado estuve quince días en La Habana. Fui porque la editorial venezolana Puntocero me encargó un libro sobre los posibles cambios en las comunicaciones de Cuba a partir de la irrupción de internet.
Durante la investigación, me reuní tres veces con Yoani Sánchez. Primero en una especie de café cerca del Malecón, adonde fue con algunos amigos y su pareja, Reinaldo Escobar. Después en una oficina de la Dirección de Inmigración y Extranjería (DIE), en la cual le negaron el permiso de salida para viajar a Argentina y recibir un premio. Esa tarde ni siquiera la atendieron por falta de personal y terminamos sentados en la cara externa del pequeño restaurante del Hotel Vedado. La última vez fue en el apartamento de uno de sus amigos.
De entrada me aclaró: “No me tomes a mal, muchacho, pero no confío en ti”. Hacía solo dos meses, el joven profesor francés Salim Lamrani había publicado una entrevista, realizada a Sánchez en enero, y en la que ella quedaba, según sus mismas palabras, como una “oligofrénica”.
A esta mujer, amante del yoga y con el cabello más largo que vi en la ciudad, la idolatran o la odian. Es una celebridad en internet gracias a su blog Generación Y. Por él, múltiples instituciones internacionales le han otorgado premios y reconocimientos que se traducen en miles de dólares.
Periodistas, blogueros y tuiteros cubanos la acusan de pertenecer a una red contrarrevolucionaria orquestada por el Departamento de Estado norteamericano; y figura, en efecto, en varios documentos desclasificados de WikiLeaks con su nombre y apellido, como uno de los personajes jóvenes más atractivos para ser apoyados en su lucha ideológica y comunicacional contra el gobierno de los Castro. Luego de verla recorrer la ciudad a pie, conversar con ella y tratar de entender las intensas pasiones que despierta en la red, me senté a tratar de responder una pregunta: ¿quién era Yoani y, sobre todo, qué hizo antes de ser “la bloguera cubana”?
2. El pinino number one
Yoani es la segunda y última hija de William Sánchez y María Eumelia Cordero. Nació en un solar de Cayo Hueso, Centro Habana, el 4 de septiembre de 1975, en una cuartería con poco espacio donde los vecinos debían compartir el baño y la cocina.
Era curiosa y desde pequeña trajinaba con cualquier desperfecto, esas fallas que aparecen cada tanto en los hogares: un fusible, el pequeño motor de alguna pieza, una fuga de gas. Todo eso le viene de su padre, una figura alentadora y, según ella, cardinal en su vida, que fue maquinista de tren y se destacó siempre por sus habilidades manuales.
La familia era extremadamente pobre. Yoani solo tenía un par de zapatos con huecos en las suelas y, aparte de su uniforme de colegio, una muda de ropa todavía más gastada. Era común que sus padres le pidieran acostarse sin cenar y ella lo hacía, resignada, y luego se despertaba para sentarse desnuda en el baño a esperar con impaciencia que se secara su único juego de ropa interior. “Lo colgábamos ahí, detrás de un pequeño refrigerador, pero eso sí, no te vayas a creer que era algo excepcional. En Cuba más o menos lo mismo les pasa a todos, ¡eh!”, se apura a precisar con una sonrisa.
El “pinino number one” de la informática lo dio en un Instituto Preuniversitario en el Campo (IPUEC), ubicado en el municipio Alquízar. Yoani llegó con una beca a esa escuela llamada República Popular de Rumania, pero se decepcionó porque no podía entender cómo después de escribir tres y cuatro y cinco líneas de códigos binarios apenas aparecía “una rayita” en la pantalla del monitor, una especie de televisor en blanco y negro, gigante, al que luego había que meterle un caset de cinta para guardar la información.
Debido a una enfermedad a la que apenas se refiere sin decir el nombre, Yoani tuvo que abandonar el IPUEC y regresar a La Habana, donde sopesó la posibilidad de estudiar ingeniería, probablemente electrónica. Pero –otro pero con mueca de decepción– esta vez sufrió unos cuantos descalabros en sus pruebas de ingreso y, en honor a las matemáticas y las ciencias exactas, pese a sus dudas y gustos, no le quedó más remedio que aceptar la realidad: estaba hecha para el lenguaje.
Años más tarde se matriculó para estudiar español en el Instituto Superior Pedagógico, un recinto que ella califica como “un residuo de la universidad”. Y en ese andar, con 19 años, conoció a Reinaldo Escobar, su actual pareja y padre de Teo, su hijo de nueve años. Gracias a Reinaldo, 27 años mayor que ella, fue que pudo continuar estudiando y se decantó por la filología: “Hubiera sido imposible si me quedaba con mis padres, éramos tan pobres que no habríamos aguantado. O me quedaba echando una mano en lo que fuera o me ponía a trabajar, que aquí es básicamente lo mismo”.
3. El Frankenstein
En agosto de 1994 el litoral habanero fue testigo del Maleconazo, una revuelta popular protagonizada por miles de cubanos que saltaron a las calles a protestar en masa por primera vez desde que se instauró la hegemonía de los Castro. La isla estaba en medio de lo que se conoce como Período Especial, una etapa de depresión económica que comenzó en 1991, luego del colapso de la Unión Soviética y el derrumbe del socialismo en algunos países de Europa.
Yoani tenía 19 años y se había mudado con Reinaldo cinco meses atrás. Aún no había quedado embarazada, pero estaba a pocas semanas de sentir esa felicidad de espanto. A diferencia de otros miles de jóvenes, ella no saltó al Malecón con piedras ni intenciones de saquear. Decidió quedarse quieta con una motherboard en las manos. Sabía que, teniendo en cuenta las estadísticas y en vista de lo que ocurría en ese agosto convulso, tener esa tarjeta, el componente esencial para armar un computador, era un extraño privilegio.
Según la primera edición de la revista Giga, en un artículo de 2002 titulado “Avanzando hacia la sociedad de la información”, ocho años después de la historia de Yoani, en Cuba solo existían 2.2 computadores por cada cien habitantes. La gran mayoría estaba en centros de trabajo, no en hogares. En 2005, según reporte de la agencia IPIS, la cifra aumentaría a 2.9 por cada cien habitantes.
Por supuesto, en 1995 eran menos. Muchos menos. El incremento obedeció, entre las múltiples razones políticas, económicas y tecnológicas, a una legal: luego de una prohibición de diez años, los ciudadanos comunes recibieron la autorización de comprar computadores en el país –aunque algunos podían importarlos, previa autorización de los organismos en los cuales trabajaban– y conectarse a internet desde el 2 de mayo de 2008. Por 770 dólares un cubano adquiría un modelo chino QTech.
Otra cosa que poseía Yoani, además de su curiosidad y el gusto por armar y desarmar aparatos, era una buena torre de diskets floppys –de esos negros, cuadrados y flexibles– y un monitor. Tarjeta madre, diskets, monitor y curiosidad: suficiente para comenzar a armar su primera máquina, a la que llamaría desde ese momento y hasta hoy, cariñosamente, su “Frankenstein”.
Con poquísimos conocimientos de informática, Yoani trabajaba en la construcción de su computador en compañía de Reinaldo y unos pocos visitantes casuales, mientras comía azúcar, escuchaba a los amigos sacar notas de la guitarra y hablaba de política entre apagones de tres, nueve y catorce horas.
Le gustaban los circuitos y por eso no le dolió cambiar el flamante secador de pelo que su madre le había regalado por otras piezas que necesitaba para su Frankenstein. De todas formas, por esas fechas tomó una decisión que modificó su apariencia de forma drástica: se cortó el cabello al rape.
Si mudarse junto a su novio cuando ella tenía 18 años y él 46, significaba algo desafiante y provocador, estar de coco pelado en La Habana de mediados de los noventa le iba a valer algunos gritos e insultos en la calle: desde loca hasta lesbiana. Le importó poco. Tomó la decisión porque siempre ha tenido una cabellera abundante y conseguir champú en medio de la crisis era casi tan complicado como buscar los accesorios para su nuevo computador.
La máquina ya tenía casi todas las piezas, pero le faltaba el chasís y así tuvo que quedarse, sin cascarón: cables, tarjetas y puntos de soldadura estaban al aire libre. Solo le hacía falta un fan, un disipador de calor. Buscó el fulano fan y no lo consiguió. Cuando por fin ubicó uno en el mercado negro, tan común en La Habana como las franquicias en el resto del continente, no resultó compatible. Entonces apeló al ingenio cubano que inventa lo que no tiene: buscó una pequeña pecera de cristal vacía que había en el apartamento, la llenó de agua helada y, con sumo cuidado, la colocó encima del microprocesador. Resuelto el problema, pudo trabajar al menos cuarenta minutos, una eternidad cuando llevas semanas tratando de armar tu primer computador y estás ansioso, no por empezar a utilizarlo, que para eso falta mucho, sino por ver al menos que enciende.
4. Letra a letra
Producto del conflicto y el desencanto desatado por el Período Especial, varios amigos de Sánchez intentaron irse de Cuba de forma ilegal a mediados de la década de los noventa. Se embarcaron como balseros, unos lograron llegar a Miami y otros se convirtieron en comida para los tiburones del Estrecho de la Florida.
La situación comenzó a dejarla seca, cansada. Pero, por otro lado, el gobierno buscaba salidas: permitió el trabajo independiente, apoyó el resurgimiento de los mercados agrícolas, impulsó la empresa mixta de capital extranjero, aparecieron algunas tiendas y comenzó un incipiente surtido de diversos productos, entre ellos piezas de computadores.
Yoani continuó en su sala enfriando agua y metiéndole mano a la máquina durante semanas. Compraba una piecita por aquí, otra por allá, pero le seguía faltando memoria RAM, cualquier cosa que pusiera a volar su nuevo aparato. Tan pronto Frankenstein cobró vida, Yoani le instaló el sistema operativo DOS y algunos programas con los cuales, durante su segundo curso de español en el Pedagógico y ya con varios meses de embarazo, comenzó a hacer una revista de cuatro páginas. Algo pequeño, un boletín literario que tocaba temas lingüísticos y donde publicaba prosas y poemas de sus compañeros. Lo llamó Letra a Letra.
“Ése fue el primer reto que me hizo ver la computadora de otra manera, porque ahí yo tenía que empezar a trabajar textos y era algo muy pretencioso para las pocas herramientas con las que contaba. El WordPerfect 5.1 era un programa muy rústico, e intentar sacar un par de hojas encuadernadas con imágenes intercaladas… bueno, aquello fue una odisea, me llevó mucho trabajo y tuve que aprender un montón de comandos MS-DOS”.
Todo iba bien, la idea despertaba cierta admiración entre sus colegas y profesores. Sánchez se apoyó en la Facultad de Español y Literatura del Instituto para obtener un permiso que respaldara su proyecto de contenido cultural, y la gente colaboraba entusiasmada con materiales inéditos.
El precio de cada ejemplar no era simbólico, era irrisorio: veinte centavos de peso cubano, algo así como un centavo de dólar americano. La impresión de quinientos ejemplares la hacía, sin costo alguno, el padre de una de sus compañeras del instituto, que trabajaba en una litografía donde se imprimía una publicación oficial.
Sánchez diseñaba la revista en su casa, en su armatoste sin chasís, bajo la mirada y algunos consejos de su pareja. Entre ambos inventaron un concurso literario, el premio sería la publicación de los textos ganadores además de unas figuras de cerámica que comprarían con lo obtenido por las ventas. Algo muy pequeño. Casi un juego estudiantil.
Luego de armar los textos, Yoani iba a casa de un amigo que tenía una impresora de cinta de carro ancho y él le imprimía un número único, sobre el que ella insertaba imágenes y fotos. “Eso lo hacíamos siendo fieles al nombre, yo montaba el texto literalmente ‘letra a letra’ en el Frankenstein. Era un atrevimiento tecnológico, un atrevimiento gráfico y estético.
