sábado, abril 18, 2015

GABRIEL GARCIA MARQUEZ

ESPECIALES 16 ABR 2015 - 9:26 PM
Textos publicados en este periódico en los años 80

La dura vida del turista

Hoy se cumple un año de la muerte de Gabriel García Márquez y El Espectador, el diario donde se formó como periodista y escritor, le rinde homenaje con la publicación de algunos de sus mejores textos internacionales. La pluma del nobel de literatura nos transporta en un viaje inolvidable.
Por: Gabriel García Márquez

Tan pronto como subimos a bordo, una voz untuosa de mujer bien servida ordenó en cuatro idiomas por los altavoces que los visitantes bajaran a tierra porque el barco se disponía a partir, y no había acabado de decirlo cuando el barco partió sin ningún otro anuncio.

Al cabo de tantos años sin navegaciones ni regresos sentí revivir una emoción casi olvidada viendo borrarse en las brumas de junio las casas apelotonadas y descoloridas del Pireo, y permanecí allí con el ánimo dispuesto para no pensar en nada durante varios días. Aquellos fueron los únicos cinco minutos de descanso a fondo en todo el viaje. Apenas habíamos salido del puerto cuando la misma voz de mujer, con un énfasis más perentorio que el anterior, ordenó a todos los pasajeros reunirnos en cubierta para una maniobra simulada de salvamento.

De modo que acudimos en masa con los chalecos salvavidas colgados del cuello y mirándonos unos a otros con nuestras caras de imbéciles, mientras la sirena del barco lanzaba bramidos de naufragio y el primer oficial impartía instrucciones precisas y alarmantes que ninguno de los quinientos turistas de aquella catástrofe de mentira escuchaba con la atención debida. Cinco minutos después todo había terminado.

Pero sólo por breves minutos, pues no bien nos habíamos quitado los salvavidas cuando ya nos estaban convocando al salón principal para una conferencia sobre las incontables islas del mar Egeo que íbamos a conocer en los próximos días. Así empezó una semana frenética, que si nos sirvió para algo fue para darnos cuenta en carne propia de que no hay oficio más ingrato y agotador que el de turista de cuerpo entero. Esto es más grave en Grecia que en ninguna otra parte.
En efecto, no sé por qué tuve siempre la idea de que los griegos tenían algo del carácter desordenado y expansivo de los italianos. Y no es así: son locos para el lado contrario. Desde el capitán del barco hasta el muchacho que carga las maletas tienen un sentido de la autoridad que se parece mucho al autoritarismo, y son rigurosos y puntuales, pero de un modo distinto del de los ingleses, por fortuna, hasta el extremo de que uno tiene la impresión de ser prisionero de un organismo de relojería.

Estas virtudes son ideales para el turista cuadrado, al cual hay que indicarle todo. Pero quienes tenemos la pretensión de hacer las cosas de un modo distinto, tropezamos sin remedio con las talanqueras del orden. Eso fue lo que nos sucedió cuando dos matrimonios amigos resolvimos salirnos del programa y nos quedamos tres días en la isla de Mikonos. Bajamos con ocho maletas en un lugar donde los viajeros sensatos no llevan sino un traje de baile y un cepillo de dientes.

Los guardias de la aduana local, que tal vez no habían visto nunca un equipaje semejante, se empecinaron en hacernos una requisa a fondo. En vano les explicamos que ya la requisa había sido hecha en el Pireo, cuando entramos al país. La hicieron otra vez. Una semana más tarde, en el puerto de Heraklion, en la isla de Creta, estuvieron a punto de repetirla por tercera vez. “Ya nos la han hecho dos veces”, le dije al guardia, un griego de ojos soñadores y barba tupida. “¿Y cómo sé que es cierto?”, me preguntó él. “Porque yo le doy mi palabra”, le dije. El hombre me dio una palmada en la espalda y nos dejó pasar con una sonrisa de las grandes.
Fue nuestra única victoria en diez días. De resto, nos costaba trabajo comer porque no estábamos incorporados a ningún grupo, porque llegábamos al desayuno cuando faltaba media hora para cerrar el comedor o porque queríamos el pescado al horno y no asado a la plancha como estaba previsto. Teníamos la impresión de que había una sola manera de hacer las cosas, cualesquiera que fueran, y que hacerlas de un modo distinto era como romper el orden del universo.

