La última gracia de Maduro, cuyo sentido del humor popular nada tiene que ver con el de Cantinflas sino más bien con el de Hitler, es decir vulgar y de tinte fascista, estuvo referida a los mensajes que por las redes sociales envían los estudiantes cuando están siendo bárbaramente reprimidos por la guardia del pueblo (¿?) y los grupos paramilitares que el PSUV y sus aliados han armado para intimidar a la población.
Maduro quiso hacer una gracia y le salió una morisqueta cruel, como pasa siempre con quienes buscan lanzar una ironía pero que, por ignorancia, termina devolviéndose hacia ellos y dejándolos no sólo al desnudo sino en el más grande ridículo.
En las redes sociales los estudiantes escriben SOS para pedir ayuda y protección de la sociedad civil y la opinión pública porque los grupos y colectivos paramilitares, al igual que la guardia del pueblo, los atacan y los jóvenes que marchan y protestan carecen de armas de fuego para contraatacar, ni las necesitan porque desde un principio dijeron claramente que sus manifestaciones eran y serían siempre pacíficas.
Pero el señor Maduro en la oscuridad de su ignorancia desconoce que estas tres letras pegadas y sin puntos (SOS) no son siglas de un partido o marca de un producto, sino la señal universalmente utilizada para reclamar ayuda en caso de emergencias. Fueron escogidas como llamada de socorro para ser transmitida usando el código Morse.
No existe relación alguna entonces entre el SOS de los jóvenes y la burla morisquetera propia de los circos que monta en cadena como de costumbre el señor Maduro, rodeado de su habitual corte rojita de decenas de ministros y demás funcionarios que a duras penas esbozan una sonrisa ante los chistes tan malos de Nicolás.
Atreverse a parodiar el SOS de los estudiantes enviados por las redes sociales con el habla popular de Argentina (¿SOS venezolano? dijo) no sólo es un insulto contra los argentinos que no tienen ni arte ni parte en esta arremetida sangrienta del gobierno contra los jóvenes, sino que además demuestra que Maduro ha perdido la poca sensibilidad y el respeto que pudo haber tenido por los seres humanos.
Para Maduro los manifestantes no son seres humanos sino enemigos en el más estricto sentido militar fascista usado en Chile durante la dictadura pinochetista. Odia a los jóvenes porque lo mantienen en jaque, y los persigue creyendo que así podrá acallar y ocultar una protesta que no cesa pese a la represión y que -gracias a las redes sociales y al esfuerzo periodístico de agencias y medios internacionales- es noticia de primera plana en América Latina y el resto del mundo.
Este hombre que hoy está más o menos al mando de Venezuela, cree no tener culpa de nada, pero es responsable -y en algún momento tendrá que dar cuenta de ello- de masivas y atroces violaciones de los derechos humanos que incluyen el menosprecio a la libertad de expresión y el irrespeto a la vida misma. Hacer mofa de los reclamos como SOS Venezuela y SOS Táchira imitando el acento rioplatense lanza más sal sobre las heridas y exhibe, además, una descomunal y alarmante falta de sensibilidad.
La ignorancia es una condición que recomienda silencio y modestia. No se puede, como hacía Chávez y como hace su sucesor, opinar sobre lo que se desconoce, no sólo porque comprometen su solvencia intelectual, sino que hacen pasar pena ajena a los venezolanos; el que no tengan miedo del ridículo, no significa que debamos compartir con ellos su falta de vergüenza.
En cuanto a la sensibilidad, es cierto que a la hora de juzgarla prima la subjetividad del crítico, pero hay temas que comportan un mínimo de comprensión para que la solidaridad sea cierta y no enarbolada como bandera propagandística con inconfesables propósitos. Ignorancia e insensibilidad son defectos inadmisibles en un jefe de Estado de verdad… porque, vos, Nicolás, no lo sos.
Editorial de El Nacional
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