lunes, marzo 14, 2011
Lo que aprendí, por George Martin
En junio de 2003, el llamado “quinto Beatle” fue invitado por la revista Esquire para escribir su popular sección What I’ve learned. Éstas fueron algunas de sus respuestas.
Por Prodavinci | 14 de Marzo, 2011
George Martin y Los Beatles
—La mayor cualidad que debe tener un productor es la habilidad de ver todo el cuadro. La mayoría de los artistas no escuchan el conjunto cuando graban algo. Es un poco como cuando uno es niño y mira una foto escolar con cien chicos. Lo primero que dice es: ¿dónde estoy yo? Lo mismo pasa con el músico. Cuando ponga la música otra vez, siempre estará escuchándose a sí mismo. El productor tiene que sentarse, ver todo el conjunto en perspectiva y darle un sentido.
—Cuando se me ocurre una buena idea, no pongo el grito en el cielo y digo: “¡Esto es lo que tendríamos que hacer, muchachos!”. Digo: “¿Qué te parece esto?”. Y el músico se pone a pensar. Después de un rato logras que el músico piense que tiene que aceptar la idea.
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—En cien años, todos tendremos un ligero color café.
—Mi padre era carpintero y mi madre, costurera. Vivíamos en una casa muy cálida y adorable, aunque no era precisamente una casa rica. Éramos muy pobres. Pero si mi padre encontraba algo en la calle, jamás se lo quedaba. “No me lo gané”, decía. Tenía la costumbre de ganarse la vida.
—Si pudiera abolir algo, aboliría los televisores. Tengo uno en mi casa, por supuesto, y veo los culebrones como cualquiera.
—El dinero es como el amor. Sólo es importante cuando no lo tienes.
—Tengo montones de canciones favoritas. Si tuviera que elegir una de Lennon, creo que elegiría “Strawberry Fields Forever”. Fue tan maravillosamente innovadora… Una revelación, en realidad. Hermosa letra, una armonía fantástica… y la producción no estaba mal. De McCartney me gustan las canciones simples. Mi favorita, creo, era también la suya: “Here, There and Everywhere”. Está muy bien construida. Digna de Schubert, creo.
—No me imagino a Dios como un hombre de barba gris. Me lo imagino como un punto de luz, algo que no puedo ver ni sentir, pero que sé que está ahí. Estoy absolutamente seguro de que está ahí. Es como una energía, pero una energía benéfica. Dios es bondad.
—Si uno tiene héroes, mejor no conocerlos.
—John y Paul eran talentos parejos y colaboraban, pero lo más importante es que competían. Cuando uno hacía algo, el otro decía: “Dios mío, qué bueno. Me pregunto si podré hacer algo mejor”. Eso los estimulaba. Individualmente eran geniales, pero la verdad es que nunca alcanzaron las cimas olímpicas a las que llegaron siendo los Beatles.
—Mi lugar favorito es mi casa.
—La gente habla de Sgt. Pepper como si fuera un disco escrito bajo la influencia de las drogas. En realidad no lo fue. Fumaban yerba, por supuesto, pero nunca cuando estaban trabajando. Por ahí, cuando uno de ellos sentía que había terminado su trabajo, se iba a dar una vuelta por el bar y pegaba unas pitadas y volvía con tremenda sonrisa en la cara.
—Si yo hubiera metido drogas en la época en que los Beatles metían drogas, dudo que hoy tuviéramos los discos que tenemos.
—Hay música en el corazón de nuestro ser. ¿Cómo imaginar a una madre meciendo a un niño sin canturrearle? Es tan natural como respirar.
—Cuando he tenido una intuición, en general no me he equivocado. Y cuando he escuchado a los expertos, invariablemente se han equivocado.
—Un día, hace seis años, abrí un sobre que tenía el sello del primer ministro. Decía: “Me complace informarle que usted ha sido recomendado para ser nombrado caballero por Su Majestad la Reina. Si está dispuesto a aceptar ese honor, por favor háganoslo saber rellenando el formulario adjunto. No volverá a saber de nosotros”. Me puse pálido y dije: “¡Puta madre!”. Mi mujer pensó que había pasado algo malo. Yo no podía hablar, así que le di la carta. La leyó, se puso pálida y dijo: “¡Puta madre!”. Fuimos al palacio de Buckingham, la reina sacó su espada y trató de no decapitarme.
—Hay algo de mi padre en mí, y hay algo de mí en mi hijo. A veces es irritante ver a tus hijos haciendo las estupideces que uno hizo. “Dios, ¿por qué no aprende?”, me digo. Pero después pienso: ¿Y por qué no aprendí yo?
—Hace cincuenta años, ser pobre quería decir no tener suficiente comida. Hoy significa que sólo tienes un auto.
—Estoy prácticamente sordo del oído izquierdo. Y he perdido un 20% de audición en el derecho. No tuve problemas durante la mayor parte de mi vida, pero en los últimos cinco años se ha deteriorado mucho. En parte se debe a escuchar toda esa música a tanto volumen. Pero también creo que es la vejez. A los 79, uno camina por la calle y va perdiendo pedacitos; es cuestión de recogerlos y guardárselos en el bolsillo.
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