Esas hojas y hojas yo las recortaba y las pegaba en la posición exacta en la que iban a ser leídas, le daba todo a esta muchacha, ella se lo daba a su papá, y evidentemente eso pasaba por un proceso de fotocopiado, corte y pegado para que no quedara rastro de que eran retazos de hojas pegadas”.
5. La Nueva Generación del Centenario
El tercer número de Letra a Letra fue publicado en mayo de 1995. Fue un número icónico por el impacto que tuvo su editorial: se cumplía el centenario de la muerte de José Martí, y Yoani –recordemos: 19 años, embarazada, cabecipelada– tomó la voz de sus contemporáneos para decir que ellos, los de su edad, los de su talante, eran la Nueva Generación del Centenario.
Era un acto desafiante, pues Fidel Castro y sus jóvenes compañeros de armas en la guerrilla revolucionaria habían asaltado el Cuartel Moncada en 1953, durante el centenario del nacimiento de Martí, y a partir de entonces se dieron a conocer como la Generación del Centenario.
“Era un editorial muy crédulo todavía”, apunta Yoani. “No pretendía hacer ninguna ruptura, sencillamente reparar en el hecho de que ya había una nueva generación. Decir: ‘Oye, un momento, nosotros somos la otra Generación del Centenario’, y entre otras cosas llamaba a salvar a la patria de algunos peligros, pero no te vayas a creer que era algo frontal ni contestatario. No, qué va. A los estudiantes les gustó mucho, pero bueno, eso me costó una reunión en el Decanato de la Facultad”.
Sobre pixeles que dibujaban orejas, parte del cabello y la mirada del ilustre prócer y escritor cubano José Martí, el editorial decía:
Esta tercera aparición de Letra a Letra, la primera del año 1995, está consagrada a quien, no conforme con ser la figura más alta de nuestra historia, se erige como la persona más relevante de nuestra literatura. Cien años después de su nacimiento, los jóvenes de entonces se negaron rotundamente a dejarlo morir y autoproclamándose con legítimo orgullo “la Generación del Centenario” esgrimieron su ideario para salvar la patria; a un siglo de su muerte, los jóvenes de hoy encontramos las mismas razones que aquellos para sentirnos auténticos herederos de quien, puesto de pie sobre el yugo, hizo brillar más alto la estrella que ilumina y mata. De otros peligros será salvada esta vez la patria, para eso cuenta con el mismo José Martí y con otra Generación del Centenario.
Aunque no tuviera intenciones de agitación y alzamiento, a los ojos de hoy se puede afirmar que ése fue el primer documento público de crítica que hizo esta bloguera sobre Cuba. Sin embargo, luego de su publicación, la acusación del decano no fue por el contenido ni por un problema ideológico, sino por “enriquecimiento ilícito”.
Después de sacar la cuenta, suponiendo que Sánchez hubiera tomado el dinero de las ventas y no hubiera comprado los muñecos de cerámica que prometió como premio del concurso, obviando incluso que algunos ejemplares eran obsequiados a amigos, familiares, estudiantes y profesores del Instituto Superior Pedagógico, el monto total por la venta de los ejemplares de Letra a Letra le dejaba a ella una ganancia de cinco flamantes dólares. Centavos más, centavos menos, cinco dólares.
Meses después del encontronazo, Sánchez editó un nuevo número de su ahora controversial y vigilado boletín literario, pero no lo publicó: estaba a punto de tener a Teo. Después decidió abandonar la carrera y matricularse en filología en la Universidad de La Habana.
6. Los años del “hostal”
A finales de los noventa, gracias a las clases de español y las visitas guiadas por La Habana que ofrecía a turistas en compañía de Reinaldo, Yoani comenzó a aprender alemán. No hay un patrón para explicarlo, pero casi siempre eran turistas alemanes los que solicitaban el servicio. Según cuenta Sánchez, el origen de todo pudo estar en las colaboraciones de Reinaldo con algunas publicaciones periodísticas de pequeño vuelo en Alemania. Al menos así fue al principio; después se difundió por el boca a boca. “Fueron en total catorce años, con sus intermitencias. Ganábamos dinero suficiente como para pagar libros, tomar taxis, comprar zapatos”.
Al negocio de paseos y clases de español que manejaba la pareja, se sumaron desde finales de los noventa la hermana y el cuñado de Sánchez, que ayudaban en las rutas y traslados por algunos recovecos de la capital de la isla, además de ofrecer historia local y datos de la cultura caribeña y sus secretos, lo que ignora el turista desprevenido pero descubren los buenos viajeros.
La oferta incluía opciones diversas: alojamiento con los beneficios mínimos de un hotel o una pensión, medio día o estadías completas, paseos en bicicleta, comidas, advertencias típicas sobre la “viveza del cubano”, etcétera. Después de pagar al resto de sus ayudantes, Yoani y Reinaldo obtenían en promedio veinte dólares a la semana por persona, lo que les concedía cierta holgura en comparación con el común de los habitantes de la isla.
Compraron colchones y una nevera. Antes de este negocio, su situación económica era la de cualquier paisano promedio: pocos electrodomésticos, a veces sin agua y en medio de apagones. Fueron mejorando. Ya no dependían de la venta del café y los cigarros que mes a mes le correspondían a Reinaldo, como a cualquier cubano con tarjeta de racionamiento, y que éste decidía no consumir.
Muchos detractores aseguran que ella y sus amigos más cercanos reciben apoyo financiero de transnacionales, de la CIA o de instituciones “anticomunistas”, “imperialistas” y “contrarrevolucionarias” disfrazadas de independientes, porque no es posible que alguien que no trabaje para el gobierno logre conectarse a internet en La Habana con la pasmosa facilidad que ella lo hace. Otros incluso han llegado a afirmar que sus explicaciones sobre esta época de los paseos y las visitas guiadas por la isla son un discurso preparado para justificar sus ingresos durante esa época.
Yoani asegura que el escritor cubano exiliado Eliseo Alberto Diego habló de ellos y describió lo que hacían con los turistas en un pasaje de su libro Informe contra mí mismo. Claro, no los identificó con sus nombres, según ella, por protección: “Él cuenta de un edificio donde todo el mundo vive en función de los cursos de español para extranjeros, que hay un chofer, alguien que cocina y prepara los desayunos, el otro que plancha y lava la ropa, y ésos éramos nosotros, ahí está publicado”.
7. Reinaldo y Yoani
Las facciones de Yoani son duras. A menudo cuando se refiere a sus defectos, suele burlarse de sus orejas y su dentadura. Es común verla apuntar, corregir a sus interlocutores y también sonreír, pero quien más sonríe es su marido: Reinaldo, un hombre curtido en las lides del periodismo hecho en Cuba, tanto en medios impresos del Estado, hasta diciembre de 1988, como de forma independiente y en claro enfrentamiento con el gobierno castrista, sobre todo para periódicos extranjeros, a partir del año siguiente.
Reinaldo es moreno y de baja estatura, delgado, como su mujer, y lleva el Caribe en la lengua. Durante nuestros encuentros, él y Yoani siempre llegaron juntos, tomados de la mano, compartiendo sonrisas, dándose besos cortos de despedida en la boca. Manifestaban su amor y su cariño. Más que una pareja de años, consolidada en el trajín de esa carrera de obstáculos que es la convivencia, parecen dos adolescentes recién enamorados.
Cuando se trata de la Cuba en la que a su hijo le ha tocado crecer, hablan a una sola voz: “Claro que hay cosas positivas, el problema es el costo ciudadano”, dice Yoani, “lo que nosotros llamamos beneficios colaterales”, agrega Reinaldo. “Exacto”, continúa ella, “nuestro hijo sí tiene una escuela, pero quieras ver tú lo que le enseñan ahí. Nosotros, además, le tenemos que repasar las cosas porque más del sesenta por ciento de las clases que recibe son por televisión. La primaria tiene un poco más de atención, pero mira tú, ni así. Y en las ciudades del interior es todavía peor. En la escuela de mi hijo no hay quien limpie el baño, porque los salarios de limpieza son ridículos.
Para que tengas idea: unos diez dólares al mes. Eso huele horrible, y claro, él no quiere orinar allí durante las ocho horas de clases. Pero eso sí, la educación es obligatoria hasta noveno grado, porque hay que mantener las estadísticas. Siempre las estadísticas: que en Cuba pasa un ciclón y muere una persona, cuando a lo mejor pasa por Yucatán y mueren cincuenta, está claro que eso es un beneficio. Ahora, ¿qué hay detrás de ese beneficio? La militarización de la sociedad. Cuando llega el huracán ponen en la televisión: ‘¡Estamos en fase de alerta!’, y todo el mundo tiene que salir de su casa, pues te van a buscar y te sacan. A lo mejor yo quiero quedarme a cuidar mis pertenencias o morirme con el huracán, pero no me dejan.
Detrás de cada logro estadístico hay una imposición y un autoritarismo, y el ciudadano casi siempre termina maniatado. Lo mismo pasa con la baja tasa de mortalidad infantil. ¿Qué hay detrás de eso? Bueno, hay un programa de detección a tiempo de las embarazadas, pero también una presión muy fuerte ante la mínima duda de que el feto pueda venir con problemas. La mínima. Quizá en otro país nacería”… “Pero quizá se moriría desde el primer año y eso afecta el índice de mortalidad infantil”, completa Reinaldo. “En Cuba no nace”, sigue Yoani, “en esos casos se aplica el aborto.
Cada vez pasa menos, por la baja tasa de natalidad. Cuba tiene una combinación terrible: nacen cada vez menos niños y se va cada vez más gente”. Allí interrumpe Reinaldo: “Como suele decir Yoani: ‘Tenemos la natalidad del primer mundo y la migración del tercer mundo’ ”. “Eso, eso”, responde ella satisfecha. Y Reinaldo le pregunta, guiñando un ojo: “¿Viste como te cité de bien?”.
8. La tesis de grado
En junio de 2000, a los 25 años, Yoani se graduó de filología. Su tesis fue otro encontronazo con el sistema. Buscaba poner la lupa en la figura del caudillo dentro de la narrativa contemporánea hispanoamericana, en novelas como La dama de cristal, de la argentina Zelmar Acevedo Díaz, La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa, y El caballero ilustrado, del cubano Raúl Antonio Capote, libro censurado por comisarios culturales de su país.
Caudillo. Ahí vino el primer choque. Junto a Margarita Mateo, su tutora, preparó el material que presentaría ante el jurado, pero los oponentes y el resto de integrantes del pánel le rechazaron el trabajo argumentando fallas en la investigación por el uso de citas y bibliografías con direcciones URL, algo a lo que no estaban acostumbrados.
También adujeron un supuesto error en el planteamiento del marco teórico, un primer capítulo que los jurados consideraron innecesario. “Esa parte de la tesis fue quizás lo que más les molestó, porque yo definía al dictador, al tirano y al caudillo, cuáles son sus diferencias, de dónde parte el poder de cada uno. Para ellos se alejaba mucho de la literatura y de la lingüística, pero yo tenía que definirlas porque eran variables que iba a manejar después. Nunca me dijeron que fue por razones políticas, eso es lo que yo sobreentiendo porque fueron muy agresivos conmigo. Creo que les pareció que yo quería retratar un poco a Fidel Castro”.
