¡Un país devaluado! por Gabriel Reyes
La retórica del grupo de improvisados que decidieron rebautizar nuestro signo monetario con el ridículo apodo de “Bolívar Fuerte” hoy debe ser tema de burla en todo el mundo. Una vez más, tratando de alcanzar la utopía comunista, esta suerte de cofradía trasnochada de iluminados pseudo economistas han decepcionado a los venezolanos, no sin antes culpar a la oligarquía y al Imperio por su propia estupidez.
Con el barril de crudo a más de 105 dólares, y con un excedente presupuestario de más del 50% del que no rinden cuentas ni expresan resultados, estos genios han destrozado el poder adquisitivo de quienes confiaron su presente y futuro en ellos, sin saber que enriquecerían oprobiosamente a una cúpula corrupta y darían el chance para la instauración de una cleptocracia sin referencia en nuestra historia republicana.
El salario mínimo es diluido en una tercera parte, con el inmenso impacto en los bolsillos de la clase trabajadora. Y toda esta pesadilla para ser perfecta, debe pasar por la tragedia del desmontaje sistemático e intencional de nuestro aparato productivo que nos hace depender de los perversos mecanismos de importación triangulada donde la morada presidencial insular se convierte con regularidad casi constante en uno de sus vértices.
Estamos en manos de un grupo de voraces capitalistas que empobrecen al pueblo para mantenerlos cautivos en una relación de dependencia clientelar, que los somete a la participación forzada en un circo proselitista de signos e imágenes, de héroes de caballito e historias distorsionadas, de dogmas de fe en temas insólitos como el estado de salud del presidente de la república y que ahora los somete a la miseria de ver cómo su esfuerzo pierde valor por la ineptitud de quienes gastaron lo que no tenían y cuando ya no nos gobiernen, nos dejarán quebrados, como nunca.
Y son estos “líderes”, ídolos con pies de barro y escaso entendimiento los que evocan en una suerte de profecía autocumplida los saqueos y desórdenes en las calles como si fuera culpa de los pocos empresarios que quedan en el país el desastre al que nos han llevado. Estos irresponsables permitirán que el mismo pueblo que hambrearon con su “socialismo de pacotilla” salga a la calle a comprometer los últimos resquicios de libertad económica que le quedan a la Venezuela decente, moribunda criatura que parece sucumbir a la barbarie de quienes le pagaron a un país quebrado para que nos sometiera.
Somos un país devaluado donde una clase gobernante, verdaderos oligarcas, nos conducen a las miserias de un conflicto social para satisfacer el morbo de su resentimiento, la sociopatía incubada a lo largo de los años, y el apoyo de una cúpula militar adulante, complaciente y que en violación flagrante a la Constitución se declara abiertamente partidaria del régimen y de sus secuaces.
Somos un país devaluado en el que se le rinde culto en discursos y proclamas a un dictador que ha sometido a un pueblo a una cruenta dictadura de más de medio siglo, donde han fusilado a quienes solo pensaban diferente y donde la cultura del respeto a los derechos humanos es algo inexistente.
Somos un país devaluado donde quienes nos oponemos a nuestra realidad nos escondemos en el confort del miedo y en la comodidad de esperar que otros salgan a defender nuestros derechos. Donde todavía se pelean por los colores de desgastadas cáscaras de huevo a las que llaman “partidos políticos” sin comprender el verdadero alcance de una UNIDAD operativa.
Somos un país devaluado donde hoy vemos como después de 14 años de esta patraña nuestra moneda vale 5.000 veces menos, tenemos 80% de pobreza, no sabemos si el presidente está vivo y todavía la primera opción electoral la tiene un vicepresidente con designación vencida oxigenado por la interpretación de una Corte complaciente que ha determinado que el presidente no está presente, pero tampoco está ausente, y todos los demás lo aceptamos como algo “excesivamente normal”.
Somos un país devaluado donde un grupo de “nuevos ricos” quienes hace 15 años no tenían donde “caerse muertos” hoy son ilustres potentados que luciendo atuendos de moda europea, acusan de corruptos y amenazan con cárcel con una autoridad moral inexistente a quienes piensan diferente a ellos, violando su esfera privada y satanizando cualquier hecho posible con tal de convencer a la opinión pública de algo que no es cierto.
Somos un país devaluado donde nuestra último bastión de reserva, los estudiantes, se encadenan frente a la OEA reclamando justicia ante la indiferencia absoluta de quienes se hacen llamar “opositores” tal vez hasta quejándose de que su presencia entorpece el tráfico para acceder a su tienda preferida o al café donde tienen la cita.
Somos un país devaluado donde, a menos que algo suceda, que rescate la vergüenza personal y colectiva nos verán en muy poco tiempo como otra Cuba, sumida en la pobreza en contraste con una clase gobernante poderosa y millonaria.
Somos un país devaluado, pero recuperaremos nuestro valor cuando enfrentemos esta pesadilla con la dignidad de un pueblo que no aceptará ser sometido a las vergonzosas condiciones de una nación primitiva y cuando olvidemos agendas personales para construir con visión compartida ¡un país para todos con justicia y libertad!
¡Amanecerá y veremos!
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