Querido padre: te escribo esta carta pensando en el país que dejaste
ya hace 23 años y que ahora recibimos tus hijos en condiciones
deplorables. Aquel país de gente que, como tú, dedicó su vida entera a
hacerlo grande, predicando no con su palabra, ni con discursos, sino
con su ejemplo, ya casi no existe. Pienso en las horas, días, noches,
meses y años que dedicaste al estudio y perfección de tu profesión y
hoy en día agradezco que haya sido ése y no otro el legado que nos
dejaste: una vida llena de sacrificios y de entrega con la simple idea
de ser siempre un mejor ciudadano.
Hoy en día nada de eso se reconoce ni se premia. Es una pena que toda
la decepción que llevó a Enrique Santos Discépolo a escribir su famoso
tango Cambalache, la mejor descripción del siglo XX, siga siendo hoy
la norma. Y, más triste aún es que vayamos incluso para peor. "Todo es
igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor... en la
vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida... y
herida por un sable sin remache, ves llorar la Biblia junto a un
calefón... Da lo mismo que seas cura, colchonero, rey de bastos, cara
dura o polizón". Y un largo etcétera. Aquí ya ni las estatuas son para
los colosos nacionales de la ciencia y el arte, sino para los
guerrilleros asesinos y los narcotraficantes extranjeros.
Este gobierno no construyó ni un solo teatro para ponerle, por
ejemplo, con orgullo el nombre de Simón Díaz. Por el contrario, se
ocupó fue de echarlo del Canal 8 para poner en su lugar a dos dignos
ejemplos de la educación y buenas costumbres revolucionarias: a un
Mario Silva (cuya máxima expresión de cultura es mentar madres) y a un
pobre mamarracho que se cree filósofo y lo que hace es chupar medias.
Este país hace tiempo que no le rinde tributo a sus grandes hombres.
Bien sea por ignorancia o por razones ideológicas, echó al olvido a
Arturo Uslar Pietri, a Andrés Eloy Blanco, al maestro Gallegos, cuyo
centro de estudios acá en Caracas está en el suelo, al igual que el
Teatro Teresa Carreño. Maestros como Aldemaro Romero están ya
olvidados y no le construyen ni una digna sala para quien dejó tan
hermoso legado.
En televisión, con los bellos acordes del Alma Llanera, se exalta más
bien en una cuña el culto a la personalidad de un tiranuelo con los
prestos favores de un mendicante gestor cultural y un talentoso y
genuflexo director de orquesta, al tiempo que mantienen vetada en su
país a una de las artistas de mayor genio y estatura que haya dado
nuestra tierra desde la mismísima Teresa Carreño.
Este gobierno expatria el talento y ensalza a los mediocres, porque
lamentablemente, su cultura comienza y termina con las canciones de
Alí Primera. Qué le vamos a hacer.
Pero su himno es otra canción. Es ese pasaje llanero que dice:
"Ji,ji,ji,ja,ja,ja,já... yo sí soy un jalabolas!". Para eso sí están
listos Cristóbal Jiménez, Cristina Maica y esa cuerda de adulantes que
no vale la pena ni mencionar.
En cambio, tu sobrina Bettsymar hace un esfuerzo todos los días para
que el Alzheimer no le consuma el cerebro al venezolano de las nuevas
generaciones y con ese cariño y ese amor patrio nos habla con pasión
en unos breves minutos de esa maravillosa herencia,que en vida nos
deja su padre, el compadre tío Simón, con su bello e inigualable arte
de hombre ejemplar. Esa es la querencia de toda querencia. Por eso
creo que todavía hay esperanza. Porque hombres como tú, papá, merecen
más que el nombre de una plaza donde el único espectáculo es una
vedette de cuando en cuando quitándose la ropa.
La vida de este país tendrá que ser algo más que una larga borrachera
de petrodólares en manos de una cuerda de trasnochados ideológicos.
Hace falta un cambio. Y para ese cambio hay un camino: la cultura y la
educación. Sé que estamos lejos, pero ya se avizora la luz al final
del túnel. Hay un camino, papá. El de hombres como tú. Lo honro en el
recuerdo, don Alfredo y le deseo, donde quiera que esté, un Feliz Día
del Padre, viejo.