Tildaron a Sánchez de provocadora y la instaron a que repitiera la investigación y la presentara al año siguiente, pero ella insistió e insistió, pese a las reticencias, hasta que logró una nueva oportunidad para discutir la tesis, aunque con la condición de que fuera a puerta cerrada, únicamente con la presencia de su pareja y su hijo. Este retraso la obligó a graduarse después que el resto de sus compañeros y no pudo asistir a la ceremonia. “Eso fue porque la graduación iba a ser en la tribuna antiimperialista. No sé por qué temieron que yo fuera a hacer algo ahí; yo soy una persona muy tímida, incapaz de hacer un performance público.
”El apéndice de mi tesis era un listado de las novelas sobre el tema de la dictadura que había hecho Carlos Pacheco, un crítico e investigador literario venezolano que en principio yo quería que fuera mi tutor, incluso intercambiamos algunos mails. Su listado había llegado hasta el año 81 y yo lo completaba hasta el 2000. Recuerdo que cuando la oponente leyó aquello, me dijo: ‘Mira, es que yo no sé cómo tú hiciste esta lista, yo no sé si esta lista tú la hiciste tomando chispa de tren con tus amigos’. Chispa de tren es el ron más barato que hay en Cuba. Fue algo dramático.
”Terminé con cuatro puntos de cinco y mi diploma en la mano, diciéndoles: ‘Ustedes me han dado la gran lección profesional de mi vida; ya no quiero ser filóloga porque no quiero ser como ninguno de ustedes’ ”.
El mismo año de su graduación logró salir de Cuba por primera vez. Viajó a Alemania y estuvo un mes, invitada por algunos de sus antiguos huéspedes y estudiantes de español en La Habana. Fue una turista que practicó el idioma y disfrutó del verde de Fráncfort, de las bondades de Hamburgo y del cosmopolitismo de Berlín. Allá también tuvo su primer celular y le gustó, pero nunca pensó en quedarse. También conoció París, donde estuvo una semana.
Recuerda sus viajes con una sonrisa amplia pero trata de ocultar la nostalgia, como si temiera que su interlocutor confunda la alegría de la memoria con un reflejo que revele posibles intenciones de escapar y vivir en otro lugar, fuera de su país, como de hecho llegó a hacerlo dos años más tarde.
9. El capítulo suizo
Yoani regresó de sus vacaciones en Alemania y durante los meses siguientes, como dice, “se le llenó la cachimba”, se hartó de tanta crisis y tanto hacer sin recompensa: siguió quemándose las pestañas frente al papel para cumplir con un oficio tedioso que la ocupaba desde años atrás junto a su pareja: transcribir las tesis de grado de algunos universitarios desconocidos (“¿Cómo hacer un intercomunicador?”, “Centrales azucareros”, “La literatura cubana”, “La base del marxismo-leninismo”), trabajo que casi siempre la desvelaba junto al llanto nocturno de su hijo.
A veces lograba cobrar en efectivo, y otras con lo que se pudiera, como aquella en que le cancelaron con cepillos, peines y espejos. “Imagínate, con eso fue que nos pudieron pagar después de tanto darle y darle, me acuerdo que hasta le corregimos un pocotón de errores. Volvieron a los días, apenados, y trajeron eso. Y yo tan emocionada que andaba porque estaba contando con el dinero para comprar algunas cosas”.
También trabajó en Nueva Gente, una editorial del Estado que publicaba libros infantiles, pero siguió desencantada y ni siquiera terminó el servicio social. Reparó computadores, se frustró. Pensó que había llegado la hora de dar un nuevo salto para cambiar su vida. Se le amontonó la rabia. Ella lo llama “ese proceso acumulativo”. Entonces decidió estudiar alemán con una nueva perspectiva, recoger los contactos y amigos en el extranjero, y sus pesares, y la interminable lista de preguntas y deseos, para cumplir ese sueño que definió en un primer momento como un proyecto de liberación personal: largarse a Suiza.
¿Por qué a Suiza y no a Alemania? “Porque fue lo que apareció”, dice seca, tajante. Comenzó la gestión con algunos conocidos. Sin su ayuda económica no habría podido costearse los trámites y el boleto aéreo. “Fue un proceso agónico, hasta que el 26 de agosto de 2002 tomé el avión con destino a Zúrich. Allá también fui como turista, pero con una visa que me permitía abrir otras ventanas, como un contrato de trabajo. Mi única limitación era que no podía salir del país por el tipo de visado”.
Se marchó sola, sin el padre de su hijo y sin su hijo. Ella y Reinaldo nunca se casaron. Para aclarar la duda lógica: los menores de edad que no sean hijos de altos jerarcas del gobierno no pueden pisar otro país, a menos que sea de manera definitiva, algo que en este caso resultaba imposible, entendiendo que Yoani abandonaba su tierra, en teoría, en calidad de turista.
Cuando le pregunto si se casó con un europeo para obtener la legalidad que le permitiera vivir con mayor campo de acción, me responde: “Mira, ya te dije que yo no hablo de mi vida personal y privada, pero te puedo decir que no creo en el matrimonio. Eso es lo que te puedo dar. De ahí no transo, yo he amado y me han amado, y ahí termina todo”. En ese momento se ríe, entre líneas y un tanto nerviosa. Y remata: “Si hubo papeles o no hubo papeles, bueno. Pero he amado intensamente y me han amado”.
Su primer trabajo en Suiza fue en el cine Riff Raff, durante las noches. Después conoció a la peruana María Mariotti-Luy, que aún mantiene una pequeña librería llamada El Cóndor, ubicada muy cerca de la Universidad de Zúrich, donde venden libros en español y portugués. Ella la acogió y le ofreció un puesto de trabajo. Sánchez la considera su ángel salvador, recibió la solidaridad y la amabilidad casi maternal de su nueva amiga. Trabajando en la librería se puso al día con buena parte de la literatura de sus compatriotas en el exilio y con la narrativa contemporánea de América Latina que no se distribuye en Cuba. Se enamoró de la obra de Roberto Bolaño. Alternó los dos empleos, cine y librería, y además hizo un curso de integración en el que perfeccionó su alemán.
“Lo que me gustó de Suiza es lo que también me gusta de Cuba, las personas, los amigos”, dice. “Desde el punto de vista de la estructura social siempre puedo tener mil críticas para todo, pero en Suiza yo sentía que podía protegerme en la burbuja de mis amigos, de mi vida privada, que no había tanta intromisión de una ideología, ni de un gobierno, ni de los siete sabios que mandaban en la nación, mientras que en Cuba sentía y sigo sintiendo que no es posible, que no puedo trazarme un tejido personal y social al margen de las consignas”.
Sánchez quería reunirse allá con Teo y Reinaldo. Ambos seguían en La Habana, pero el padre tenía escasísimas posibilidades de volver a salir, entre otras razones por su figura de contrarrevolucionario y su trabajo como periodista independiente. También pesaba la posibilidad de que al no conseguir instalarse en el extranjero y tratar de regresar, en un futuro hipotético, luego de once meses el Estado le confiscara el apartamento.
Desde el primer mes, Yoani había comenzado a preparar las condiciones para llevarse a su muchacho. Se asentó en un barrio céntrico donde vivían muchos inmigrantes españoles, mexicanos, chilenos, y al décimo mes pudo alquilar una casa para ella sola con una conexión doméstica a internet las veinticuatro horas. Se convirtió en alpinista, ahorró mucho dinero y asistió al Consulado con puntualidad suiza, a pagar la extensión de su visa de turista. Llegado el mes once fue declarada emigrante definitiva, estatus que le permitía reclamar a Teo de forma legal.
Lo hizo, con el dinero suficiente para costear el boleto La Habana-Fráncfort-Zúrich más la supervisión especial por tratarse de un menor de edad en un vuelo internacional, que también tiene su costo, y la espera atragantada de más de un año sin verlo, llena de abrigos y juguetes y el deseo de brindarle un entorno amable.
El 7 de septiembre de 2003 Teo salió de Cuba rumbo a Suiza sin derecho a regresar. Ya tenía poco más de ocho años, había crecido –también su cabello– y había perdido algunos dientes. Desde su llegada, la emoción, la experimentación y el descubrimiento: paseos por las montañas, por el zoológico, por los parques de diversiones. Instalarse en su nueva vida en medio de un septiembre que su madre describe como idílico. También lo esperaba un colegio distinto, con muchos niños inmigrantes, rumanos, tamiles y yugoslavos. El plan era quedarse: “Pensar en el regreso me dolía”, recuerda Yoani. “Pero Reinaldo. Ay, bueno”.
Reinaldo logró viajar hasta Alemania y cruzó la frontera suiza. Se vieron, según relata su mujer, “pero no fue posible para él solicitar una residencia permanente. Ésa fue una razón importante para pensar en volver”.
Una razón importante, pero no la única. Después de la euforia inicial de conocer otra cultura y respirar una nueva atmósfera, a Yoani acabaron por pesarle el invierno y la ausencia de la familia, a lo que se sumaba la culpa de pensar constantemente: “Con el dinero que gasté en comprarme este par de zapatos, mi familia hubiera podido vivir un mes.
”Todo comenzó a ser insuficiente. Ese lamento era una herida. En las noches comencé a soñar con la posibilidad de no volver a ver a mi familia y era doloroso. En el sueño yo paseaba cerca a un río, mi padre estaba del otro lado y nunca encontrábamos un puente para poder juntarnos.
Eso fue martillante. En ese momento a mi padre, que apenas tenía cincuenta años, le detectaron una insuficiencia hepática y le dieron pocos meses de vida. Fue como un pequeño Chernóbil para mí. De pronto haberme sumergido tanto en los foros cubanos de internet me hizo pensar que yo podía volver para cambiar algo, una cosa típica de los emigrados. Claro, eso no fue ningún motivo principal, pero se fue convirtiendo en una obsesión”.
10. El regreso
Desde 1976, las leyes cubanas otorgan permisos de salida del país por períodos de alrededor de un mes. Un cubano que abandona legalmente su tierra, siempre y cuando no cumpla una misión política, militar o humanitaria, lo hace como turista, nunca como emigrante, y tiene que ser mayor de edad. Luego de ese tiempo, si la persona quiere extender sus plazos de estadía en el extranjero, debe presentarse en la sede del Consulado y pagar un monto por ello.
Esta acción es permitida hasta cumplir el undécimo mes. Al terminar el plazo, el cubano en cuestión es declarado emigrante definitivo y pierde su estatus legal como habitante de Cuba; el Estado puede confiscar sus bienes y prohibirle entrar nuevamente al país.
¿Qué ocurre con el emigrado si no logra la residencia o la pierde en el país en que se encuentra o, como en el caso de Sánchez, decide renunciar a ella? Según el reglamento de la Ley de Migración aprobada en 1976, no puede volver a Cuba, ni siquiera con una orden de expulsión. Queda en un limbo legal y pasa a engrosar el colectivo irregular de desplazados que debe sobrevivir al margen de las normas del sistema. Como si viviera en el aire.
Para Yoani Sánchez, lo importante de su historia no está en la singularidad de haber decidido volver a Cuba, sino “en lo macarrónico de las leyes que no te dejan regresar”. A partir del 1° de junio de 2004 se introdujo una novedad en las leyes migratorias de la isla: la habilitación del pasaporte, un sello de aprobación que dura diez años y flexibiliza la relación del Estado cubano con esos antiguos habitantes que habían decidido marcharse.
A partir de entonces, los emigrados cubanos pudieron viajar a su terruño. Ese dictamen le abrió a Sánchez una puerta. Las probabilidades de que la Dirección de Inmigración y Extranjería (DIE) le negara su habilitación a través del Consulado eran más bien bajas, pues ella no había desertado en alguna misión humanitaria o deportiva, ni estaba señalada por robarle algo a la nación.
Retiró sus ahorros y pagó más de tres mil euros por los boletos aéreos Zúrich-París-La Habana. Liquidó sus cuentas en Suiza. Canceló su visa de residente. Entregó la casa alquilada. Vendió las pertenencias que pudo y regaló lo demás.
