sábado, noviembre 19, 2011

Alberto Franceschi opina


Si Capriles asumiera plenamente el mensaje y propuesta de Diego Arria, aunque diste años luz de su conocida experiencia, le reconocería como un buen candidato, entre otras cosas porque tendría a personas como Arria como su mejor asesor.

Pero el hecho es que tenemos la inmensa suerte de contar ya con Arria y todas sus ventajas y una sola desventaja: Hay que desmontar, y créame que es fácil, la matriz de opinión según la cual, un joven de relevo generacional es mejor que alguien que “cometió el pecado” de haber vivido más años, acumulando experiencia y solidez intelectual y profesional, que sencillamente es lo que le hace más apto para el ejercicio de una presidencia de transición, entre el desastre actual y la reconquista de la libertad y la esperanza.

Porque el problema es que lo que se nos proponen desde la juventud política, es la ancianidad de los resabios acomodaticios a la línea de menor resistencia, y desde el liderazgo experimentado se nos está diciendo: ni siquiera sueñes con que un dictador sale del poder sin que se hayan reunido las fuerza para echarlo, más aun en el terreno electoral.

Pero es echarlo… no pedirle gentilmente que se retire, porque entre otros hábitos, quienes desarrollan el instinto de conservación del poder, desafían hasta lo inimaginable para conservarlo.

Viene el derrumbe del que empezó a hablar, y ya apareció el que gente quiere oír, para conducir la batalla de opinión centrada en verdades y no en ilusiones.

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