@NecoSadel
ya hace 23 años y que ahora recibimos tus hijos en condiciones
deplorables. Aquel país de gente que, como tú, dedicó su vida entera a
hacerlo grande, predicando no con su palabra, ni con discursos, sino
con su ejemplo, ya casi no existe. Pienso en las horas, días, noches,
meses y años que dedicaste al estudio y perfección de tu profesión y
hoy en día agradezco que haya sido ése y no otro el legado que nos
dejaste: una vida llena de sacrificios y de entrega con la simple idea
de ser siempre un mejor ciudadano.
Hoy en día nada de eso se reconoce ni se premia. Es una pena que toda
la decepción que llevó a Enrique Santos Discépolo a escribir su famoso
tango Cambalache, la mejor descripción del siglo XX, siga siendo hoy
la norma. Y, más triste aún es que vayamos incluso para peor. "Todo es
igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor... en la
vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida... y
herida por un sable sin remache, ves llorar la Biblia junto a un
calefón... Da lo mismo que seas cura, colchonero, rey de bastos, cara
dura o polizón". Y un largo etcétera. Aquí ya ni las estatuas son para
los colosos nacionales de la ciencia y el arte, sino para los
guerrilleros asesinos y los narcotraficantes extranjeros.
Este gobierno no construyó ni un solo teatro para ponerle, por
ejemplo, con orgullo el nombre de Simón Díaz. Por el contrario, se
ocupó fue de echarlo del Canal 8 para poner en su lugar a dos dignos
ejemplos de la educación y buenas costumbres revolucionarias: a un
Mario Silva (cuya máxima expresión de cultura es mentar madres) y a un
pobre mamarracho que se cree filósofo y lo que hace es chupar medias.
Este país hace tiempo que no le rinde tributo a sus grandes hombres.
Bien sea por ignorancia o por razones ideológicas, echó al olvido a
Arturo Uslar Pietri, a Andrés Eloy Blanco, al maestro Gallegos, cuyo
centro de estudios acá en Caracas está en el suelo, al igual que el
Teatro Teresa Carreño. Maestros como Aldemaro Romero están ya
olvidados y no le construyen ni una digna sala para quien dejó tan
hermoso legado.
En televisión, con los bellos acordes del Alma Llanera, se exalta más
bien en una cuña el culto a la personalidad de un tiranuelo con los
prestos favores de un mendicante gestor cultural y un talentoso y
genuflexo director de orquesta, al tiempo que mantienen vetada en su
país a una de las artistas de mayor genio y estatura que haya dado
nuestra tierra desde la mismísima Teresa Carreño.
Este gobierno expatria el talento y ensalza a los mediocres, porque
lamentablemente, su cultura comienza y termina con las canciones de
Alí Primera. Qué le vamos a hacer.
Pero su himno es otra canción. Es ese pasaje llanero que dice:
"Ji,ji,ji,ja,ja,ja,já... yo sí soy un jalabolas!". Para eso sí están
listos Cristóbal Jiménez, Cristina Maica y esa cuerda de adulantes que
no vale la pena ni mencionar.
En cambio, tu sobrina Bettsymar hace un esfuerzo todos los días para
que el Alzheimer no le consuma el cerebro al venezolano de las nuevas
generaciones y con ese cariño y ese amor patrio nos habla con pasión
en unos breves minutos de esa maravillosa herencia,que en vida nos
deja su padre, el compadre tío Simón, con su bello e inigualable arte
de hombre ejemplar. Esa es la querencia de toda querencia. Por eso
creo que todavía hay esperanza. Porque hombres como tú, papá, merecen
más que el nombre de una plaza donde el único espectáculo es una
vedette de cuando en cuando quitándose la ropa.
La vida de este país tendrá que ser algo más que una larga borrachera
de petrodólares en manos de una cuerda de trasnochados ideológicos.
Hace falta un cambio. Y para ese cambio hay un camino: la cultura y la
educación. Sé que estamos lejos, pero ya se avizora la luz al final
del túnel. Hay un camino, papá. El de hombres como tú. Lo honro en el
recuerdo, don Alfredo y le deseo, donde quiera que esté, un Feliz Día
del Padre, viejo.
@NecoSadel