“Fui la primera cubana en Suiza que habilitó su pasaporte, el mío y el de mi hijo. Deben haber puesto una placa con mi nombre por semejante locura”. Sus amigos no la apoyaron, de hecho le recriminaron su arrojo. Pero no le importó: arregló su partida. Le puso fecha y compró el boleto para regresar. Era el 15 de julio de 2004.
Había cargado con el máximo peso permitido: veinte kilogramos. No olvidó empacar el PlayStation 1 de Teo, que estaba prohibido meter a Cuba sin cumplir trámites rigurosos que ella se había saltado. Tampoco dejó tres vestidos para usar a su regreso, ni fotos y fotos y más fotos que se había llevado y ahora regresaban, ni los obsequios para su pequeña familia, algunos manteles y ropa para la madre, medicamentos y unos aparatos para medir la presión del padre, varios pares de zapatos para su sobrina. Chocolates. Y lo más importante, un secreto que iba a soltar después de los besos y abrazos de la bienvenida familiar: si estaba volviendo era para quedarse.
A punto de aterrizar recordó el mayor riesgo: que la detuvieran en el Aeropuerto José Martí de La Habana y la obligaran a abordar el avión de vuelta a Suiza, donde había cerrado su vida y ya no tenía derechos ciudadanos ni un techo donde dormir. El menor peligro era que la retuvieran en una prisión provisional para inmigrantes ilegales.
Al momento de enfrentar su miedo ante el control de migración tuvo un tropiezo que la dejó helada: el guardia de seguridad la detuvo por el PlayStation 1 de su hijo. Pero ella aprovechó para montar un teatro: “Es que nosotros venimos como turistas pero este niño, que no suelta el PlayStation, ay, me tiene más loca con ese asunto todo el día, y bueno, lo tuve que traer porque él quiere vacaciones con su aparato de videojuegos”. Hubo una pausa que parecieron dos, hasta que el guardia de seguridad se echó a reír y los dejó pasar.
Después del calor familiar, lo que vino fue la investigación jurídica para saber cómo podía quedarse, pues ella tenía la habilitación del pasaporte, pero eso le otorgaba el derecho de permanecer en Cuba solo durante tres meses.
A los días, ya en su hogar, debió certificar que un “jefe de núcleo”, es decir, el propietario de una vivienda, la podía acoger. Para eso, Reinaldo la estaba esperando en la misma casa que temieron perder en caso de haber abandonado la isla para siempre.
El 13 de agosto, en una dependencia llamada Inmigración Provincial, donde estaba la prisión para los ilegales, un oficial respondió a su solicitud de volver a vivir en su patria: “Tú sabes que eso no es posible”. Le pidió los documentos, y ella contestó: “No, yo no tengo documentos. Me llamo Yoani Sánchez y destruí mi pasaporte porque he venido para quedarme”.
¿De verdad había destruido el pasaporte? “Sí, porque mucha gente me había dicho que si mantenía el pasaporte me podían obligar a abordar el avión de regreso. Pero es que, oye, el oficial me dijo: ‘Tú sabes que eso no es legal, pero mira, chica, pide el último número ahí y haz la cola de los que llegaron pa’ quedarse’. Eso fue una sorpresa: había otros tres que estaban en la misma situación que yo pero por razones diferentes. Casos de repatriación.
Con ellos, que llevaban días en el mismo trámite, me entrené en ese breve espacio de tiempo. Me dijeron: ‘La prisión preventiva es aquí mismo y los colchones están de lo más buenos, pero no digas que tienes dinero porque si no te van a quitar ocho dólares diarios por estar presa. Y cuéntales que tienes un hijo menor de edad que está en la misma condición’. Ellos me mostraron el camino y gracias a que el padre de mi niño conservaba la casa pude salir de eso que consideraban un delito. Después tuve que ir durante varias semanas a firmar unos papeles”.
11. Internet para todos
Desde su regreso a mediados de 2004 y hasta febrero de 2007, Yoani y Reinaldo intentaron generar debate y discusión a través de una revista electrónica llamada Consenso, mediante la cual, explican ellos, pretendían incluir distintos matices de pensamiento en la realidad cubana.
Y de hecho lograron larguísimos intercambios de correos electrónicos a través de la intranet de su país, un privilegio para algunos sectores de la sociedad que disfrutan, por ejemplo, los integrantes de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), avalada por el gobierno. “Pero después de tres años nos desgastamos.
Nos dimos cuenta de que nos encontrábamos frente a tres posturas fundamentales. Primero, la gente no quería colaborar con la revista porque no pagábamos. Segundo, desconfiaban de nosotros, decían. ‘Bueno, si a estas personas les permiten hacer esta revista en internet puede que hasta sean de la Seguridad del Estado’. Y por último estaban los otros, que pensaban: ‘Cuidado, si colaboro con ellos me estoy marcando en negativo y voy a perder mi trabajo en la universidad o donde sea que esté’. Entonces comprendimos que a veces es imposible vencer”.
Para esa época, Sánchez seguía a duras penas, por la dificultad de conexión, dos blogs anónimos, uno sobre cine llamado La Pupila Insomne, y otro con un título cortazariano: La Isla al Mediodía, que publicó su primer texto en 2005. Ambos continúan activos y son escritos por cubanos, o así se presentan.
Fue entonces cuando a Yoani le entró el gusanillo de comenzar su blog y así no depender de terceros para registrar su propia mirada de La Habana. “Para ese momento habría cinco o diez blogueros en Cuba, no más. Yo le dedicaba mucho tiempo a la realidad virtual fuera de mi país y acabé pensando, casi como una prolongación natural, que debía sumarme a esa discusión tan vivaz sobre nuestro destino”.
El 4 de abril de 2007 sacó a la luz su primer post, titulado “Carteles sí, pero solo sobre pelota”, en el cual realizaba una crítica sutil a la decisión de permitir que los fanáticos del béisbol en Cuba pudieran desplegar consignas públicas en los estadios para apoyar a su equipo y atacar al rival. Cerraba el texto de esta manera: “Me puedo imaginar qué pasará si una vez concluida la final cuelgo en mi balcón un mínimo papel que diga: ‘Sí al etanol’ o ‘Internet para todos’ ”.
“Internet para todos”, eso dice, justamente, la calcomanía que tiene pegada en la puerta de su apartamento, junto a una pequeña bandera cubana.
Será por los más de 165.000 seguidores en Twitter que tiene hoy en día. O por los miles de comentarios diarios que generan las entradas de su blog Generación Y, junto a otros portales de la red. O por el talante de los mismos, según los cuales es la estampa fiel de la heroína ejemplar contemporánea o una farisea clásica. O por la campaña que ha impulsado el gobierno de Cuba y que la muestra como una apátrida y una marioneta de los intereses del sistema capitalista. Por todo eso. Incluso por menos, Yoani Sánchez, más que lectores, tiene actualmente fanáticos y enemigos.
Alcanza el arrastre de una artista pop o un político carismático: “La popularidad es innegable, pero no creo que yo sea un globo inflado a la fuerza por los premios o la prensa internacional, nada de eso ha potenciado este fenómeno de manera artificial”, aclara.
Han pasado siete años desde su regreso y, a pesar del éxito, la notoriedad, los premios y el dinero que alcanzó gracias a su blog, se niega a verse como el resultado de una fórmula de trabajo político. Sacude la cabeza ante cualquier intento de vinculación con el gobierno de Estados Unidos, e incluso, pese al apoyo mediático que consigue en Miami, América Latina y parte de Europa, reniega de cualquier posibilidad de optar a un cargo de elección popular, en el supuesto de que se instaure un verdadero sistema democrático en Cuba en los próximos años: “He visto de cerca la relación entre la pluma y el poder y todos los ejemplos han sido catastróficos. No es que vayamos a dejar la política en manos de tarados, eso sería lamentable, pero no tengo la dosis de cinismo para eso y me falta proyección pública. No me veo, no estoy ni cerca de querer ser presidenta, no me interesa”.
Su blog está traducido a veinte lenguas, incluyendo el coreano, el chino, el japonés, el persa, el lituano, el checo, el búlgaro, el holandés, el finés, el húngaro, el griego, el ruso y el rumano, entre otros. Los traductores son amigos virtuales, gente desinteresada que a veces ni siquiera conoce. Ante las suspicacias al respecto responde: “Yo he llegado a esto desde la autonomía personal y económica. Ganándome la vida como profesora de español pude financiarme las primeras horas de internet que me permitieron ayudar a hacer Consenso y después saltar al blog. En la medida en que el blog iba ganando, mucha gente me escribía al mail para saber cómo podían ayudarme. Siempre aparece una mano solidaria, yo pido en Twitter para que me ayuden a recargar el saldo, lo hago públicamente y de una forma transparente”.
Se ha hecho informática y programadora para hallar formas de sacar el máximo provecho a internet. Dicta clases sobre creación y mantenimiento de blogs, escribe libros técnicos por encargo, colecciona discos duros portátiles y siempre acepta cuando los turistas y visitantes que la buscan para conocerla –y cada vez son más–, le ofrecen una o varias tarjetas de acceso a internet desde los hoteles de La Habana, donde de otra forma debería pagar unos ocho dólares por hora.
“El otro día di un paseo a dos norteamericanos que al final me compraron una tarjeta de cinco horas. Eso puede durarme todo un mes si la administro bien, porque yo trabajo primero todo offline”.
En nuestro último encuentro, el sonido de un radio de onda corta en la fachada de un edificio desesperó a Yoani. Corrió al balcón de un piso bajo en el cual se encontraban otros amigos blogueros y un músico. Se asomó a la ventana, con preocupación. No vio a nadie y dijo: “Ésa era mi voz. Yo la oí, ésa era mi voz, ¿ustedes la oyeron?”. Todos asintieron, unos con más dudas que otros. Minutos antes me había dicho, mientras hablábamos de las contradicciones, que ella no se consideraba paranoica ni obsesiva, y que creía en el diálogo pese a los atropellos, golpes y procedimientos ilegales de los cuales ha sido objeto por parte del gobierno: “Mira, te digo que ellos actúan mucho en la sombra”.
Pasado el momento insistió en que, si bien no tenía ansias de poder político, había un proyecto que sí le quitaba el sueño y estaba programando ejecutar pronto: crear un medio de comunicación, digital o impreso, en el cual ella fuera la editora. “No quiero ser la dueña”, dijo, “ni creo que tenga recursos para eso. Lo haría junto a Reinaldo, y sus colaboradores serían nuestros amigos blogueros, fotógrafos, artistas y escritores, como ya lo hicimos en Consenso. Ése es mi proyecto personal, un nuevo medio de prensa en Cuba, basado en las pequeñeces, en lo comunitario y lo cotidiano, con una fuerte revisión del pasado y una necesaria proyección del futuro. Ya tengo hasta nombre y todo, pero no te lo digo. No te lo digo”.
La realidad de Cuba y la Habana
La maleta es rosada y grande, pesa 22 kilos. El morral es gris con naranja, va a la espalda, con una laptop dentro. El taxi acaba de marcharse, dobló por Escobar, una avenida larga y estrecha que respira el salitre del extenso malecón, a pocas cuadras, y se parece, con sus fachadas coloridas de edificios viejos y balcones, al resto de las calles de la populosa Centro Habana. No es de extrañar que se acerquen tres personas a preguntar si busco a alguien, si estoy perdido, si tengo dinero.
Espero a un moreno fornido de un metro ochenta con pinta de músico, beisbolista o boxeador, o militar. Porque se supone, a cuenta de prejuicios y lugares comunes, que los oficios exigen pinta y uno a veces termina creyéndoselo: los medios suelen tener más culpas que razones.
