sábado, octubre 16, 2010

Un análisis del comportamiento y naturaleza del Teniente Coronel







Hugo Chávez Frías
Desde que apareció en el panorama político nacional con su "por ahora" y responsabilizándose por los hechos del 4 de febrero pude intuir su potencia, sin poder vislumbrar en ese momento la cualidad de sus efectos.

Como profesional de la salud mental ha generado en mí curiosidad, y un estímulo al pensamiento, la comprensión de la verdadera naturaleza del Teniente Coronel.

He compartido mis ideas con muchos colegas con quien he intercambiado opiniones, pensando en términos diagnósticos; en una posible organicidad cerebral dado su biotipo, su conducta repetitiva, escasamente imaginativa.

Su naturaleza agresiva, confrontadora, que lo mantiene exaltado, incapaz de relajarse para dedicarse a actitudes meditativas. El escaso control de lo impulsivo, que resulta en explosiones emocionales con fines de descarga de la tensión psíquica acumulada, debido a la incapacidad de elaboración mental. Sus ideas poco originales, repetidas en forma interminable, sin añadirle la contribución propia resultan acartonadas, lo que produce escasa
flexibilidad en el pensamiento y en la actitud. 

El pensamiento no logra expresarse sintéticamente, por lo que su discurso resulta extremadamente prolijo, lo que lo hace interminable. La carencia de capacidad reflexiva y de contención de las pasiones primitivas, son características que resultan inadecuadas y nefastas para cualquier conductor de destinos humanos.

Por otra parte, los rasgos de personalidad narcisista también están presentes en este personaje: el sentimiento de grandiosidad que se revela en su discurso pomposo, donde se manifiesta la imperiosa necesidad de ser admirado, de producir sorpresa, pasmo o estupefacción, más que de transmitir un mensaje claro, coherente que sirva de directriz a un país y a sus integrantes. 

No puede soportar disensiones, críticas, interrogantes o peor aún indiferencia. Por ello no ha permitido el desinterés de ninguno de sus conciudadanos, ya que en su fuero interno le es más soportable la ofensiva que la indiferencia. Y así el país entero se mueve en la confrontación que él genera para alimentar su soberbia y autosuficiencia.

De esta manera, sus logros son exagerados y sus talentos sobredimensionados. Se nutre con fantasías de éxitos ilimitados, el poder lo embriaga y lo hace adicto. Se siente especial, y los que no comparten su idea se transforman en "otros", no diferentes, sino enemigos potenciales hacia los cuales debe dirigir toda su fuerza agresiva. Como el "otro" no puede ser reconocido en sus diferencias, sentimientos o necesidades se carece de empatía para contactar con él. Por ello es incapaz de colocarse en otra perspectiva que no sea la propia.

Con frecuencia se siente envidioso de los "otros", por tanto los ataca sin piedad intentando destruirlos, desaparecerlos y no tener así que lidiar internamente con el malestar que la envidia le genera. Se defiende de estos sentimientos con arrogancia y altivez, esperando compensar lo que muy dentro de sí sabe que le falta y que el "otro" pudiera tener.

Sin embargo, los rasgos de personalidad que posee en alto grado y que resultan los más peligrosos son los psicopáticos o sociopáticos, ya que son éstos los mayores responsables de los sufrimientos que ha ocasionado a la nación.

Los trastornos psicopáticos de la personalidad se alimentan de fuentes psicóticas revestidas de una apariencia de normalidad, lo cual le permite mantener relaciones superficiales con las demás personas pero sin establecer vínculos profundos, sin interesarse u ocuparse genuinamente del otro. Estas características dieron el nombre al libro de Hervey Cleckey "La máscara de la cordura", clásico de la materia publicado en 1941.

Son apreciables en el Teniente Coronel, un buen nivel de inteligencia acompañado de cierto encanto superficial que tiende a desvanecerse cuando se le conoce profundamente.

Resulta evidente el uso del engaño, la mentira y la insinceridad, aunado a la ausencia de remordimiento o vergüenza; así como la sorprendente capacidad de manipulación, con la que logra utilizar a los demás y convencerlos de su credibilidad. Estas características nos producen asombro, dejándonos sin aliento ante declaraciones evidentemente falsas de él o de sus seguidores, que se nos muestran como verdaderos "caraduras".

Muchos de ellos comparten los rasgos psicopáticos produciéndose asociaciones, alianzas o "gangs", que por supuesto están propulsadas por intereses comunes, y no por aprecio personal genuino.

Posee serios impedimentos para lograr un juicio equilibrado y ajustado a los eventos de la realidad global, lo cual sumado a una incapacidad para aprender de las experiencias, lo confina a un estancamiento mental sin progreso ni evolución.

Cuenta con un egocentrismo patológico que aparece domingo tras domingo en sus programas televisados "Aló Presidente", cuando utiliza largas y valiosas horas para hablar de sí mismo y de sus propias vivencias, proyectándolas en el ámbito de interés nacional.

Incapacidad para el amor, pobreza y superficialidad en sus relaciones afectivas, donde escasea la consideración, el respeto y el buen trato, sustituyéndolo por el sarcasmo, la burla y el desprecio.

