domingo, octubre 04, 2015

LA HISTORIA DE UNA GUERRILLA

Detalles del encuentro Santos-“Timochenko”

“Uribe: no pierda esta oportunidad de reconciliación”: 'Timochenko'

El Espectador entrevistó en La Habana a Rodrigo Londoño Echeverry, “Timochenko”, máximo comandante de las Farc.
Por: Alfredo Molano Bravo, La Habana - Cuba

“Uribe: no pierda esta oportunidad de reconciliación”: 'Timochenko'“Timochenko” habló de su vida, del acuerdo de justicia y de la reparación a las víctimas. / AFP
Usted es considerado por algunos medios un terrorista y nadie cree que un terrorista tiene mamá y papá, ¿cómo es esa historia?
Nací en La Tebaida, 20 días después del triunfo de la Revolución Cubana. Mis padres eran paisas, de la ola que colonizó Quindío. Les tocó vivir la violencia. Aprendí a leer en una Biblia que me regaló mi madre. A los 13 años me fui a rebuscarme la vida, por una diferencia con mi papá, un liberal que terminó comunista. Leía a María Cano, a Gaitán, a Torres Giraldo y oía Radio Habana Cuba. Acabé bachillerato e ingresé a la Juventud Comunista muy muchacho.
¿Cómo llegó a la guerrilla?
La muerte de Allende me dejó una profunda marca: la vía democrática estaba cerrada. Leí los Cuadernos de Campaña, de Marulanda, y me dio por buscar la guerrilla. Un señor Londoño, dirigente político de Quindío, me hizo el contacto y llegué a las Farc en el Sumapaz a los 17 años. Un señor muy serio me hizo la hoja de vida. Después supe que se llamaba Jacobo Arenas. A Manuel Marulanda lo conocí sin saber quién era y confieso que no me cayó bien.
¿Qué fue lo que más duro le dio?
El frío del páramo y las llagas de unas botas talla 42 que me dieron (yo calzaba 38).
¿Su primer combate?
No recuerdo bien. Pero el que se me quedó fue el asalto a una patrulla del Ejército que dejó siete soldados heridos y 13 rendidos, una pelea de tres horas. Curamos a los heridos -yo era enfermero- y con ropa de civil los dejamos libres. Llegaron a La Uribe en calzoncillos diciendo que así los habíamos mandado. Falso. Temían que les cobraran los fusiles. Eso dio lugar a un bombardeo de la zona de El Pato, de donde salió una marcha de protesta que se tomó el estadio de Neiva. Estuve un tiempo con Jacobo Arenas. Nos hicieron una embestida feroz que duró varios meses. Jacobo mostró quién era, cargaba morral como nosotros, echaba rula para abrir trocha y nunca perdió el humor. Fue una encerrona cruel. Sin dulce, la vida es amarga y sin sal, la muerte acecha. Jacobo prohibió tocar los cultivos de los colonos. Pero la gana de dulce nos ganó y cortamos unas cañas gechas para calmarla. Entonces nos ordenó sembrarle al campesino media hectárea de caña. Así aprendí lo que era la reparación. Es nuestro modelo de reparación.
¿Y con “Manuel Marulanda” anduvo?
Sí. Un tiempo largo. Estaba muy ocupado preparando la VII Conferencia en la época de los acuerdos en La Uribe con Belisario Betancur.
¿Cuándo se dieron cuenta de que llegar a guindar hamaca en el capitolio no era posible?
Nunca decidimos renunciar a nuestros objetivos. Todo es susceptible de cambiar. La historia es muy compleja. ¿Quién iba a pensar el derrumbe de la URSS de un día para otro y sin disparar un tiro? Estamos convencidos de la justeza de nuestra causa y lucharemos hasta el final. Yo le decía al presidente Hugo Chávez: “Nos han golpeado, mataron a Raúl Reyes, asesinaron al Mono Jojoy, ejecutaron a Alfonso Cano, se nos murió Marulanda, pero seguimos vivos. El enemigo creyó que estábamos en las últimas y que si nos tiraban un salvavidas nos íbamos a prender a él de patas y manos. Pero nosotros sabíamos que en la mitad del río lo iban a desinflar. No en vano los conocemos hace tantos años. Hemos sido flexibles tanto como el Gobierno, pero también tenemos líneas rojas. Tenemos el deber histórico de entregar a las nuevas generaciones un país sin guerra y no seremos inferiores a nuestro deber.
¿Cuáles son esas líneas rojas de las Farc?
