martes, diciembre 16, 2014

EDITORIAL DE EL NACIONAL






Ya estamos acostumbrados a las marchas del oficialismo, hasta el punto de que nadie se sorprende por una nueva convocatoria, pero la de ayer destaca por el dispendio que significa y por el motivo que la convirtió en realidad.
Venezuela, de acuerdo con las afirmaciones incontestables de los expertos del país y del exterior, sufre la mayor crisis económica de los últimos quince años. Venezuela es un país famélico, una comarca esquilmada y caracterizada por la estrechez material, según las estimaciones más dignas de confianza. La reducción de los precios del petróleo es el broche de oro de una decadencia labrada con tenacidad por la pésima administración y por la corruptela que la sociedad padece. El gobierno lo ha reconocido a regañadientes, debido a que ha anunciado la eliminación de gastos suntuarios y ha sugerido otros aprietos de cinturón, pero convoca una marcha contra la supuesta agresión del imperialismo estadounidense.
¿Es, en realidad, una manifestación contra el ataque de los tenebrosos poderes que habitan en Washington? Todos sabemos que el Congreso de Estados Unidos ha tomado una decisión que solo incumbe a un grupo de funcionarios venezolanos a quienes se acusa de violación de los derechos humanos. Todos sabemos que la medida solo es aplicable en el territorio del país que la solicita, en caso de que sea refrendada por el Ejecutivo Federal. Todos sabemos, en suma, que no se trata de una agresión contra Venezuela sino solo de una prevención frente a un grupo de burócratas de la cúpula oficialista. Sin embargo, el gobierno llama a la multitud para que proteja a la patria contra una especie de acción de filibusteros.
Lamentable carnaval en medio de las penurias. Injustificada congregación, cuando la sociedad vive una de sus peores épocas. Para eso sirve el patriotismo de la actualidad. Manipulado a su antojo por el presidente Maduro y por sus burócratas, el patriotismo ahora se utiliza para tapar el sol con un dedo, para encubrir penurias e irresponsabilidades que solo se pueden atribuir al deplorable manejo de la economía y a la mano larga e impune de la ladronería. Esas irregularidades no son la obra de la Casa Blanca, sino de los domésticos bolivarianos, pero no faltaron los gritos acusadores contra Obama y sus agentes que han debido ver el espectáculo con especial asombro.
En el fondo, la marcha promovió el respaldo de una de las administraciones más desprestigiadas y vapuleadas de los últimos tiempos. También, en especial, el lanzamiento de un apurado salvavidas para el prestigio del presidente Maduro, cada vez en mayor menoscabo si nos atenemos a los números de las encuestas, algunas de las cuales apenas le conceden 20% de popularidad. De eso se trató, en suma, de un carnaval extemporáneo mientras la sociedad se ahoga en la miseria y en la desesperación. De gastar plata sin control a ver si, moviendo el deshilachado trapo de la lucha contra el imperialismo, recibe un poco de oxígeno un madurismo al borde del desahucio.

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