Al cabo de diez minutos baja un poeta, delgado y blanco, casi amarillo, como un vermicelli crudo. Suda. Hay en su rostro un rictus de preocupación. Mira a los lados. Saluda y sonríe. Usa lentes. Tiene el cabello largo y las manos rojas. Parece polaco, o croata. Quiere cargarlo todo. Adelanta que él está acostumbrado, y es verdad. Es de las pocas frases irrebatibles que escucharé en las dos semanas de recorrido a pie, de conversaciones con periodistas independientes, periodistas del diario Juventud Rebelde, ciudadanos que hacen vida en el malecón los fines de semana por las noches, abogados y médicos, profesores universitarios, editores, novelistas, disidentes, castristas, vecinos.
Así que es mejor escuchar y hacer silencio. Dejar que el poeta cargue la maleta rosada y sea él quien dirija la conversación y me ponga al tanto de lo que cree que necesito saber y todavía no intuyo. Dar la vuelta por las escaleras de caracol que suben por dentro, que son altas, de mármol y están partidas por el tiempo y la desatención, al igual que algunas ventanas, sin vidrios y, aunque parezca mentira, una decena de telarañas enormes que se instalan en los ángulos oscuros de las paredes. Como la mayoría, estas escaleras llegan hasta una pequeña puerta que se abre. Es de madera y está rota, carcomida por cualquier organismo vivo, como las químicas derivaciones del oxígeno. Luego de la penumbra de cuatro pisos en círculo con su vacío al medio, la luminosidad del sol entra en la retina como flecha y se siente.
Bienvenidos a la terraza.
Aquí estaré durante siete noches con sus madrugadas, y una que otra tarde, después de una breve estancia de tres jornadas y media en un hotel turístico donde se encuentran reunidos poetas y escritores de varias nacionalidades, celebrando un festival literario que organiza la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC); y antes de partir al Nuevo Vedado, una urbanización menos popular que Centro Habana, donde me quedaré otros tres días –porque es mejor moverse que ser movido– en un apartamento compartido con dos habitaciones y dos baños, calentador y, dependiendo de la suerte, una hora diaria de conexión a Internet.
Ese de allí es el tendedero, un alambre de dos metros de largo a la altura de una frente adulta. Presten atención, porque él me va a enseñar algo.
Hacia allá está el malecón, hacia el lado opuesto, los topes de varias edificaciones en ruinas, dispersas entre el laberinto de materiales oxidados, ropa y escombros casi indescifrables desde este punto, mientras más se aleja la vista.
Esto que ven aquí es el pupú del perrito que vive al lado. Sí, en la terraza hay tres departamentos, son pequeños, igual que el perrito, que entra en cualquiera si ve la puerta abierta. En todos vive gente, en todos viven niños. No se acerquen mucho, ya lo vamos a recoger con una pala de plástico.
Allá está el Hospital Hermanos Almeijeiras, un edificio de quince pisos que, según me informan, fue un banco. Por lo tanto es medio caótico, porque no fue construido para albergar pacientes, sino para crearlos. Como sea, es nuestro punto de referencia para ubicarnos en las inmediaciones. Esa es la calle San Lázaro, más allá está el final de la turística avenida 23 y, al fondo, el Hotel Habana Libre, otra referencia para los peatones, pues es el gigante hotelero, uno de los edificios más altos de la ciudad.
El cuarto, dividido en dos, tiene el tamaño justo para aceptar sus posesiones, un mobiliario austero que se mantiene con cierta dificultad. En la entrada hay un estante con libros, una mesa mínima con su gaveta, una cama individual y un portarretrato con la foto de una mujer. A su lado, otra foto; en ella aparece un niño de alrededor de un año y medio; ellos viven aquí, ambos, pero se han ido esta semana con la abuela para dejarme su lugar. El poeta, esposo y padre, se queda conmigo, eso sí.
Enseguida está la cama donde dormiré. De cabecera, otros libros. Justo al lado, un pequeño radio AM-FM que ganó el poeta hace años en un concurso –cuando rememora la historia se le ven los dientes entre el rubor y el deseo de mostrar su buena estrella junto a la resignación. El pequeño radio apenas funciona, estacionado en una emisora curiosa que da la hora entre promociones de acciones políticas estatales y canciones, y que se hace más curiosa cuando las voces femenina y masculina que marcan el paso del tiempo, se equivocan y corrigen. Es lo que hacen: “tres y cuatro minutos. Tres y siete minutos. Tres y doce minutos. Perdón, ya son las tres y trece”. La música, clásica y tradicional, es lenta, relajante.
A la derecha hay un estante con más espacio que ropa. Sobre él, un sombrero viejo de paja. Siguiendo: Una nevera. Un lavaplatos. Dos hornillas de las que solo encenderé una para preparar café. Un pipote lleno de agua. Una ventana con un velón y el horizonte azul donde se funden el cielo y eso que el poeta cubano Virgilio Piñera llamó “la maldita circunstancia del agua por todas partes”.
Dividida por una pared de ladrillos con sus huecos, hay otra habitación de un metro cuadrado que es ocupada casi en su totalidad por una poceta sin tapa y una cubeta de metal. Ese es el baño. Y el lugar para ducharse.
Salgamos de allí un momento.
En Cuba hay dos monedas: Pesos cubanos y Pesos convertibles. Estos últimos se llaman CUC. Un dólar americano equivale a 0,80 CUC. Y un CUC equivale, aproximadamente, a 24 pesos cubanos. No es necesario el esfuerzo por entender la conversión, solo aclarar que no es posible pagar en dólares, ni en euros –desde 2004 nadie los acepta– y que hay casas de cambio para cualquiera que lo desee, con filas de diez a treinta y cinco a doscientos minutos, depende de tantos factores, y hoteles cinco estrellas donde es posible hacer la misma operación con mayor comodidad si el pasaporte te identifica como extranjero.
Los hoteles vienen a ser en La Habana las embajadas del capitalismo: si naciste en el sistema y tienes para pagar, puedes. Hay, dispersas en zonas dedicadas al turismo, tiendas de ropa de reconocidas marcas internacionales, como Adidas, por citar una. Ir con un promedio de 50 dólares americanos diarios a Cuba, significa terminar viviendo –matemáticas por delante– con un promedio de 40 CUC al día. El salario promedio al mes de un habitante en este país es de unos 427 pesos cubanos, es decir: unos 18 CUC.
Parece fácil vivir dos semanas con lo mismo que un cubano gana en promedio durante un año y medio. Pero no lo es. Y no lo es, sobre todo, porque aquí hay una trampa, o más bien dos: el turista tiene más derechos que el cubano, pero por ello paga y paga más, en tarjeta o efectivo; y el cubano se las ingenia para obtener dinero de otras fuentes, sean cuales sean, y una de las principales en La Habana es el turismo. Y los turistas.
Es lo que el poeta está haciendo conmigo: me alquila su espacio durante una semana, a un precio módico en comparación con un hotel de cuatro estrellas, porque cuesta un poco menos de la mitad, y gana con ello la posibilidad de acomodar su espacio, para que su esposa y su hijo tengan un ventilador, por ejemplo. Un ejemplo real: lo acaba de comprar luego de mi primer pago y ahí está, dando vueltas.
Antes de seguir, una observación necesaria, para hospedar a cualquier extranjero en su hogar, los cubanos necesitan una licencia que este poeta no tiene. De modo que si descubren que estoy allí y le avisan a alguien de la seguridad del Estado o a una institución con capacidad para regular estas ilegalidades, le pueden hacer una inspección, colocarle una multa severa en CUC, o enfrentarlo a un proceso penal. Esto lo aprendo casi al final de mi estadía en el pequeño espacio del poeta, me lo dice la polémica bloguera Yoani Sánchez, una de mis razones para haber aterrizado en La Habana.
Juan Juan Almeida, otro de los blogueros a los que voy a entrevistar, me recomienda que no lo llame ni a él; ni a Yoani; ni a las representantes de las Damas de Blanco, un movimiento de mujeres que para este momento, últimos días de mayo de 2010, todavía marchan domingo tras domingo luego de la misa mañanera en el Municipio Miramar, con un gladiolo en la mano, y se visten de blanco para reclamar por la liberación de sus familiares o esposos, presos políticos de la llamada Primavera Negra desde 2003 (fruto de la presión de estas mujeres, de la prensa internacional, y luego de la mediación de la iglesia católica y la Unión Europea, estos presos serían liberados poco a poco, apenas un mes después. La mayoría se marchó a España).
Me pide Juan Juan Almeida (quien luego de hacer una huelga de hambre que iniciaría también un mes más tarde, y que extendería hasta perder sus buenos quince kilos, vive hoy en Miami junto a su familia) que tampoco llame a cualquiera de los potenciales entrevistados que yo considere que tienen una postura contraria al gobierno de los Castro y lo manifiestan públicamente.
“¿Por qué?”. “Obvio: para evitar la posibilidad de meter al chico que te hospeda en problemas”.
Como llamo por igual a castristas y anticastristas, decido no hacerle caso, pero termino por entender la expresión nerviosa de mi anfitrión al verme en el umbral del edificio, el mediodía de mi llegada, parado con esa facha de turista de lentes oscuros junto a una enorme maleta rosada.
El poeta es un hombre cansado, con deseos de sentirse mejor. Poco a poco se suelta y comienza a darme sus opiniones: lo bueno, lo malo, lo bonito y lo feo. Habla de su hermano, que se casó con una extranjera y vive en España. Habla del interior del país, donde, me asegura, hay menos recursos, menos transporte, menos luz. Habla de los lugares que no debería dejar de ver. Habla de Hemingway, de la salud, del peso del Estado que es total y aplasta al individuo, de Martí. De la falta de agua. Se disculpa por no tener televisor. Somos latinos, decimos: siempre buscamos los lugares comunes para terminar abrazados. Ganamos un mínimo de confianza. El segundo día surgen las ganas y con ellas la pregunta: “Disculpa si soy muy directo, pero ¿tienes papel higiénico?”. Al poeta se le quiebra la expresión, pero se ríe. Dice: “la cosa está del carajo. No he conseguido. Pero toma aquí”.
Aquí. Una guía telefónica a la que faltan muchas hojas y ahí voy, camino al hotel del que me fui hace un par de días para usar el baño del lobby. No estoy de turismo, pese a lo que aseguré en el aeropuerto cuando entré, pero soy extranjero y como estoy en La Habana, donde al turista le preguntan menos y tiene acceso libre a casi cualquier lugar, me siento con derecho.
De regreso a la habitación, por la noche, destaca sobre el aro de cerámica de la poceta un flamante rollo de papel higiénico. Es mejor agradecer en silencio, sin decir algo que pueda avergonzar al propietario, que ha hecho todo lo que está a su alcance para hacerme sentir cómodo, y lo ha conseguido. Incluso ha comprado un litro de leche. Para él, un lujo.
Hurgo entre mis cosas y saco una bolsa con el logo de una extendida cadena de farmacias en Venezuela. La amarro de cualquier lugar posible para echar los desperdicios, algo de lo que se habla poco, por educación, pero también algo que hacemos todos, capitalistas, comunistas, burgueses, poetas y presidentes.
Sigo en mi periplo habanero. Aprendo a abordar los carromatos enormes, antiguos corsarios modernos del lujo automotriz, ahora sostenidos con motores y piezas mecánicas de cualquier marca, que sirven de transporte público por puesto para los cubanos, y tienen rutas preestablecidas y cuestan tres o cuatro veces menos que un taxi.
