LINGCHI - O MUERTE LENTA
por Antonio A. Herrera-Vaillant
El Universal- Página de Opinión
aherreravaillant@yahoo.com
Hace mil años China adoptó un cruel modo de ejecución que se mantuvo hasta 1905: La muerte lenta de mil cortadas. El método era aplicar cortadas paulatinas con una afilada hojilla, en brazos, piernas, tórax; separando luego partes corpóreas, hasta que la víctima desangraba o era rematada de una puñalada al corazón, o mediante decapitación.
El ejecutado solía recibir fuertes dosis de opio para disminuir su plena conciencia; y con frecuencia les sacaban primero los ojos. Por algún motivo aquello trae a la mente aquello que Dios ciega a quienes quiere perder.
En metáfora, una “muerte de mil cortadas” es la destrucción gradual o incremental de algo, institución o plan, mediante sucesivos ataques muchas veces imperceptibles, multiplicados en el tiempo y el espacio.
Históricamente, el fenómeno de la muerte lenta ha sido parte integral de numerosas contiendas y carreras políticas. En democracias parlamentarias la muerte lenta puede resultar tan insoportable que algunas víctimas prefieren evitar el proceso mediante el hara-kiri político de la renuncia: Allí están los casos de Richard Nixon, Carlos Andrés Pérez y otros.
Es importante premisa de muchas guerrillas; y en el terreno civil suele presentarse con especial dramatismo en ídolos populares con pies de barro.
Cuando una estructura política se consolida sobre el oportunismo del cargo, la dádiva, o el lucro del negocio fácil, las lealtades suelen ser superficiales y efímeras. El tema se vuelve dramático en trayectorias políticas caracterizadas por permanentes huidas hacia delante.
En semejantes entornos el opio es suministrado por adulantes y aliados de conveniencia con palabras melosas ó desafiantes a la realidad. Más de un juramento que proclama “esto, o la muerte” termina en el harto conocido síndrome de las ratas abandonando al barco que se hunde.
Todos nuestros campesinos saben que cualquier toro bravío puede atravesar un pequeño arroyo con fuerza incontenible: Pero si llega a soltar una mínima gota de sangre, su poderoso cuerpo es rápidamente devorado por caribes –o pirañas – que apenas le dejan la osamenta.
Un perceptivo colega ha señalado que el peor problema de ciertos gobernantes muy populares es rodearse de la gente menos de fiar de toda una nación. Con semejantes compañías, la estocada decisiva no suele ser del opositor frontal sino del presunto aliado. La historia preserva siempre las célebres palabras del moribundo César: “¿Et tu, Brutus?”
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