Cuidado si con el firmazo no se nos pasó la mano por la sobredosis de culillo que sin proponérnoslo le inoculamos al régimen. Apenas ocho horas de un día fueron suficientes para recoger no las 190 mil firmas exigidas atrabiliariamente por el CNE en el primero de los obstáculos colocados para hacernos imposible el ejercicio del derecho constitucional de revocar el régimen más corrupto e ineficiente de nuestra historia, sino una cifra cercana al millón. Ocho horas apenas. Pocos días antes, Maduro le había ordenado a las cuatro obsequiosas comadres del organismo electoral que aflojaran la tensiones injustificables y entregaran las planillas que sin razón negaban a los solicitantes.
Maduro ni siquiera sospechó el reventón de la arrechera acumulada por la gente que salió en tropel a firmar, incluyendo a militares con uniforme a quienes las padrinadas les saben a miasma y a los funcionarios públicos a quienes les resbalaron las amenazas de despido. Simple preludio de lo que viene después. Debe decirse además que el firmazo no tuvo una organización demasiado esmerada ni propaganda intensiva sino el vuelo de la espontaneidad y hasta el efecto impensado de servir de válvula momentánea de escape que evitó, al menos ese día, los disturbios y saqueos que ya se riegan como pólvora a lo largo y ancho del país.
La misma noche del firmazo, para calibrar los efectos y alcances del impacto, hubo reunión de emergencia del alto gobierno, los cabecillas de las cuatro facciones del psuv y el harto mando militar. Como suele ocurrir en todas las derrotas, se produjeron las inculpaciones, atisbos de deserciones y “cuides” porque ya es demasiado fuerte y persistente el tufo del juicio final.
Quizás lo más preocupante fue la advertencia del harto mando (uno de los dos parapetos que sostienen la precariedad del régimen) al señalar que los militares no asumirían el costo de la represión contra el pueblo en caso de estallidos, reventones o disturbios por saqueos y mucho menos en manifestaciones políticas, porque para eso estaban los colectivos armados y los grupos paramilitares equipados y entrenados por los cubanos para esos menesteres.
Sépase, aunque resulte difícil de creer, que este mismo recado lo llevaron ante el denostado imperio militares activos de alto rango en plan de compatriotas cooperantes oficialmente enviados por alguien. Todo se sabe.
Por cierto que el tema de los núcleos armados y entrenados por los cubanos para reprimir, como el respeto a la separación de poderes y la despartidización del poder judicial venezolano eran asuntos que plantearía Obama en su reunión con Raúl Castro, en tanto que éste abordaría lo del decreto del gobierno norteamericano sobre Venezuela.
Ninguno de esos asuntos fue tratado ni por el uno ni por el otro, prueba redundante de que somos una pieza negociable de importancia marginal en las relaciones cubano-norteamericanas, y si alguna utilidad tememos es como mero instrumento de transacciones en esos arreglos en que las partes se hacen recíprocas concesiones.
Ahora a prepararnos para validar las firmas con las captahuellas en los lugares y dentro de los lapsos que fije la oficina electoral del gobierno, y después recoger 4 millones mas de firmas, validarlas y presionar para que las comadres permitan que el pueblo revoque a este régimen este mismo año.
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