Me mezclo con canadienses y franceses y alemanes y españoles. Recorro el malecón de cabo a rabo, ida y vuelta. Busco comida para pagar en Pesos Cubanos. La consigo en 20, en 25, en 30: Panes vírgenes con una milanesa de cerdo, de pollo o de pescado en el medio, más una vinagreta con sal, más un jugo de piña, o dos. Arroz con frijoles y otra vez milanesa, y plátano. Papas rellenas, pero con poca, muy poca tocineta. Mini pizzas con queso.
Pruebo barquillas de un Peso cubano que se derriten con una fugacidad brutal. Lo notable no es la metáfora del calor, sino saber que con el equivalente a un dólar americano, me podría comprar hasta veinte de esos helados. Nunca consigo servilletas en la calle, así que suelo llevar los dedos manchados con algún pegoste seco de grasa o de dulce. Me conecto a Internet desde el Gran Caribe Hotel Saint John’s, también hago llamadas desde uno de los dos teléfonos públicos ubicados en la acera de enfrente. Y espero.
Aquí todos esperan por algo y hacen filas y muchos fuman; aunque no esté permitido y haya señales, es posible ver que se fuma en cada uno de sus dominios. Hablo con estatuas, me pierdo, derivo durante horas y kilómetros, voy a cafés, a la sede de la Escuela de Comunicación de la Universidad de La Habana, realizo las entrevistas en hoteles, en restaurantes, en plazas, en lugares públicos, apartamentos. Las grabo, las digitalizo.
Me asombro con la inteligencia y la claridad de la mayoría, sobre todo de la joven profesora Elaine Díaz, quien ha estudiado formalmente el tema de la comunicación en las redes digitales. Escribo. Me encierro a tratar de comprender no la ciudad, que siempre va a resultar inabarcable en pocos días, sino lo que me dicen aquellas personas que acabo de conocer, esa necesidad angustiosa de compartir ideas, consejos, lecciones, secretos, de hablar bajito a veces y otras gritar, de revisitar su presente y su historia y dar la espalda y seguir como si nada, o como si todo, porque siempre hay algo que resolver.
Y esto es lo único que me queda para tratar de ubicarme en su realidad de comunismo caribeño: Algunos, en realidad la mayoría de aquellos con quienes converso durante más de dos horas, tienen críticas severas hacia los representantes del gobierno, otros tienen sus críticas, cómo no, pero consiguen en este sistema las bondades que no imaginan o no conocen o no han visto en países capitalistas. Unos menos, solo dos personas, de hecho, confían ciegamente en que, en líneas generales, Cuba está muy bien y además va a mejorar.
Educación, salud, deporte son temas para el debate; sin embargo, todos coinciden en algo: Hay escasez. Falta la comida. No alcanza el dinero. Así que sus innegables problemas, y los más grandes, según los testimonios no de la mayoría, sino de cada uno de los cubanos que se abren para hablarme de su situación y la del país, son económicos. No políticos. Incluso a pesar de que estas dos categorías suelan funcionar como siamesas.
Ya en Marianao, una urbanización no tan céntrica y turística como Vedado o Centro Habana, con casas pequeñas y menos cemento en las aceras, me toca ver los rostros pasmados de una quinceañera y su madre que abren los ojos, brillantes, ante unos pocos vestidos de regalo que les envía una amiga extranjera. Y va el desfile frente a mí para que vea las galas, mientras de la televisión surge una película de cine negro con mala señal y la abuelita se queda dormida sobre un sofá que debe tener la edad de ella.
No es propio de un texto periodístico serio andar de generalización en generalización, y de sensibilidad en sensibilidad, pero no me frenen, prefiero que me acusen de impreciso y cursi, y no de pasivo, o de cobarde, o peor aún, de pretencioso y pulcro. Si tenemos cinco sentidos es para usarlos: cuando digo que la cordialidad, la gallardía y la nobleza de los cubanos es palpable, como lo hago ahora, es porque huelo la comida que gentilmente quieren compartir conmigo, es porque escucho sus canciones a capela, porque siento el frío del hielo que se les acaba, porque pruebo el ron que me obsequian y tengo entre mis manos los libros artesanales y las revistas que a ellos les cuesta más trabajo y más dinero que a otro latinoamericano imprimir, pero lo hacen y sienten orgullo y por eso la regalan; porque miro la alegría triste de sus expresiones cotidianas.
A las diez de la noche, como en los últimos dos días, llego a la azotea y me asomo por todos sus costados, para intentar reconocer la ciudad desde lo alto: Una vez más el mar, la brisa que apenas refresca, el contraste que crea en el ambiente la existencia multicolor de unos edificios que han sido lavados por el tiempo, las ruinas, la gente. Al lado, en otro de los cubículos-apartamentos, tres integrantes de una familia ve un programa alrededor de la TV. La puerta está entreabierta. Solo se ven sus piernas. Busco al perrito y no está. Tengo ocho días en la capital de Cuba y cinco en Centro Habana. Todavía me queda una semana y un docena de entrevistas por hacer. Tengo ganas de silbar.
La brisa, dije la brisa. Apenas refresca, pero allí está el tendedero y en él reconozco algo que se mueve y suena. Me acerco, en efecto, silbando, y aunque de entrada no quiera creerlo, lo comprendo de inmediato. El logo, el de la extendida cadena de farmacias en Venezuela. Alguien, no sé si el poeta o uno de los vecinos, y no lo voy a preguntar pues me parece innecesario y estúpido, ha recogido la bolsa con sus desperdicios. Los ha vaciado en algún lugar. La ha lavado. La ha puesto al sol, para que se seque, para volver a darle uso.
Y yo estoy aquí para ubicar a los blogueros más activos y políticos de la Habana.
Quiénes se opusieron a la Ley SOPA y PIPA
Si bien es cierto que los proyectos de ley SOPA y PIPA generaron fuertes reacciones entre los usuarios de la Red, quienes protestaron fuertemente a través de las redes sociales como Facebook y Twiiter, estos hechos no fueron los únicos que influyeron en la derrota de las dos leyes. Según informa Fortune, la acción política directa y el lobby ejercido por la industria tecnológica fueron dos aspectos clave en la decisión tomada por Lamar Smith, senador que promovió el proyecto.
Google, Twitter, Yahoo!, eBay y Wikipedia fueron los primeros en manifestarse en contra de la ley por medio de una carta abierta. A ellos se sumaron empresas como Go Daddy y Microsoft, la compañía que horas antes del apagón anunciado por Wikipedia, dijo que no estaba de acuerdo con la redacción del proyecto aunque no siguiera las acciones de protesta que adelantaron otras empresas.
Un total de 145 empresas y organizaciones presionaron a la Cámara de Representantes mostrando su posición en contra de la ley SOPA y 157 grupos de lobby mostraron su posición en contra de su proyecto hermano en el Senado, la ley de Protección de la Propiedad Intelectual (PIPA).
Aunque los opositores coincidieron en que la protección de contenidos es una meta necesaria, argumentaron que la forma en que las leyes fueron escritas promovía eficazmente la censura y podría traer consecuencias perjudiciales para Internet.
Pero la industria de la tecnología no fue la única que hizo lobby frente al tema, pues la Casa Blanca también se manifestó en contra de la ley, primero el presidente Barack Obama puso el pasado 14 de enero en su cuenta de Twitter que no apoyaría nada en lo que se restringiera la oportunidad de crecimiento para empresas, y después publicó un comunicado en su blog oficialcon el mismo sentido.
Lee Drutman de la Fundación Sunlight de Estados Unidos declaró que “la historia de David y Goliat” en la victoria sobre SOPA y PIPA es fundamentalmente un mito. Drutman asegura que mientras la Asociación de la Industria Cinematográfica Estadounidense (MPAA por sus siglas en inglés), gastó un total de 1.300 millones de dólares en los tres primeros trimestres de 2011 en todas sus actividades de ‘lobbying’, en ese mismo periodo Google gastó 7.1 millones de dólares en el mismo rubro.
Pese a que nada de lo anterior pretende minimizar el efecto de las protestas de los usuarios, la suma del desacuerdo demostrado a través de las redes sociales, los apagones de varios sitios web y el lobby de las grandes compañías opositoras, fue lo que llevó al fracaso a las dos iniciativas. Además, este hecho pudo demostrár que la industria tecnológica es bastante influyente en el Congreso de Estados Unidos.
miércoles, febrero 01, 2012
martes, enero 31, 2012
VIDEO CON MARIA (VOTA DURO)
En este video María Corina Machado es entrevistada en la RADIO, por la MEGA.
Comandante Fidel Castro
La Habana, Cuba
Sr. Castro,
Me dirijo a usted en la oportunidad de responder a las alusiones que hizo de mí en sus Reflexiones sobre “La Genialidad de Chávez” del 26 de enero pasado.
Me referiré a dos aspectos de su escrito: el que se refiere a mi intervención en la Asamblea Nacional y el relativo a sus opiniones sobre la política venezolana. El presidente Chávez intentó usar su presentación en la Asamblea para dos propósitos muy evidentes. En primer lugar, para mostrar un país de paz y prosperidad que no existe. Venezuela, con todos sus recursos humanos y naturales, vive los embates de la pobreza, el crimen y la humillación; en segundo lugar, quiso utilizar a los diputados de la oposición para mostrar al mundo un juego democrático que ha sido vulnerado por su gobierno, mediante el control abusivo de todas las instituciones del Estado y la represión hacia la disidencia.
Frente a esta manipulación y la indignación que me produjo, tomé la palabra para denunciar que no existe ese país que describió Chávez y que, por el contrario, está signado por la escasez y el racionamiento, el crimen desatado y la acción vil e impune del Estado, que roba la propiedad privada mediante la figura de las expropiaciones. Por eso, cuando pronuncié la frase “expropiar es robar”, los venezolanos en su mayoría, sobre todo los más humildes, se sintieron expresados. No fueron frases que pusieron a prueba, como usted dice de Chávez, “su caballerosidad y sangre fría”, sino su engaño y el teatro que escenificaba hasta el momento de mi exposición.
Usted asegura que “solo él fue capaz de responder con serenidad al insultante calificativo de 'ladrón' que ella utilizó para juzgar la conducta del Presidente por las leyes y medidas adoptadas”. Yo dije que expropiar es robar y lo sostengo. Fue el propio presidente Chávez quien se autocalificó de “ladrón” al asumir personalmente la responsabilidad de las expropiaciones, que son robos apenas revestidos de un barniz jurídico en el régimen actual.
Tan importante es la propiedad que después de medio siglo, Cuba, de la mano de su hermano y Presidente, la ha redescubierto en su programa de reformas. -
Tampoco es verdad que, como usted asegura, Chávez “respondió a la solicitud individual de un debate con una frase elegante y sosegada "Águila no caza moscas", y sin añadir una palabra, prosiguió serenamente su exposición.” En ese momento el presidente Chávez perdió la compostura, su manoseada frase sobre águilas y moscas es una grosera manifestación de desprecio hacia sus interlocutores, que fue aderezada con una expresión según la cual yo no tengo “ranking” para debatir con él. Sólo un déspota considera que un parlamentario elegido por el pueblo no tiene credenciales para discutir con el presidente de su país.
Pero en el fondo tiene razón el Presidente Chávez: él y yo estamos en niveles muy distantes en cuanto a la moral y los principios.
Lo que usted, señor Castro, elude, es que mi interpelación al presidente Chávez expresó lo que un país hastiado de un régimen autocrático quiere decirle. Estas opiniones suyas no pasarían de ser la consabida lisonja que usted suele prodigar de tiempo en tiempo a Chávez si no fuera porque se atreve a incursionar en el debate político venezolano, como muestra del intervencionismo sistemático de su gobierno en los asuntos internos de mi país.
