Solía visitar a mi abuelo una vez al mes y siempre me tenía un papalote nuevo. Él los fabricaba a mano y los vendía. Me enseñaba a usarlos. Los hacía blanco y negros, así me gustaban.
Él tenía una empresa constructora antes de Fidel y el Ché "se la quitó", o como decía él, se la compró por 400 dólares.
En la sala tenía sus empolvados tomos de El Capital de Marx y tenía colgadas en la pared las medallas que obtuvo por "buen trabajador revolucionario". Viajó el mundo entero por aquellos años buscando contratos para #Cuba por todos lados.
Orgulloso siempre me decía que cuando regresaba a la isla devolvía hasta el último centavo que le sobraba de la dieta. Tuvo 3 hijos profesionales, uno de ellos mi padre.
Crecieron en un país donde era prohibido oír música en inglés o simplemente poseer dólares. Tuvo 6 nietos que crecimos en un país donde la ideología y el fanatismo apagaron la luz al final del túnel.
Hasta sus últimos días creyó en la Revolución. Aunque debo confesar que en los últimos años ya no aplaudía cuando veía a Fidel Castro por el televisor. Vivió su vejez con una pensión de 10 dólares al mes.
En sus últimos días cuando le fui a ver al hospital me dijo dos cosas: que me quedara con el primer papalote que él fabricó guardado en su armario y que tuviese siempre presente que "sólo se debe creer en ideas, jamás en personas". Ese fue su adiós... #MiAbueloPepe
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