No recuerdo una mirada de mayor asombro que la del oficial de guardia del barco que me encontró escrutando el mar a las doce de la noche cuando ya todas las actividades estaban terminadas y todos los viajeros en sus camarotes, como se les había recomendado, porque al día siguiente había que levantarse a las seis de la mañana para la primera excursión en la isla de Rodas. Pero cuando hicimos el esfuerzo por marcar el paso de todos, nos encontramos en un mundo ajeno, un mundo feroz y vertiginoso, del cual no nos será fácil reponernos con otras dos semanas de vacaciones en quién sabe qué playa olvidada.

Las excursiones desde Mikonos a la isla de Delos salen todos los días a las nueve de la mañana y regresan a la una de la tarde. Es decir, que en tres horas hay que reconstruir con la imaginación casi la cuarta parte de la historia de la humanidad. El resultado final es que lo único que se recuerda a ciencia cierta no es la forma y el lugar en que nació Apolo, ni la decisión de que los nacimientos y las muertes sólo podían ocurrir en la isla de enfrente porque nadie podía nacer ni morir en Delos.

No: lo único que se recuerda es la hilera de excusados públicos y colectivos, donde los ciudadanos notables se sentaban a dar del cuerpo mientras dilucidaban asuntos de la más grande importancia. Sólo por casualidad cae uno en la cuenta, varios meses después, de que aquellos excusados de visita no eran en Delos, sino en Efesos, donde habíamos estado con la misma prisa cinco días más tarde. El espacio y el tiempo terminan por unificarse en la memoria, sometida a una prueba excesiva. ¿Quién fue primero, Píndaro o Cleopatra?
Lo peor para mí es que por andar corriendo detrás de tantas piedras viejas uno termina por no conocer la vida real de los lugares que visita. Grecia está tan viva como en los tiempos de Pericles, pero las agencias de viajes sólo siguen mostrando aquéllos y no los fascinantes tiempos de hoy. En todas las islas hay calles enteras de almacenes donde sólo se venden pieles de animales finos en pleno verano y joyas magníficas, muchas de las cuales son reproducciones excelentes de las muy antiguas que están en los museos. Eso fue algo que me sorprendió también en Nueva Delhi, la capital de India, donde las únicas colas interminables que se ven en las calles son las de las matronas frente a las joyerías.

Mujeres impasibles, asediadas por hordas de mendigos leprosos. Recuerdo que entré en un hotel de lujo muerto de hambre al cabo de un largo viaje desde Tailandia. Y el alma se me instaló en su almario cuando sentí el exquisito olor de carne asada que flotaba en el aire. Sólo después descubrí que aquella fragancia apetitosa era la de los muertos incinerados al aire libre en el río cercano. En las islas griegas, por el contrario, uno se pregunta dónde han escondido la miseria: no hay un mendigo ni un perro en la calle. Rodas sigue siendo una ciudad hermosa.

Es difícil entender que san Juan Evangelista haya podido concebir los horrores del Apocalipsis en la isla de Patmos, cuyas colinas tibias y cuyos mares internos no se pueden parecer a nada más que al paraíso perdido. En un bar de Mikonos, donde tal vez no lleguen los productores de cine, está el ser humano más bello del mundo sirviéndoles cerveza helada y pulpos fritos a los turistas. Pero no es fácil descubrir estas cosas, porque en los programas de los turistas no está incluida la vida de hoy.