Las líneas rojas de ellos y de nosotros se han ido redefiniendo. Un comandante dijo una vez que sin reforma agraria no había acuerdo. Llegamos a la conclusión de que se requería crear unas condiciones que nos hicieran posible y segura una forma de lucha por la reforma agraria integral sin tiros. Lo mismo sucede con el tema de la justicia. Duramos casi un año en un círculo vicioso. Nos decían: “Acepten la cárcel, será una cárcel distinta, sin barrotes, cómoda”, y hasta llegaron a decir: “Ustedes definen quiénes son los máximos responsables”. Dijimos: “No se trata de un acuerdo en que una parte ejerza venganza sobre la otra”. ¡No! Asumimos la responsabilidad que nos toque siempre y cuando se base en un acuerdo que a todos obligue.
¿Cómo entienden lo del perdón?
¿De qué y a quién pedimos perdón? No a nuestros enemigos, pero sí a las víctimas; no a las de un informe que anda diciendo que violamos mujeres de cuatro a 70 años. Lo que más respetamos es a la mujer y a la población civil. Está en el reglamento. No vamos a pedir perdón a víctimas creadas artificialmente. Hemos bregado para que el acuerdo se construya conjuntamente. Al tribunal no vamos a ir a acusar, no somos fiscales de la causa. El Estado tiene una Fiscalía que tiene ese deber y ese derecho, como también lo tienen las víctimas. Estamos dispuestos a asumir las responsabilidades que se deduzcan del tribunal. Si hay compañeros que salen acusados, asumirán su culpa.
¿Los guerrilleros rasos piensan como los comandantes?
El mensaje que quiero transmitir es de esperanza. La guerrillerada aplaude los avances y acuerdos. La guerra hace demasiado ruido. Nuestros mandos no han hecho operativos para matar civiles y jugar fútbol con sus cabezas, como los paramilitares. Pero actuamos en una dinámica de guerra, que es justamente lo que se trata de acabar. Formamos ideológicamente a la guerrillerada para no ser vengativa, ni dar vía libre a la rabia que sienten por el asesinato de sus familias. Jamás podría aceptar que me acusen de terrorista. Nunca hemos tratado de que nos sigan a punta de terror. Se inculca el respeto por la vida humana, pero somos humanos. Andar con un fusil en la mano y una escarapela de las Farc da mucho poder. Nuestra lucha es la de elevar el nivel de conciencia política, que es lo único que puede frenar los abusos de la fuerza. Un hombre armado y sin nada en la cabeza, decía Jacobo, es sumamente peligroso. Hay errores, lo aceptamos, pero nunca hemos hecho guerra sucia. Nos han matado familiares para doblegarnos y no sólo no han podido, sino que nosotros no hemos recurrido al mismo sistema de pelear. Una vez Fidel Castaño nos dijo: “La mejor manera de acabar la guerra es echarles mano a familiares de los generales”. Le contestamos: “No, ese es su método, no el nuestro”.
¿Y los secuestros?
Las retenciones económicas no están en el acuerdo del 23 de septiembre. Es un tema difícil y complejo que no queremos tratar a través de los medios. Jacobo era partidario de revaluar esa política económica. Fue una herramienta para ayudar a nuestro proyecto político. El escenario jurídico está creado.
Hablemos de la no repetición...
Si no trabajamos este punto, no hemos hecho nada. En ese fin estamos comprometidos. La no repetición no se logrará metiendo a la cárcel a los máximos ni a los mínimos responsables. Si hubiéramos creído que ese era el objetivo del proceso, no le habríamos jalado. Nuestra percepción es de llegar a la no repetición por un camino distinto al punitivo.
¿Cómo se dio el paso para fijar una fecha definitiva?
Soy consciente de que poner una fecha es un peligro. Se puede desbaratar todo. Lo aceptamos porque el presidente Santos ha dado muestras de consecuencia en momentos muy duros. El 23 de septiembre parecía venir por las armas, pero se dio cuenta de que eso nos habría autorizado a pedir lo mismo. Quizá supimos todos ponernos en los zapatos del otro. Fue muy difícil -más para él que para nosotros- cuando me dijo: “Hay que ponerle fecha, porque si no, ¿a qué vine? Si no vuelvo con algo, esto se derrumba”. Aceptamos porque creímos y creemos en la voluntad política del Gobierno. Si en seis meses faltan cosas por resolver, le buscamos la comba al palo. La gente es comprensiva si nos ve trabajando con disposición. Hay que crear esa confianza entre ambas partes.
