lunes, junio 20, 2011

General Carlos Julio Penaloza

No pudo ser Chávez, quien, como oficialmente se nos informa, está tan enfermo que ni siquiera lo pueden subir a un avión-ambulancia. Fue Fidel Castro quien, atendiendo a su reconocida crueldad, ordenó la desproporcionada represión de El Rodeo, atrayendo el odio colectivo contra los militares venezolanos.

El 12 de mayo de 1821, cerca de Guatire, ocurrió la primera batalla del Rodeo, entre patriotas y realistas. En esa oportunidad, un contingente de apenas 1200 soldados venezolanos al mando del general José Francisco Bermúdez obtuvieron la victoria sobre las más numerosas y mejor armadas tropas del general español Pablo Morillo. Desde hace varios días en el mismo sitio se viene dando una ramplona operación en la cual los venezolanos de uniforme asumen el rol menos honorable. Este enfrentamiento entre 5 mil efectivos de la Guardia Nacional y unos 50 criminales armados es como una muestra de la famosa “guerra asimétrica” pregonada por nuestro presidente, una caricatura bochornosa de la batalla original y una vergüenza para el Gobierno y los militares.

El motín carcelario no podía tomar por sorpresa sino a un gobierno que no sabe dónde está parado. En los últimos 12 años la población penal se ha triplicado y solo se ha construido una nueva prisión. El resultado de esta desidia es un hacinamiento inhumano. Algunos detenidos trafican droga y cuentan con abundantes recursos. Les ha sido fácil corromper a sus vigilantes. quienes ganan una miseria. El control de los penales no lo tiene el Estado, sino los cabecillas de las bandas de delincuentes. El Ministro de Interior y Justicia denomina “líderes negativos” a estos caudillos.

Con esos líderes negativos se vio forzado a dialogar utilizando la técnica de “paneles”. De estos encuentros furtivos nació una nueva palabra: “pranes”, adalides de los grupos armados dentro de las cárceles. Las prisiones venezolanas son el reino de los “pranes”, sucursales del infierno donde los reclusos hacen sus postgrados, los cabecillas conducen sus grandes negocios y los guardianes cobran elevadas comisiones. A este ominoso cuadro solo cabe agregar que los “pranes” no son los únicos “lideres negativos”. También lo son los civiles a cargo de la vigilancia interna y la Guardia Nacional que vela por la seguridad externa de esos establecimientos.

La responsabilidad por la debacle carcelaria corresponde al MIJ El-Aissami y al comandante de la Guardia Nacional, general Luis Mota Domínguez. Tras bastidores el que dirige las operaciones de la guardia es el general Antonio Benavides, comandante del CORE5 quien es el “hombre fuerte” de la guardia. Este personaje autoritario tiene grandes ambiciones de poder pero poco talento. Por encima de ellos está el vice presidente Elías Jaua. Este es un estalinista quien en lugar de aplicar soluciones plantea la teoría que “los pranes esclavizan a los reclusos e impiden que los internos sean llevados a los tribunales de justicia.” Como epitafio culpa a los diputados de oposición que “acudieron al Rodeo a dar abrazos falsos a las mujeres pobres que están ahí angustiadas”. Pero la más alta responsabilidad corresponde al Presidente de la República, a quien es fácil considerar como un típico “líder negativo”.

Como militar lamento la muerte de un oficial y las heridas de algunos efectivos, pero no me siento orgulloso de la actuación. El empleo del brazo armado de la nación debe ajustarse a la amenaza que enfrenta. Su aplicación ha debido ser proporcional a la fuerza de los amotinados. Los presos son compatriotas, no enemigos. Violaron la Ley y purgan su falta. El uso de la fuerza para someterlos como en un combate contra un enemigo externo es impropio y desproporcionado. Para esos casos hay técnicas no letales que la Guardia Nacional conoce o debería conocer.

El propio comandante de la fuerza dijo a los periodistas que el enfrentamiento era algo así como “la tercera guerra mundial”. También se le escapó el disparate de que los presos tenían mayor poder de fuego que los militares. La guinda en la torta la puso el pobre general Benavides quien cada vez que habla mete la pata. Según el: ‘El delincuente tiene dos opciones, la cárcel o la muerte”. En El Rodeo la opción se redujo a la defunción. El problema es que nadie se quiere morir gratuitamente.

Los militares vamos a la guerra a exterminar y matar al enemigo. Esa no puede ser la misión de los militares en las cárceles. Para dominar a 50 reos armados no hacían falta, ni remotamente, 5000 efectivos que más parecieron una milicia desordenada que una fuerza profesional castrense.

Lo ocurrido en El Rodeo mostró otro aspecto muy delicado que es indispensable analizar. Las fuerzas militares han perdido el apoyo popular y están siendo vistas como fuerzas de ocupación extranjera. Los corifeos del “Patria, socialismo o muerte” están siendo rechazados por la población. Fue deprimente ver como los vecinos de la región abucheaban y lanzaban piedras a sus compatriotas uniformados. Tan significativo como el motín carcelario provocado por la incapacidad del régimen, fue la protesta popular que obligó a la Guardia a usar sus odiosos métodos de represión. Gases lacrimógenos, planazos y el rinoceronte fueron usados con encono contra los vecinos y familiares de los presos. El general Eleazar López Contreras, creador de la Guardia Nacional, no debe estar nada feliz en su tumba.

La torpeza oficial se coronó con el manejo “a la cubana” de la información. Extremando su política de negar acceso a los medios independientes, solo a las televisoras gubernamentales se les permitió cubrir lo que sucedía. Esa orden no pudo darla el presidente Chávez, de quien sabemos está tan enfermo que ni siquiera puede regresar al país. La dio Fidel, emperador del ALBA, quien siempre gozó ocupándose personalmente de la represión.

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