La que nuestros remotos descendientes conocerán dentro de 3.000 años, cuando los barcos de la América Latina colosal los lleven a conocer las ruinas de Nueva York y los guías les describan un lugar de Manhattan donde no habrá nada, pero donde les dirán que estuvo en otro tiempo el Empire State o la estación de gasolina de la calle Cuarenta y Cinco.

E; País menesteroso

José Vicente Carrasquero: Gobierno paralítico

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thumbnailjosevicentecarrasqueroDesde que llegó al poder, el gobierno de Nicolás Maduro ha demostrado no tener las habilidades necesarias para enfrentar la crisis que empobrece día tras día a los venezolanos. Ha habido un debate sobre si el propósito es llevar el país a la situación menesterosa que vive en este momento o si es solo una cuestión de ineptitud para el desempeño de los cargos que ostentan.
Particularmente me inscribo en la segunda opción. El país está en manos de la clase política más incapaz que haya tenido la responsabilidad de manejar la república desde su fundación. Además hay que sumarle otras características nefastas. Junto a la incapacidad estamos frente a una ausencia total de escrúpulos que les permite mentir de forma descarada y trasladar sus culpas a otros sectores. Si todo esto fuese poco, han promovido y protegido la corrupción de una forma verdaderamente alarmante.
Viendo unas cifras publicadas por un importante analista del negocio petrolero venezolano, sostengo que a Venezuela le entró mucho más dinero en estos últimos dieciséis años que la sumatoria de todos los ingresos del país desde 1811 hasta 1998. Incluyendo cuando fue parte de la Gran Colombia.
Unos incapaces sin plan alguno de gobierno se emborracharon con semejante cantidad de dinero y comenzaron a gastar a diestra y siniestra sin ningún plan que dirigiera sus acciones hacia el logro de una visión de país previamente establecida. El único objetivo era mantenerse en el poder. Ignorantes como Jorge Giordani llegaron a decir que Venezuela tenía todos los dólares que necesitaba. Otra estupidez, producto de la incapacidad manifiesta, fue la de suponer que los precios del petróleo se mantendrían altos indefinidamente a pesar de las señales que estaba dando el mercado.
El manejo alocado y hasta ridículo de las finanzas públicas nos ha traído a la situación que está viviendo el país. Una que ya raya en la ingobernabilidad. Ésta entendida como la ruptura de la relación de gobierno entre quienes detentan el poder y la población. Venezuela se encuentra en una situación de anomia en la cual el crimen está a la orden del día.
Y ese es otro punto. Muchas personas sostienen que el auge criminal es un asunto diseñado por el gobierno. Nuevamente estoy en desacuerdo. El hampa se ha constituido en un poder que reta la capacidad del estado de monopolizar la violencia con la finalidad de garantizarles a los ciudadanos seguridad. En estos momentos, es innegable que la criminalidad desbordada es una grave amenaza a la estabilidad del régimen chavista. Es difícil pensar que alguien se meta en semejante problema si no es por su profunda ignorancia de los fenómenos sociales.
