Nos señala Antonio López Ortega, lo siguiente:
Venezuela ha vivido durante el período 1999-2012 una fuerte regresión cultural. La institucionalidad que nació en los años 40, con la creación de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, y luego se autonomizó con el INCIBA en 1963 y con el CONAC en 1975, decrece en visiones, estrategias y políticas. Es cierto que, como únicos avances, deben anotarse los cuatro artículos sobre derechos culturales de la Constitución de 1999 (la de 1961 tenía uno solo) y la promulgación del Ministerio de Cultura en 2003 (vieja aspiración del sector). Sin embargo, parecen avances formales, porque no hay deuda mayor que la promulgación de una Ley Orgánica de Cultura, que por razones incomprensibles el Poder Legislativo se niega a aprobar.
Pero más allá de las formalidades, el retroceso ha sido franco: museos ruinosos, editoriales invisibles, cultura popular intervenida por la política, recentralización administrativa. Ha habido, además, un empeño lamentable: acabar con las individualidades y promover las colectividades, por aquello de resaltar el anonimato. Se confunde al creador con un ególatra, por lo tanto no se fomentan exposiciones individuales sino colectivas. Por otro lado, está la innoble creencia de hacerle creer a cualquiera que puede montar un cuadro en un museo nacional. ¿Por qué no se dedican esos fondos a la formación, a la capacitación especializada, antes que al engaño?
Uno de los balances peores es cómo ha retrocedido el discurso de o sobre lo cultural. Tuvimos en el pasado reciente niveles mayores de conocimiento, de análisis, pero ahora hemos vuelto a la Edad de Piedra, con niveles de ignorancia alarmantes. Esto es más lamentable en la Provincia, donde la gente ya no reconoce nada: ni autores, ni músicos, ni artistas. Nadie recuerda que el país estuvo poblado por bienales de arte, que la red de museos nacionales funcionaba, que las escuelas de teatro fueron un proyecto sólido, que la danza tuvo sus festivales, que las bienales literarias se las disputaban varias capitales de estado.
¿A qué obedece este desdibujamiento, este borrón? Me gustaría creer que responde a simples torpezas, a mala gestión, a falta de políticas, a estrategias equivocadas. Esto es preferible a pensar que todo es un diseño doctrinario, de borrón y cuenta nueva, se posesionó de nuestra indiosincracia para hacernos creer que no hemos tenido pasado, que Jesús Soto, Salvador Garmendia o Isaac Chocrón son ciudadanos de otra galaxia.
Tiempos tristes, ingratos, injustos. Tiempos de regresión. Mucho nos costará ponernos al día, recuperar las huellas del pasado, volvernos a colocarnos a la cabecera del continente, en la que alguna vez estuvimos, con museos que eran la envidia de la comarca y editoriales que daban refugio a autores iberoamericanos expulsados de sus países.
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