Señor Castro, usted intervino en Venezuela en la década de los 60, cuando personal militar a su servicio pretendió imponer un régimen en Venezuela como el que usted impuso en su país. Las autoridades civiles y las Fuerzas Armadas de entonces lo derrotaron a usted, del mismo modo que las democracias latinoamericanas lo hicieron en toda la región. Su agresión causó muertes, incluyendo la de tantos jóvenes venezolanos que se hicieron ilusiones con su revolución.
Más adelante, una vez derrotado y abandonado por la Unión Soviética, los demócratas latinoamericanos le abrieron a su régimen las puertas a la comunidad regional a condición de que iniciara un proceso de democratización. Uno de los que le facilitó ese reingreso fue el presidente Carlos Andrés Pérez, con quien usted se solidarizó cuando ocurrió el golpe de Estado del teniente coronel Hugo Chávez.Los venezolanos recordamos la carta suya al presidente Pérez en la que le decía: “En este momento amargo y crítico, recordamos con gratitud todo lo que has contribuido al desarrollo de las relaciones bilaterales entre nuestros países y tu sostenida posición de comprensión y respeto hacia Cuba. Confío en que la dificultades serán superadas totalmente y se preserve el orden constitucional, así como tu liderazgo al frente de los destinos de la hermana República de Venezuela”.
Así se desmarcaba usted del golpe de estado de Chávez y expresaba su solidaridad al entonces Presidente, cuando su interés era retornar de algún modo a la comunidad latinoamericana debido a que los soviéticos habían dejado a su país sin oxígeno.
Sin embargo, más adelante encontraría un nuevo auxilio. Usted se prestó a darle una credencial revolucionaria a quien no habría pasado de ser uno más de los militares golpistas de América Latina a cambio de recibir colosales recursos de nuestro país que le son negados a los ciudadanos venezolanos. Si en los 60 usted invadió a nuestro país en contra de la voluntad de su liderazgo civil y de las FAN, ahora lo hace porque el gobierno del presidente Chávez le ha entregado nuestra soberanía. Su ataque a Rómulo Betancourt no puede ocultar un hecho que está inscrito en la historia: Betancourt lo derrotó a usted política y militarmente, su reconcomio por esta fatalidad es evidente.
No podía esperarse en sus consideraciones nada distinto al reconocimiento al general Henry Rangel Silva, recientemente promovido al cargo de ministro de Defensa de Venezuela. Es un militar cuestionado nacional e internacionalmente; en el exterior por supuestos vínculos con la guerrilla y el narcotráfico; dentro de Venezuela por haber amenazado en no reconocer el triunfo de las fuerzas democráticas en las próximas elecciones. Este oficial no representa a los militares institucionales de Venezuela, ni la protesta mayoritaria de éstos en contra de la invasión cubana a nuestra FAN.
Usted ha invocado muchas veces como razón de su rebelión en la década de los 50 la intervención de los EEUU en su país durante más de la mitad del siglo XX. Usted ha sido crítico de la forma en la que los soviéticos, a sus espaldas, negociaron a Cuba en el marco de la Guerra Fría. Muchos cubanos todavía resienten la grosera participación de los soviéticos en la dirección del Estado cubano durante tres décadas.
Usted, que sabe eso, podría imaginarse la indignación que produce a los venezolanos ver a cubanos enviados por su gobierno en las más altas esferas del Estado, en las instalaciones militares, en el Palacio presidencial, en los cuerpos de seguridad, en registros y notarías. Imagine la humillación que sienten los oficiales de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana al recibir órdenes de extranjeros como los oficiales cubanos, quienes invaden nuestras instalaciones militares.
Venezuela ha sustituido a la Unión Soviética como sostén de Cuba, mientras aquí hay miles de refugiados que vieron sus viviendas destruirse y el gobierno no ha hecho nada para remediarles su situación. Su gobierno recibe –que se sepa– más de 110 mil barriles diarios de nuestro petróleo en forma de regalo, supuestamente compensado con servicios que no valen lo que cuesta producir el petróleo. Su régimen hace triangulaciones de negocios que encarecen lo que Venezuela importa y les permiten a ustedes una grosera e innecesaria tajada de comisiones.
Chávez y ustedes han logrado que lo que ha sido la tradicional amistad entre cubanos y venezolanos, hoy esté atravesada por el resentimiento y la sospecha. Esa amistad volverá pero una vez que cese la invasión de funcionarios de su país al nuestro.
Usted invocó en su revolución la necesidad de luchar contra los cipayos que en su país propiciaron la intervención foránea durante décadas. Nosotros hoy luchamos contra los cipayos que en Venezuela han propiciado la intervención del gobierno cubano en la dirección de nuestro Estado y nuestra sociedad.
En el futuro seremos países amigos pero jamás aceptaremos la permanencia del status-quo que les ha permitido la anexión institucional de nuestro país al suyo. Tenga la seguridad de que mi gobierno estará comprometido con el pleno retorno de la democracia a Cuba.
Comandante Castro, deje de intervenir en los asuntos internos de Venezuela. Hágalo de buen grado o las fuerzas democráticas de Venezuela se lo volverán hacer entender como hace 50 años.
María Corina Machado
DILMA Y LA SANCHEZ
Desde CUBA...estamos esperando que la presidenta de Brasil no solo le otorgue la VISA para viajar a RIO a Yoani Sánchez la BLOQUERA persistente, sino que le consiga el permiso para hacer ese viaje y ver la película donde ella es parte del film.
LA RED Y el TWITTER
Censura y apagones en la red
por Héctor Abad Faciolince
31 de Enero, 2012
LA WEB, LA RED, W3, WWW, eso en lo que ahora se nos va —fascinados— la mitad de la vida, es básicamente un misterio. No sólo para mí, que soy un ignorante al respecto, sino incluso para los ingenieros, matemáticos y físicos que día a día la diseñan, la agrandan y la mantienen viva. Un gran cerebro colectivo, la máquina más poderosa que se haya creado en la historia humana, una extraña hidra con muchas más cabezas que la hidra.
El tamaño de la información que ahí circula, que ahí se deposita y se transforma es inimaginable. Algo que nos supera y que, sin embargo, usamos cada día con sed, con fe, y sin ponerla en duda: por virtual que sea, parece tan real como esta mesa donde escribo sobre ella. Y al escribir le añado un grano de arena, porque aunque todo vaya a dar en la Mar, que es el morir, mientras eso nos pasa, todo va a dar en la Red, que es el vivir.
Esta rara maravilla ha sido también, hasta ahora, una fiesta de libertad. Lo bueno, lo malo, lo criminal, lo asqueroso, lo mediocre, lo sublime, lo perfecto, están ahí: desde las Variaciones Goldberg, hasta las más sabrosas o las más sórdidas páginas porno; desde las novelas de Tolstoi y las noticias de los mejores periódicos del mundo, hasta la propaganda mentirosa de Anncol o los trinos salvajes de los calumniadores de oficio. Desde las cámaras escondidas de los pederastas y las instrucciones para hacer bombas de los asesinos, hasta las instrucciones poéticas de Cortázar y la cámara mágica de las películas de Visconti. Tanta libertad, por supuesto, a algunos no les gusta. Lo de siempre: “Eso no es libertad, sino libertinaje”, dicen, y quieren controlarla.
Hace poco hubo una novedad histórica en la red: el primer blackout o apagón de una de las páginas líderes de internet, la de Wikipedia en inglés, esa exaltante actualización colectiva y gratuita de una de las más liberadoras ideas de Diderot y de la Ilustración. Pues sí: el pasado 18 de enero Wikipedia cerró sus páginas como una manera de protestar por dos iniciativas de control a la Red que se discutían en el Congreso de Estados Unidos. La protesta era legítima pues, bajo la apariencia de perseguir a los piratas, esas propuestas de ley parecían más bien un caballo de Troya para limitar la libertad que tenemos los usuarios de informar y de compartir contenidos a través de internet.
Si yo le enviaba a una amiga una canción, un video o un artículo de un periódico, podía estar violando leyes de derechos de autor, mi correo podía ser bloqueado y yo mismo perseguido como pirata. La discusión fue aplazada y esta batalla, por ahora, no se ha perdido. Es mucho mejor que sigamos con la regulación imperfecta que hay ahora a que haya una regulación abusiva e invasiva como la que querían imponer.
Esta semana se presentó un caso distinto e igual de grave. Ya no una iniciativa estatal, sino una iniciativa de una gran red social, Twitter, que quiere ponerse de acuerdo con los gobiernos totalitarios de algunos países para bloquear ciertas opiniones indeseadas. En su blog oficial, Twitter anunció un cambio de política: “Vamos a entrar en países que tienen ideas distintas sobre los límites de la libertad de expresión”. Con este eufemismo falaz (la palabra es censura), aceptarán que algunos gobiernos les digan a qué usuarios bloquear para que no puedan opinar.
Hay quienes sostienen que esta vergonzosa aceptación de la censura estatal tiene que ver con un nuevo accionista, el príncipe Alwaleed bin Talal, de Arabia Saudí, que compró por 300 millones de dólares el 3% de la compañía. No me consta. Más bien parece tener que ver con algo mucho más serio: la entrada en China. Es para congraciarse con gobiernos autoritarios que Twitter —desde adentro— está traicionando la filosofía libertaria de la web. Pero la red es una hidra que seguirá viva aunque caiga la cabeza de Twitter. Y llegará un momento en que, incluso en la China, ya no habrá manera de parar la libertad.
lunes, enero 30, 2012
Douglas bravo opina sobre Carlos Escarrá
Ayer me vine a enterar que ese tipo y que militaba en el Partido Comunista. Que brío!!!!! Será en el partido comunista del Vaticano.
A los Escarrá los conocí desde más de 30 años. Carlos era Adeco y Hermán era copeyano (abogado del Frente Trabajadores Copeyanos). Carlos era el académico, brillante abogado. Venían de abajo. Sus padres hicieron un titánico esfuerzo por ponerlos a estudiar en la UCAB. Era excelente como profesor y cordializaba con muchos de sus alumnos, especialmente los hijos de dirigentes políticos de la IV República (Alvaro Lusinchi, Enrique Machado, Mauricio De Sola, Gilberto Carrasquero, Gustavo Pardi, Maria Luisa Herrera).
Cuando Chávez agarró la bandera de la constituyente, los hermanos Escarrá se montaron en ese entorno, los utilizaron junto a otros abogados constitucionalistas como Combellas y Brewer Carias. Chavez y su entorno, los utilizaron hábilmente y después todos ellos marcaron distancia de Chávez. Los dos hermanos Escarrá también se retiraron y meses mas tarde Carlos fue el único que regresó arrepentido.
Su reaparición en las filas del chavismo después del Carmonazo fue con un nuevo perfil, asumiendo un rol más radical, atropellador, grosero, rabiosamente fanático, insolente y jala bolas. Actitudes que le hicieron perder el respeto y la consideración de hombre correcto, equilibrado, serio y justo, que había demostrado en un pasado.
El poder lo pervirtió y lo torció en su camino. Su locura y fanatismo ciego lo llevaron literalmente a denigrar de el Alma Mater de la universidad privada que lo cobijó, como alumno "becado" porque era estudioso y aplicado, y después como profesor. Sus compañeros profesores y sus alumnos, que en alguna época lo alabaron por buen maestro, le ofrendaron un "pupitrazo" de repudio.
Hace unos años atrás personas que lo conocimos, ahora solo tenemos lástima por Carlos Escarrá. El muchachito que venia de abajo con mucho esfuerzo se graduó en la UCAB, universidad privada que lo beco; universidad privada que le dio su primer empleo; universidad privada que lo dio a conocer como abogado competente, capaz y serio; y universidad privada en la que gracias a su "borrachera de poder" utilizó como retrete del excremento ideológico del proyecto autoritario que ayudo a edificar.