Las policías están siendo diezmadas y penetradas por el hampa. Sobre ese proceso el gobierno luce inerme. Montaron otro show con un súper-policía que supuestamente iba a poner orden. El asunto no ha hecho sino empeorar. Para eso están las estadísticas que desde ya, indican que Venezuela tendrá más muertos este 2015 que el año pasado. Una guerra perdida para la cual no tienen respuesta.
En su copia barata del discurso de los Castro, el problema de la escasez de dólares se lo atribuyen a una guerra económica con enemigos desconocidos. Su incapacidad se la atribuyen a un hecho que ningún ser racional es capaz de dar por válido. Si la guerra económica fuese una realidad, el presidente y todo su tren ministerial debiera renunciar inmediatamente. La triste realidad es que como dijo su ignorancia magnífica Jorge Giordani, entre empresas de maletín y gastos exorbitantes para garantizar ganar las elecciones de 2012, se endeudaron más allá de sus posibilidades.
Paralíticos como son, han decidido darle prioridad al pago de los vencimientos de deuda y su servicio por encima de la satisfacción de las necesidades de la población. He ahí la explicación de la guerra que ellos mismos se empeñaron en perder.
Otra guerra perdida fue la de la Cumbre de las Américas. Momentos que Maduro busca olvidar rápidamente entablando otra pelea de gallera ahora con los españoles. Luego vendrán los colombianos, los chilenos y todo aquel que cuestione las atrocidades que están sucediendo en Venezuela.
La triste verdad es que un gobierno paralítico como el actual tiene pocas posibilidades de salir de la trampa en la cual se metió gracias al ejercicio pleno de su incapacidad e ignorancia. Y con esto creo abonar a la idea de que lo que está pasando no es por diseño.
Las encuestas están demostrando que el gobierno es minoría. Eso tiene a la secretaría electoral del PSUV (CNE) haciendo triquiñuelas para ver cómo le quita diputados a las circunscripciones que gana la oposición. Avizoran la pérdida del poder e impiden que se realicen elecciones al Parlamento Latinoamericano, sin tomar en cuenta la gravedad del mensaje que están enviando a otros países sobre la calidad dictatorial del régimen.
No podemos esperar nada de este gobierno. Es un gobierno paralítico, es decir, sin capacidad de hacer lo necesario para salir de la crisis. Ya hay por ahí quien dice que los problemas con Estados Unidos y España le darán votos al gobierno para mantener la Asamblea. En mi humilde opinión  están equivocados. La gente no está para posiciones que desconozcan el trabajo que están pasando. Está muy equivocado el gobernador de Nueva Esparta cuando trata de emular a Chávez diciendo que la gente se va a restear con revolución a pesar de las penurias.
Como van las cosas, no hace falta ser brujo para ver una pérdida de la AN por parte del gobierno. Eso explica el tiempo que se han tomado para convocar las elecciones. De ahí en adelante vendrá el despeñadero. Lo siguiente será un revocatorio que mandará a Maduro a las duchas. A partir de ahí le tocará a otra gente tomar las riendas de la nación, ojalá que para bien de todos.
Los paralíticos seguirán haciendo lo que saben hacer: perseguir a los opositores difíciles, inventar historietas de malvadas maquinaciones que crean problemas que no saben resolver, reprimir violentamente las manifestaciones de descontento. No se puede esperar otra cosa que quienes vieron su cerebro paralizado por la ideología del fracaso.
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martes, abril 14, 2015

