domingo, junio 01, 2008

La crisis alimentaria y un modelo cubano


LA HABANA (AP) - La crisis alimentaria mundial afectó a Miladis Bouza hace dos décadas. Hoy, sus esfuerzos por superarla podría servir de modelo a quienes se esfuerzan en todo el mundo por alimentar a sus familias.

Bouza era una investigadora en biología que llevaba una sólida vida de clase media cuando el desplome de la Unión Soviética redujo a tres dólares su salario pagado por el gobierno cubano. De pronto, hasta el viaje al almacén de comestibles quedaba fuera de su alcance.

Por eso dejó su trabajo y, amparada en un programa promovido por el entonces ministro de defensa Raúl Castro, solicitó al gobierno el derecho a cultivar un lote de un cuarto de hectárea (medio acre) cerca de su hogar en La Habana. Ahora su marido cultiva tomates, batatas y espinaca, mientras que Bouza, de 48 años, vende los productos en un puesto instalado en una calle transitada.

Los vecinos están encantados de poder comprar vegetales frescos baratos. A Bouza nunca le faltan productos y gana entre 2.000 y 5.000 pesos (100 a 250 dólares) por mes, suma muy superior al salario promedio del gobierno de 408 pesos (19 dólares).

"Todo ese dinero es mío", dijo. "Lo único que hay que comprar es la parte proteínica", carne.

El programa cubano de cultivos urbanos ha resultado un éxito notable y sorprendente. Las granjas, muchas de ellas en lotes diminutos como el de Bouza, suministran ahora gran parte de los vegetales en Cuba. También proveen 350.000 empleos a nivel nacional con una paga relativamente alta y han transformado los hábitos alimentarios en una nación acostumbrada a una dieta _no precisamente ideal_ de arroz y frijoles además de productos enlatados procedentes de Europa Oriental.

Entre 1989 y 1993, los cubanos pasaron de comer un promedio de 3.004 calorías diarias a sólo 2.323, según la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO), a medida que las estanterías de los almacenes se vaciaban de los productos soviéticos que componían dos tercios de los alimentos en Cuba. Hoy comen 3.547 calorías diarias, más de lo que recomienda el gobierno de Estados Unidos.

"Es un modelo interesante para ver lo que es posible en una nación 80% urbana", dijo Catherine Murphy, socióloga de California que pasó una década estudiando granjas en La Habana. "Demuestra que las ciudades pueden producir grandes cantidades de sus propios alimentos, y uno recoge todo tipo de beneficios sociales y ecológicos".

Por supuesto, parte del éxito de las granjas se debe a una profunda falta de competencia. La productividad es escasa en Cuba en las fincas rurales de gran escala y operadas por el Estado en las que los trabajadores carecen de incentivos.

Las raciones suministradas por el gobierno _en gran parte importadas de Estados Unidos_ abastecen a los cubanos de productos de primera necesidad como arroz, frijoles y aceite, pero no verduras frescas producidas en los jardines urbanos. Los importadores traen solamente lo que los planificadores centrales les dicen qué traer, de modo que el mercado no se corrige a sí mismo. Y la mayor parte de la tierra es propiedad del Estado, de modo que los aspirantes a agricultores urbanos no enfrentan la competencia de promotores inmobiliarios privados por los lotes vacantes.

Pero los expertos dicen que la idea básica tiene gran promesa.

"Son tierras que de otro modo estarían inactivas. Requiere poco o ningún traslado del producto al mercado", dijo Bill Messina, economista agrícola en la Universidad de la Florida en Gainesville. "Es bueno de cualquier modo que se mire".

Y en momentos en que los precios de los combustibles y la escasez de alimentos causan inquietud y hambre en el mundo, muchos opinan que el modelo cubano debería difundirse.

"Hay algunos temas donde creemos que Cuba tiene mucho que aportar y enseñar al mundo. Y la agricultura urbana es uno de ellos", dijo Beat Schmid, coordinador de programas en Cuba para la organización caritativa Oxfam International.

Otros países han experimentado con los cultivos urbanos: los pasos iniciales de Cuba siguieron el modelo de los suburbios de Shangai. Pero en ningún sitio se han utilizado en forma tan extensa para transformar el modo en que un país se alimenta a sí mismo.

"A medida que la crisis alimentaria mundial recibe atención, esto es algo que necesitamos contemplar. La Habana suministra un modelo practicable real que otras ciudades pueden usar", dijo Murphy. "La Habana es un modelo improbable, realmente exitoso, del que nadie esperaba que viniera".

Ahora que Raúl Castro es presidente, muchos esperan que expanda el programa que él comenzó como un experimento a principios de los años 90.

Uno de los primeros lotes que abrió fue el "organopónico" en la Quinta Avenida y Calle 44 en el lujoso vecindario de Miramar. La granja de media cuadra _propiedad de una agencia del gobierno_ está rodeada de edificios de departamentos y casas, como también oficinas de empresas extranjeras, un banco español y la embajada sudafricana.

Se ven espaciosas artesas llenas de rucas (arúgulas), espinaca, radicheta y albahaca, y se desperdicia poco del terreno de 1.850 metros cuadrados (20.000 pies cuadrados).

Un técnico arroja abono que sirve como fertilizante natural, mientras otro se encarga de la protección natural de las pestes, envolviendo los delicados brotes de espinaca con apio oloroso para alejar a los insectos. Esas medidas tienen beneficios ecológicos pero nacieron de la necesidad: no hay fertilizantes comerciales ni herbicidas disponibles.

Tres trabajadores atienden los cultivos y otros tres los venden desde un puesto pintado de colores brillantes.

Para la operación es clave algo otrora insólito en Cuba: el 80% de las ganancias van directamente a los bolsillos de los trabajadores, suministrándoles un promedio de 1.500 pesos (71 dólares) mensuales.

"Esos salarios están por encima de los médicos, los abogados", dijo Roberto Pérez, el agrónomo de 58 años que maneja la granja. "Más rinde, más va a ganar. Esto es fundamental para tener altos rendimientos".

Los clientes dicen que la finca no sólo les han dado acceso a alimentos asequibles sino también a un cambio radical en su dieta.

"Antes nadie comía vegetales", dijo David León, de 50 años, que compraba dos libras de espinaca suiza. "Ha mejorado mucho la alimentación de la población. Es mucho más sano. A la gente le gusta".

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