Terminó su existencia sin pena ni gloria, como Lara, Tascón, Russián, Anderson, Lina Ron, García Ponce y Muller Rojas.
Quizás algún recinto penal llevará tu nombre, o tal vez una ley o reglamento autoritario lleve tu imagen. Pero la realidad es que él cerro tu existencia, destruyendo su propia reputación.
Con el fusil de mi pensamiento y con los proyectiles de la conciencia revolucionaria y libertaria de las palabras, le digo adios.
Douglas Bravo
Que pasará a los 71 días ?
DECESOS
02/07/2010: La noticia del fallecimiento, debido a un infarto, del mayor general Almidien Acosta Moreno, jefe de la Guarnición Militar del Zulia y exjefe de la Casa Militar, sorprendió al país.
(transcurrieron 40 días)
12/08/2010: El polémico diputado Luis Tascón, quien publicó la lista de solicitantes del referendo revocatorio presidencial de 2004 e impulsó la aprobación de la Ley Orgánica de Emolumentos, murió a causa de un cáncer.
(transcurrieron 2 días)
14/08/2010: El exvicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), general (r) Alberto Müller Rojas, falleció tras permanecer varios meses enfermo.
(transcurrieron 29 días)
10/09/2010: El país se fue a la cama con la noticia de que el gobernador de Guárico, Willian Lara, se encontraba desaparecido luego de que el auto donde se desplazaba cayera de un puente a un río de la entidad llanera. Horas después las autoridades informaron que encontraron el cuerpo sin vida del expresidente de la AN.
(transcurrió 1 día)
11/09/2010: Cuando los venezolanos aún no se recuperaban de la noticia del fallecimiento del gobernador del estado Guárico, conocieron del deceso del miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999 y fundador del diario Vea, Guillermo García Ponce, quien había permanecido varias semanas convaleciente.
(transcurrieron 71 días)
21/11/10: Se conoció de la muerte de la exministra del Trabajo y exembajadora en Alemania, Blanca Nieve Portocarrero, quien batalló contra el cáncer.
(transcurrieron 104 días)
05/03/2011: Venezuela se sorprendió con la noticia del fallecimiento, a causa de un infarto, de la fundadora del partido Unidad Popular Venezolana y dirigente radical Lina Ron.
(transcurrieron 105 días)
20/06/2011: Tras permanecer varias semanas convaleciente debido a un accidente cerebro vascular, el contralor general de la República, Clodosbaldo Russián, expiró en la ciudad de La Habana (Cuba), a donde fue trasladado por sus familiares con la esperanza de que pudiera recuperarse.
(transcurrieron 215 días)
26/01/2012: Fallece Carlos Escarrá.
Ahora saquemos un promedio:
(40+2+29+1+71+104+105+215)/8 = 71 días
Aplicando este promedio y conociendo que el innombrable ya tiene fecha de vencimiento, podemos predecir que eso sucederá dentro de 71 días, es decir el próximo 6 de abril.
POBREZA EN LA UE (Clase media-media y baja)
Dimitris Pavlópulos tiene una pensión de 550 euros al mes, y un desembolso en medicinas que ronda los 150. El recorte de subvenciones en gasto farmacéutico le obliga a elegir entre comprar un litro de leche (1,5 euros) o una de las recetas que su enfermedad demanda, porque le es imposible afrontar ambos gastos.
Manuel G. es un parado de larga duración que añora el mileurismo de las primeras embestidas de la crisis. Perdió su trabajo de administrativo hace tres años y ha agotado la prestación por desempleo. Sin colchón familiar, vive en una habitación alquilada y recurre a los comedores sociales y el reparto de ropa de una ONG.
Los ecuatorianos Roberto y Marilisa Madera, albañil y empleada de hogar, acaban de ser desahuciados de la vivienda que compraron hace seis años en Madrid. Con cuatro hijos y la renta mínima de inserción, dudan si volver a su país: la falta de expectativas les frena, y aún deben 100.000 euros de la hipoteca.
Son las víctimas de la crisis: sectores de la sociedad que hace un lustro figuraban entre la clase media, o media-baja, son hoy nuevos pobres. Personas que deben elegir entre hacer una comida caliente al día o caldear la casa; entre pagar la hipoteca o alimentarse. Casos que dinamitan la tradicional imagen de la pobreza ligada a la mendicidad: cada vez más, la pobreza se asocia a normalidad. "Los voluntarios de antes son hoy beneficiarios nuestros", explica Jorge Nuño, secretario general de Caritas Europa.
Según la Unión Europea, en 2009 había 115 millones de personas en riesgo de pobreza y exclusión social en territorio de los Veintisiete (el 23,1% de la población), "sin contar otros 100 o 150 millones en el filo de la navaja", explica Nuño, "porque dos meses de paro y una hipoteca a cuestas hunden a cualquiera". En 2007, antes de que la coyuntura económica diera muestras de deterioro, eran 85 millones (el 17% de la población) los que se hallaban por debajo del umbral de pobreza relativa. En la lista figuran países como Grecia, España o Irlanda, “pero también Francia, Alemania o Austria”, apunta Nuño.
No pintan mejor las cosas en Reino Unido, con una tasa de pobreza infantil tan abismal que figura en el puesto 22º de los Veintisiete, según datos de la John Rowntree Foundation. Londres es la urbe con mayor porcentaje de menores en situación de pobreza del país. La herencia social tatcheriana, elevada al cubo por la crisis, tiene hoy contra las cuerdas al 22% de la población británica (13,4 millones de personas).
Los ejemplos muestran las vías de agua del sistema: el endeudamiento familiar; la quiebra de Estados pródigos en subvenciones o la existencia de trabajos de mala calidad, como los millones de empleos perdidos en la construcción en España. “Si tras la crisis de 1993-94 enderezar la tasa de empleo costó siete años, el paro de ahora es mucho más estructural: se han perdido cerca de tres millones de puestos de trabajo precarios”, señala Francisco Lorenzo, del equipo de estudios de Cáritas.
¿Cómo se mide la penuria? La calificación de pobreza como posición económica relativa con respecto a la media de ingresos del país y el tamaño de la unidad familiar se aplica, por ejemplo en España, a hogares con ingresos inferiores a 7.980 euros al año, incluidas las transferencias sociales (datos de 2009). Hay dos tipos de pobreza, la moderada o relativa (un 60% de la media de ingresos del país) y la severa (un 40%). “La mayoría de los pobres se sitúan cada vez más lejos de este umbral. Los pobres se han hecho más pobres, pero también es cierto que a los comedores sociales acude gente que no había ido nunca. Las tasas de pobreza han crecido espectacularmente en niños –uno de cada cuatro está en situación de pobreza en España-, y bastante en inmigrantes y jóvenes”, explica el sociólogo Paul Mari-Klose, del CSIC.
“Hablamos de situaciones de privación, de no poder llegar a fin de mes, o de comer carne menos de dos veces a la semana. Pero en España, como en Grecia, Portugal o Italia, no ha aumentado tanto la extensión de la pobreza como la severidad de la misma, y su concentración en determinados grupos. Durante la expansión económica, muchos jóvenes se emanciparon precariamente, y ahora se hallan en situaciones límite. En Islandia ha habido un incremento espectacular de la pobreza sobre todo en la infancia”, añade Mari-Klose.
La crisis está acercando en las estadísticas a los remisos PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) y a países del Este recién incorporados a la UE; a capas cada vez más amplias de la población de Estados sólidos y a puntales del Estado del bienestar venidos a menos, como Islandia tras la quiebra de su sistema bancario. Pero la media comunitaria presenta una elevada dispersión. Bulgaria (46,2%) y Rumanía (43,1%) casi la duplican, según Eurostat. En el otro extremo se hallan República Checa (14%), Países Bajos (15,1%) y Suecia (15,9%). España ocupa un lugar intermedio, el 23,4%. Pero estar en mitad de la tabla no significa pasar desapercibido: la suma de riesgo estructural (en 2007, cerca del 20%), déficit de protección social y récord de desempleo (el 22,8%) apunta un futuro nada halagüeño.
Los expertos en políticas públicas coinciden en que a los tres núcleos tradicionalmente más expuestos a la pobreza -niños y mayores, mujeres e inmigrantes, es decir, la edad, el género y la etnia como factores de intensificación de la misma- se ha sumado una legión de ciudadanos sin etiquetas en un contexto de recorte de gastos sociales, lo que amplifica los efectos de la crisis: “Personas con un trabajo muy precario, a las que resulta difícil llegar a fin de mes y que encima no tienen ayudas; gente entre los 30 y los 45 años, con o sin cargas familiares, y sin subsidios porque tienen algún ingreso, que se ve obligada a volver con sus padres si quiere seguir pagando la hipoteca”, sostiene Joan Subirats, de la Universidad Autónoma de Barcelona. “Los otros sectores están más vigilados, pero estas clases medias bajas no estaban bajo el foco. Desde el establecimiento de las políticas sociales el factor trabajo es el discriminante a la hora de acceder o no a una ayuda, y este segmento de la población está en el límite”, añade.
El estado de práctica inanición de amplias capas de la sociedad europea no solo es un problema de índole social; también tiene una proyección política evidente: cada vez hay más ciudadanos en los márgenes del sistema. "Buena parte de los votantes de Plataforma per Catalunya [partido de extrema derecha, xenófobo] salen de estos sectores más desfavorecidos", explica Subirats; "se preguntan, sin hallar una respuesta, por qué ellos no tienen derecho a una beca comedor para sus hijos mientras los inmigrantes, uno de los focos tradicionales de los servicios sociales, sí la reciben".
Aunque la mayoría de los expertos consultados previene de la tentación de hacer de los "nuevos pobres" las únicas víctimas de la crisis, y subrayan el deterioro de sectores previamente empobrecidos, resulta innegable es que, tras casi tres lustros de vacas gordas y nuevos ricos, la crisis ha laminado un segmento de la población que, hasta 2007, tenían sus necesidades básicas cubiertas. El fiel de la balanza es con frecuencia el pago de la hipoteca, y esta es una de las características de la crisis que no presentan otros socios comunitarios.
Pero en la pesadilla de los nuevos pobres hay muchos más factores que el impago. Entre los miembros más recientes de la UE, el principal lastre es el déficit estructural heredado; la mayoría son regímenes excomunistas reconvertidos a marchas forzadas, como Letonia (37,4% de riesgo de pobreza y exclusión); Lituania y Hungría, con algo más del 29%), y los citados Bulgaria y Rumanía.
En Grecia, el fantasma del hambre ha devenido sangrante realidad. El jubilado Pavlópulos, de 75 años, es beneficiario de la ONG Médicos del Mundo-Grecia. Desde que el primer plan de ajuste (2010) suprimió numerosas subvenciones, el hombre consume su pensión en 10 días, y luego recurre al reparto de medicamentos y comida de la ONG. “Hemos lanzado una campaña de donación de medicinas y alimentos para casos de extrema necesidad. Sin ánimo de compararnos con África, hemos constatado numerosos casos de desnutrición entre jubilados, menores e inmigrantes; no es hambruna, pero sí restricciones en la dieta”, señala Yanis Yanakópulos, portavoz de la ONG. Varios sindicatos de la enseñanza han referido casos de desmayos en alumnos de primaria por hambre; el Ministerio de Educación asegura estar sobre aviso.
2010 pasó sin pena ni gloria como el Año Europeo de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social. Concluía así la Estrategia de Lisboa, que pretendía obrar “un efecto decisivo en la erradicación de la pobreza”, y arrancaba la Estrategia 2020. Pero la crisis ha arrumbado los buenos propósitos. El principal objetivo de la Estrategia 2020, reducir en 20 millones el número de pobres en esta década, amenaza con convertirse en papel mojado.
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