Miguel Enrique Otero y Panama

MHO: Cumbre de las Américas delató las mentiras del régimen de Maduro

El presidente-editor de El Nacional, Miguel Henrique Otero/ EFE
Presidente editor de El Nacional, Miguel Henrique Otero / EFE
Miguel Henrique Otero, presidente editor de El Nacional, sostiene en una columna publicada en el diario español El Mundo que toda acción a favor de las libertades tiene sentido y logra recompensa, tarde o temprano
El presidente editor de El Nacional, Miguel Henrique Otero, considera que la Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá, dejó expuesta la precariedad en la que viven los venezolanos y evidenció el peligro que representa “el régimen neo-totalitario que aplasta a Venezuela”. A continuación, su columna publicada en el diario español El Mundo:
Venezuela y la Cumbre de Panamá
En primer lugar, la Cumbre de Panamá ha permeado las fronteras de Venezuela. Ha abierto numerosas puertas, ventanas y micrófonos, con lo cual la situación de mi país, la extrema precariedad en que transcurre nuestra vida cotidiana ha quedado expuesta, sin matices que la oculten, a los demócratas del mundo. Pasar los días en colas interminables y frustrantes para conseguir, a menudo sin resultado alguno, alimentos y medicamentos; eludir a los criminales que circulan en las calles con plena impunidad, sin saber si uno regresará o no a su casa con vida; tragarse las palabras de legítimo malestar porque en mi país se apresa, tortura y mata a quien protesta: todas estas y otras realidades, que son constitutivas y campantes en la Venezuela de hoy, se han ventilado en Panamá ante una audiencia planetaria. La VII Cumbre de las Américas, aunque apenas se haya prolongado por tres días, ha sido suficiente para mostrar el peligro que para los venezolanos y para las democracias de América Latina representa el régimen neo-totalitario que aplasta a Venezuela.
Entre lo mucho que habría que decir desde la perspectiva de Venezuela, nada es tan relevante como poner en cuestionamiento la existencia de fronteras, cuando se trata de discutir el asesinato de personas que protestan, el programa de detenciones arbitrarias, la tortura y prisión de dirigentes sociales y políticos, el brutal cerco a los medios de comunicación independientes. Las fronteras o los argumentos de la soberanía, tal como ha ocurrido en Panamá, no pueden seguir siendo muro erguido con el que se pretende ocultar y mantener la violación sistemática de los derechos humanos. En Panamá se ha dado un paso enorme para advertir que el proyecto de eliminación legal y física de las fuerzas democráticas venezolanas no es sostenible.
En Panamá, pero también en otras partes del mundo, en estos días se ha repetido con el apremio y el tono necesarios la palabra complicidad. Lo han señalado portavoces académicos, activistas de los derechos humanos, políticos activos y varios ex presidentes: quienes con su silencio apoyan al régimen de Maduro son cómplices de sus aberraciones. La responsabilidad con los derechos humanos y la democracia debe ser activa y, como sabemos, no prescribe. Ningún gobierno, especialmente de América Latina, puede continuar mirando a los lados, como si la existencia de presos políticos en Venezuela no les interrogase. En Panamá ha quedado en evidencia que la legitimidad de los gobiernos no puede basarse de forma exclusiva en los triunfos electorales, sobre todo, si las condiciones en que han actuado los participantes, como ha ocurrido en Venezuela, no son equitativas. De aquí en adelante, además de un certificado electoral obtenido con prácticas transparentes, la garantía de respeto a los derechos humanos y a los derechos políticos serán condición 'sine qua non' que deberá cumplir todo gobierno que aspire al reconocimiento de la comunidad internacional.
