martes, julio 29, 2008
El precio de la gasolina en Venezuela
Luisa Valero llena el depósito de su Ford del 2007 en una gasolinera del barrio caraqueño de Las Delicias. Paga cuatro nuevos bolívares por 45 litros de gasolina súper. Poco más de un euro. Antes de reemprender la marcha, toma un refresco en el bar de la esquina. "Con lo que pago por una Coca-Cola, lleno el tanque del coche", dice.
Pero un botellín de agua mineral también le costará 15 o 20 veces más que un litro de carburante. Si pide que le inflen los neumáticos o le laven el parabrisas, la propina superará el valor del combustible. Para el venezolano, las alzas en el precio del petróleo son noticias de otro planeta. Mientras en Europa se alarman por el costo del combustible, aquí el litro de gasolina más cara (de 95 octanos) cuesta 0,097 bolívares fuertes, unos 2,5 céntimos de euro; la de 91 octanos cuesta 0,070 bolívares. Los expertos señalan que para el Estado sería buen negocio regalar los carburantes, ya que ahorraría en papeleo y personal. Desde hace diez años, los precios son intocables en Venezuela. Sin embargo, la inflación subió al 30%, la mayor de América.
El subsidio a los 580.000 barriles diarios de gasolina y diésel que consumen los venezolanos cuesta unos trece millones de euros al año, dinero que podría mejorar carreteras desastrosas y un transporte público tercermundista. Con estos precios, los transportistas del combustible y los dueños de las gasolineras no tienen ganancias. Mientras desde 1998 la inflación aumentó 508,1% y el salario mínimo, un 699,2%, el margen de beneficios de las gasolineras bajó.
La gasolina venezolana es la más barata del mundo, cuatro veces inferior a la de Arabia Saudí, primer productor mundial de crudo. El precio irrisorio genera distorsiones. El consumo no preocupa a la gente. Todo el que puede, compra coche nuevo. Los revolucionarios enriquecidos, los llamados boliburgueses,tienen especial querencia por los Hummers y por otros todoterrenos potentes. Las autopistas están tan abarrotadas que apenas movilizan al 20% de la población; el otro 80% se desplaza en un vetusto transporte público.
"Ya es una grosería vender la gasolina como la estamos vendiendo, ¡mejor sería regalarla!", dijo Chávez en enero. Pero no se atreve a ajustar el precio. El venezolano cree que el petróleo es suyo y, por lo tanto merece que se la den gratis, o casi. Cualquier intento de ajustar el precio dispara las protestas sociales. Como todo venezolano, Chávez guarda en la memoria el caracazo, la revuelta popular más sangrienta en la historia del país. El 27 de febrero de 1989, el presidente Andrés Pérez decretó un aumento del combustible, y los transportistas aprovecharon para subir el 30% las tarifas de los autobuses. Los motines se extendieron por Caracas con cientos de tiendas saqueadas e incendiadas. Pérez movilizó al ejército, que puso orden con fuerte represión. El caracazo causó oficialmente 275 muertos, aunque pudieron ser diez veces más.
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