Cristovam Buarque, economista, sociólogo y autor de más de 40 libros, fue rector de la Universidad de Brasilia, gobernador de dicho Estado y ministro de Educación en el primer Gobierno de Lula. Dejó el Partido de los Trabajadores (PT) para afiliarse al PDT (Partido Democrático de los Trabajadores) y disputó en 2006 las presidenciales con Lula. Hoy, es el paladín en Brasil de la lucha para colocar el tema de la educación en el centro del debate político.
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Pregunta. ¿Cómo se imagina a Brasil sin Lula?
Respuesta. No me lo imagino. De hecho, se le nota a la campaña la falta de carisma que él le infundía. Es difícil decir cómo será Brasil después de Lula. Su idea es continuar en la política mientras Dilma Rousseff es la presidenta. Tendrá una participación fuerte aunque discreta; no intervendrá en el día a día. No le disputará las luces del escenario, pero la influenciará. En caso de que ganase José Serra [Partido de la Social Democracia Brasileña], Lula sería el líder de la oposición.
P. Usted es el máximo defensor de hacer una revolución en la educación. ¿Qué le faltó al presidente Lula para hacer esas reformas?
R. Lula es un genio de la política y él sabía que la educación de base es un tema que no da votos. Sí dio importancia a la educación superior y mejoró las universidades públicas y privadas, que sí dan votos.
P. ¿Por qué no da votos?
R. Porque la población pobre brasileña no se ve con derecho a ella y piensan que es solo para las clases superiores. A los adultos que no fueron a la escuela ya les parece mucho que sus hijos puedan tener educación, aunque sea de pésima calidad. La educación es una apuesta de largo plazo, pero los políticos no recogen sus frutos inmediatamente y Lula es un político de lo inmediato.
P. ¿Cuál de los tres candidatos principales (la ex guerrillera Rousseff, el socialdemócrata Serra y la ecologista Silva) es el más interesado en la educación?
R. Ninguno de ellos va a hacer reformas. Brasil es un país aún prisionero de la economía primaria. Es un importador de conocimiento y un exportador de bienes materiales. Priorizar radicalmente la educación exige una postura totalmente diferente. Supone considerar a Brasil como un país que tenga futuro en una economía basada en el conocimiento. Esto se enfrenta a los intereses políticos y económicos de las élites. Hacer la revolución en la educación significa quebrar privilegios de clase. Le será difícil a cualquiera de los tres candidatos tener fuerza y voluntad para ello.
P. Ninguno de los candidatos más importantes es de derechas. ¿En qué son de izquierdas?
R. Sus propuestas se mueven en el ámbito de las últimas décadas. Falta una idea clave de cambio que para mí sería la de igualar la calidad de la educación para los niños de todas las clases sociales. Pero creo que Brasil no está aún preparado para ello. En Brasil, al revés que en Europa, se habla de distribución de la renta, no de acceso al conocimiento para todos.
P. Usted salió del Partido de los Trabajadores de Lula. El presidente le sacó del Gobierno como ministro de Educación y usted se enfrentó luego a él en las últimas elecciones. Ahora usted vuelve a apoyar a su candidata. ¿Por qué?
R. No cabe duda de que Lula supone un avance sustancial en relación con las fuerzas más conservadoras. Un presidente que llega de la clase más baja de la sociedad ya representa una revolución cultural por sí misma en un país tan elitista y socialmente segmentado como Brasil. La candidata de Lula supone la continuidad de un Gobierno progresista ligado a los trabajadores. Además, el hecho de ser mujer ya supone un avance en la machista cultura brasileña.
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