No sólo ha terminado de caer el velo de mentiras, que es el signo del régimen que inició Chávez y cuya desesperada agonía pretende prolongar Maduro al coste que sea. En Panamá ha sido evidente otro rostro de las cosas: que la lucha, especialmente fuera de Venezuela, se debe no sólo a la sociedad civil, a los medios de comunicación, a la acción ciudadana a través de las redes sociales, a la determinación de las familias de los presos políticos y las víctimas de la violencia, y a la voluntad de algunos partidos políticos, sino que ha logrado un apoyo muy especial de la llamada iniciativa de los ex presidentes, que ha tenido en José María Aznar y en Andrés Pastrana dos formidables aliados, quienes han logrado convocar a otros veinte ex mandatarios, para que unidos en una declaración que no tiene precedentes en la historia reciente de nuestro país, contribuyan a dar visibilidad mundial a la crisis venezolana. Desde Venezuela celebramos la incorporación del ex presidente Felipe González a nuestra causa, agradecemos la proyección que el presidente Rajoy le ha dado a la cuestión de los presos políticos y, dado que aspiraciones para el futuro no nos faltan, esperamos que el número de ex presidentes aumente y continúe con la invalorable labor que ha sido puesta en movimiento.
Los elementos que he mencionado, las fuerzas que resisten y denuncian al régimen neo-totalitario de Venezuela, han logrado concurrir en Panamá. En la Cumbre han cristalizado las más diversas rutas de lucha, años y años de tozudos esfuerzos que, en más de una ocasión, parecían sin perspectiva. Si una conclusión es pertinente para nosotros, los venezolanos, y también para todos los demócratas de otros países cuyas democracias son perseguidas y destruidas, es que vivimos un tiempo donde toda acción a favor de las libertades tiene sentido y logra recompensa, tarde o temprano.
¿Hacia dónde se encaminan estos avances que aquí he consignado? No tengo dudas al respecto: hacia la reducción o erradicación de la impunidad. El desarrollo de mecanismos para impedir el castigo o, como en el caso de Venezuela, la acción coludida de los poderes públicos para asegurarse de que el régimen actúa sin la preocupación de la justicia tiene consecuencias: atribuye al poder una condición ilimitada. Le hace sentir que puede matar, imponer, robar, mentir, abusar y humillar a quienes están bajo su jurisdicción, sin consecuencias. La característica esencial del poder que actúa sin restricciones, es que avanza hacia la negación total de los derechos de los demás, incluyendo el derecho a la vida. Es bajo el sentimiento de impunidad que funcionarios, uniformados o no, bajo directrices gubernamentales, han torturado a ciudadanos detenidos o les han disparado durante jornadas de protesta.
La VII Cumbre de las Américas inicia un nuevo estatuto para las prácticas de impunidad del régimen encabezado por Maduro: su escenificación, sus discursos, su estructuración temática, los múltiples encuentros dentro o fuera de la agenda oficial, las líneas de acción que han quedado establecidas, los compromisos de distinto nivel adquiridos por países que hasta ahora se habían sustraído de sus responsabilidades con la democracia, todo ello se anuda como un entramado de factores y energías que, con una gran claridad, ha entendido la exigencia de limitar al poder omnipotente e impune del régimen de Chávez-Maduro.
Cabe preguntarse qué fuerza tienen las voces minoritarias que, de forma manifiesta o solapada, han refrendado de algún modo, al desfalleciente proyecto neo-totalitario del Gobierno venezolano. Fuerza política: menguante. Fuerza moral: ninguna. Más allá del valor que algunos puedan darle a las actuaciones de quienes confunden el ejercicio del poder con estridentes gansadas, lo cierto es que la 'performance' del Gobierno de Venezuela ha resultado lo que muchos, con acierto, previeron: malversación del sentido de la Cumbre, payasada sin auditorio.
Lo anterior, con más o menos elementos, luce como un marco razonable para volver a la pregunta planteada en el título de estas notas. Quién perdió en la VII Cumbre de las Américas: el Gobierno de Venezuela. Quién ganó: la sociedad venezolana. O, mejor dicho: la sociedad venezolana y su persistente deseo de avanzar hacia una vida más digna. La revisión atenta de la radiografía de lo ocurrido en Panamá es inequívoca: el régimen agoniza mientras el país exige un cambio inmediato.
Miguel Henrique Otero