Se aprecia en él impulsividad, irritabilidad y agresividad exacerbadas que sumadas a las características anteriores lo lleva a obviar los peligros a que pueda exponer o los daños que pueda ocasionar a otras personas, atendiendo sólo a sus propios beneficios.

El uso de estos mecanismos psicológicos, apaciguando las tensiones internas, se vuelve adictivo, lo que lo imposibilita para apreciar la realidad como el resto de los seres humanos.

La adicción continúa su escalada de lo falso, a lo criminal, a lo macabro, a la violencia asesina y al uso de todo lo que siembre el pánico ajeno de lo que la adicción se alimenta. Sin embargo, la falta de juicio y de una correcta apreciación de la realidad puede conducirlo a cometer errores fatales que lo comprometan indefectiblemente.

Por otra parte podemos considerar su forma predominante de funcionamiento mental como esquizo paranoide, tal como fue descrita por la gran sicoanalista Melanie Klein, quien la consideró la forma más primitiva de funcionamiento mental, donde la organización del caos mental se establece en primer término bajo la forma de división del mundo y del sí mismo en bueno o malo. Lo bueno cuenta con todas las características positivas por lo que se torna idealizado y perfecto, y lo malo con todas las características negativas por lo que se vuelve denigrado e infernal.  Por ende, todo lo que le es diferente es malo y persecutorio y debe ser atacado.

En esta suerte de estado mental maniqueísta es imposible encontrar visiones integradoras de los aspectos positivos y negativos del mundo y del sí mismo; se hace imposible entonces una correcta apreciación de la realidad externa e interna. Por lo tanto la consideración por el otro, el dolor por el daño ocasionado, el deseo de reparar lo dañado, la gratitud por lo recibido resultan imposibles.

La posición mental propia de los primeros estadios de la mente, que queda inscrita como forma predominante de funcionamiento si no se logran alcanzar niveles más avanzados de evolución mental, o bien pueden alternar transitoria y dinámicamente con éstos en situaciones de gran exigencia psíquica.

En mi opinión, esto explica el por qué el discurso del Presidente originado en esta forma de funcionamiento mental, cala en personas que lo comparten ya sea en forma transitoria o permanente. Su verbo despierta los demonios sin posibilidad de moderarlos por otras instancias de la personalidad, no se mezclan, permanecen divididos y por lo tanto se exacerba su potencialidad letal. Los que tienen la suerte de contar con niveles mentales más desarrollados pueden usar otros recursos y es por ello que en medio de todo ese enfrentamiento cáustico y sangriento aparecen fenómenos que nos reconcilian con ser humanos.

Personajes como éste llegan a pueblos necesitados en el momento propicio, se constituyen en la voz de una necesidad y de allí su enorme potencia, ya que no hablan por sí solos sino con la voz de un colectivo. En nuestro caso, el colectivo se sentía defraudado por la acción de los gobiernos anteriores, en especial la gran masa desposeída que sentía las consecuencias de 40 años de ineficiencia en el abordaje de los programas sociales. Por otra parte necesitaba creer en valores que sentía traicionados tales como honestidad, justicia, equidad.

Las causas del resentimiento pueden ser muy justificadas, como creo que es el caso en Venezuela, pero el uso de armas mentales tanáticas no busca en realidad una reconstrucción y una reparación de lo dañado, no busca un alivio al sufrimiento humano, no se basa en la preocupación y el sentir por el otro, sino en el inmenso placer de odiar y de destruir envidiosamente.

La posición mental adoptada mayoritariamente no permite transitar los caminos que conducen a la armonía y a la paz. No es posible porque no se cuenta con los recursos psíquicos de amor, generosidad y valentía para ello.
Varios millones de personas cifraron su esperanza en la potencia indudable de este líder pero no supieron ver la dirección de esta potencia.  Algunos pudieron discernir rápidamente las fuerzas directrices de la misma: odio y violencia alimentadas por la envidia, encubiertas bajo la máscara de justicia social. A otros les fue más difícil y requirieron de muchas pruebas antes de poder ver claro. Otros aún continúan engañados y algunos comparten con él esta patología destructiva de alta potencia letal.

Freud en su artículo "Psicología de las Masas y Análisis del Yo" (1921), nos habla de la pérdida de las características individuales favoreciendo la formación de una masa anónima, por ende, irresponsable; sin capacidad de voluntad ni de discernimiento, altamente sugestionable pudiendo obedecer a ideales nobles o crueles, heroicos o cobardes, pero en forma tan imperiosa que queda abolido lo personal, incluyendo la auto conservación. Al perderse las inhibiciones se corre el riesgo de resultar conducidos por los instintos al quedar la masa expuesta al poder mágico de las palabras.

Por tanto no todo lo deseado por la mayoría sería de por sí respetable, ya que puede ser el resultado de fuerzas instintivas primitivas, pero lo que sí es fundamental es "mantener un orden político donde todos puedan querer libremente", en palabras de Fernando Savater.  El querer libremente preserva la diversidad, el intercambio, la mezcla, imprescindibles para el crecimiento de la mente individual y por tanto de la colectiva, único resguardo contra el totalitarismo, tiránico o  dictadura psicológica o social.

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