Por Luis Garrido
En nuestro léxico político no caben los malos augurios; no estimulamos pesimismo ni encandilamos ilusiones. La represión del gobierno es más que suficiente para entender el por qué cada día los vientos del retorno a la democracia se sienten con mayor fuerza. La insistente violación a los derechos humanos son claras evidencias de que este gobierno quedó atrapado en las redes del autoritarismo, del cual ya no tiene posibilidad de salir: mientras más aprieta sus tenazas, con mayor celeridad cava su propia tumba.
Más que el precio del petróleo, que les redujo la programación de la política engañosa, superior es la incompetencia para darle respuesta a los problemas, dado el efecto que está causando en la población de menos recursos. Ellos lo saben, no lo inventamos; hay nerviosismo, se agota la paciencia. Pérez Jiménez sigue vigente en la memoria de los venezolanos; la historia se repetirá: la huida cada día está más cerca.
Se dice que “mayor cuidado debe tenerse frente al cobarde que al que manifiesta su guapeza”; esto tiene sentido si lo asociamos al dicho de que “el cementerio está lleno de guapos”. La referencia la hacemos por quienes viendo solamente el cielo encapotado apuestan a la violencia. Si esta actitud es una muestra de valentía, reflexionemos; el adversario es cobarde, tiene las armas y 16 años son más que suficientes para contabilizar nuestros muertos. Ellos desvían la Ley a sus conveniencias: culpables en inocentes e inocentes presos sin fórmula de juicio.
No conocemos los mecanismos para determinar el proceso parlamentario del 2015; sin embargo, ya vemos cómo el color rojo sigue siendo visible en el ordenamiento del nuevo Consejo Electoral. No esperamos menos de quienes a sabiendas de la derrota que les va a propinar el pueblo, se preparan con sus cartas marcadas. Es aquí donde alertamos sobre nuestra apreciación del pesimismo y los deseos; estamos obligados a ganar, solo que la decisión es de cada venezolano. La propiedad del voto no es transferible y la defensa de la Patria, como el porvenir de los hijos, no admite tregua ni lamentaciones.
Cuando hablamos de pueblo, no hay diferencia con los chavistas. Ellos creyeron y fueron defraudados; ellos sufren del mismo mal con el que nos están matando. Somos venezolanos por igual. Despertarnos de esta pesadilla es una responsabilidad compartida.
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