lunes, abril 13, 2015

OBAMA Y PANAMA


Terminó la histórica VII Cumbre de las Américas en Panamá

Lo que Obama nos dejó

El mandatario estadounidense dejó clara la política de Washington hacia la región: buscar canales de diálogo para abrir puertas históricamente cerradas para Estados Unidos.
Por: Álvaro Corzo
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Lo que Obama nos dejóEl presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el de Cuba, Raúl Castro, se encontraron el viernes en este saludo histórico que marcó la Cumbre. / AFP
La decisión de Estados Unidos de restablecer relaciones con Cuba es quizás el acto político más importante de ese país hacia América Latina desde 1977, cuando el entonces presidente Jimmy Carter firmó los acuerdos con Panamá en los que se comprometió a devolver la soberanía del canal a ese país. Por eso la VII Cumbre de las Américas fue una cita llena de simbolismos. Cada anuncio fue milimétricamente planeado por la Casa Blanca para dejar claro el legado del presidente Barack Obama en la región, a poco menos de dos años de dejar la Casa Blanca: diálogo, diplomacia y multilateralismo. No solo fue Cuba, también Venezuela, tema que se vislumbraba complejo para Obama, pero que el equipo presidencial estadounidense logró cambiar.
El presidente de Venezuela llegó a Panamá dispuesto a convertir las sanciones impuestas por EE.UU. en el tema central. Al final, Nicolás Maduro aseguró que “comenzaba una nueva era de relaciones con Washington (...). No es tiempo de imperialismo sino de paz”.
“Aquellos días en que nuestra agenda en este hemisferio a menudo suponía que Estados Unidos podía inmiscuirse con impunidad, ya pasaron”, expresó Obama en Panamá. Una señal de cambio que, sin embargo, no borra años de desconfianza. Tedd Piccone, investigador sénior de la Latin American Initiative del Brookings Institute, asesor de política exterior durante el gobierno de Bill Clinton y exconsejero del Departamento de Estado y del Pentágono en temas regionales, habló con El Espectador sobre la Cumbre y sus efectos.
Después de esta cumbre, ¿cuál es la agenda de EE.UU. en América Latina?
Estados Unidos está en una posición muy distinta a lo que estaba una década atrás. Su influencia hoy es menor, por eso la apuesta es fortalecer su agenda con países aliados, en vez de imponerle una a toda la región. Una estrategia diferenciada. El anuncio del retiro de Cuba de la lista de países que apoyan el terrorismo, por ejemplo, es histórico, un paso más que dinamizará los acercamientos entre Washington y La Habana.
¿Una victoria simbólica para los cubanos?
No. Esta es una medida que tendrá consecuencias factibles. Al estar por fuera de esta lista, los bancos y demás servicios financieros estadounidenses podrán hacer negocios con la isla, que también podría buscar préstamos con entidades en EE.UU.
¿Qué tanto influyó en esta decisión el hecho de que Cuba además de ser la sede de los diálogos de paz entre Colombia y las Farc sea hoy un facilitador clave para el proceso?
Por supuesto que influyó. Siempre ha existido la noción de que Cuba ha apoyado a las Farc y al Eln, pero el rol que ha tomado en este proceso ha dado fe de que está de parte de la paz. Así lo entiende la administración Obama.
No hay duda de que Colombia es un aliado geoestratégico clave para Estados Unidos. ¿Qué tan importante es su rol y apoyo al proceso de paz?
Es clave, así lo ha demostrado en los últimos meses Obama, más aun al nombrar a Bernie Aronson como enviado especial de alto nivel para la negociación. Se le han dejado claras a Colombia las intenciones de Estados Unidos de participar en el posconflicto.
¿Y qué pasará con las sanciones que EE.UU. le impuso a Venezuela, algo que generó rechazo en la región?
Considero que el lenguaje del decreto fue sacado de proporción. Tanto así que la propia administración Obama lo entendió e intentó bajarle el tono diciendo que Venezuela no es una amenaza para los Estados Unidos.
¿Debería Estados Unidos dejar de presionar a Venezuela para no polarizar la región?
Por supuesto que no, esto no se hace con propósito diferente al de denunciar prácticas antidemocráticas y en contra de la salvaguarda de los derechos humanos de los venezolanos.
¿Sigue siendo fuerte la división entre el bloque de países alineados con Estados Unidos, como Colombia, Perú, Panamá, Chile y Paraguay, y los que no, como Ecuador, Venezuela, Bolivia, Brasil y Argentina?
La división es clara, como también la noción de que los países con mayor cercanía a los Estados Unidos son los que mejor desempeño están teniendo en temas de gobernabilidad, crecimiento económico y capital social. El problema es que el segundo grupo, en especial los países de la ALBA, son los que interfieren con el proceso integracionista regional.
Se dice que estas cumbres son más un saludo a la bandera que una hoja de ruta. ¿Se puede esperar algo tangible?
Es verdad. Sin embargo, si miramos los tres puntos centrales que se discutieron hace tres años en la Cumbre en Colombia, como lucha contra las drogas, inmigración y Cuba, la administración Obama ha dado un paso hacia adelante en los tres aspectos. El punto es que estas cumbres sí pueden ayudar a modelar la agenda interamericana.

Manuel Figuerola Palomo

LAS BUFONADAS DE MADURO