¿Cómo reparar?
El tribunal debe definirlo. Nosotros hemos reconstruido pueblos donde nos ha tocado combatir. No nos sentimos humillados, ni disminuidos, ni castigados por ayudar a reconstruir lo destruido en la guerra. Lo hacemos sin publicidad.
Y la restricción de la libertad, ¿cómo se entiende?
¿De qué se trata esa limitación? ¿De no poder ir a visitar a la mamá o a tomarnos una cerveza? El penalista más respetado de Italia dijo: “La cárcel nunca ha resuelto nada”. Si me dicen que pagando cárcel se arregla una pelea que comenzó cuando yo no había nacido, listo, me voy a pagar cana. ¿Pero cuántas sillas vacías quedarían? La paz no es ponernos uno al otro de rodillas. Así nunca habría acuerdo. Miremos cómo se inició esta guerra. Y no vamos tan atrás: ¿cómo fue y para qué sirvió el ataque a Casa Verde en el 90? ¿Para impedir que participáramos en la Constituyente? ¿Cuántos millones de dólares y cuántas vidas de los nuestros y del Ejército costó ese embeleco de querer acabar la guerra en 18 meses, como prometió el ministro de Defensa de entonces? Se perdió una oportunidad histórica contada en muertos. Así no se hacen acuerdos. Pasados los 18 meses, dijo: “Los tengo durmiendo en el suelo”. Nos dio risa: Nosotros siempre hemos dormido en el suelo, doctor Pardo.
¿Cómo entender la dejación de armas?
El acuerdo sobre justicia ahí está, eso da tranquilidad. Hay que desarmar los espíritus, como se dice. Si lo logramos, las armas quedan inservibles, así se tengan cerquita. La comisión con los militares trabaja en eso. Marulanda siempre pidió que los militares estuvieran en la mesa. Por eso nos dio tanta seguridad que el general Mora estuviera. Sabemos quién es él y qué poder tiene. Su presencia fue una señal de voluntad de parte del Estado y nos ha convencido su actuación. Esa subcomisión ha trabajado con honradez. En el tema de cese al fuego comenzamos a una distancia de años luz y hemos ido acercando posiciones. Hacerlo público agrandaría las distancias. Por ahí se dicen bobadas de fundir las armas, enterrarlas en un hueco. ¡Pendejadas! Hay que esperar. ¿Pero usted se imagina un buen anuncio en Navidad o en Año Nuevo, cuando la gente está contenta? Puede que ese día, le dije al presidente, sea el día más feliz para todos.
¿Se trata del anuncio de cese el fuego bilateral para el 24 de diciembre?
No, eso le dije al presidente. Dejemos que eso se cocine donde se está cocinando.
¿El acuerdo sobre justicia salió ya del horno?
El doctor De la Calle lo firmó y al lado puso “en desarrollo”. ¿Cómo así que frente al escenario que el país vio el 23 de septiembre quedaron espacios en blanco para ser llenados después? Si a lo que firmamos se le cambia una coma, es una pedrada en la vitrina. El presidente le mandó el acuerdo a Moreno Ocampo, un jurista consumado que ha sido fiscal de la Corte Penal, no un miembro de las Farc. Dijo: “Es una obra maestra”. Hay un antecedente muy significativo: llevábamos casi un año dándole vuelta a la bolita y de golpe nos volvieron a salir con el cuento de ir a la cárcel. Entonces vino Enrique, el hermano del presidente, y conversamos con él. Acababa de pasar la muerte de esos 20 soldados en el Cauca. Llegamos a una conclusión: nombrar una comisión de expertos para encontrar una solución. Dijimos sí, perfecto, pero con una sola condición: sin vetos. Enrique se rió y preguntó: “¿El de Álvaro Leyva?”. Le dije: “Yo no estaba pensando en nombres sino en tiempos”. El presidente estuvo de acuerdo. Hay que resolver las cosas y no aplazarlas. Todos tenemos temores, pero eso no puede detenernos. Aquí donde estamos sentados hoy hablé con el presidente y le dije mirándonos la cara: “No tenemos cartas marcadas, estamos dispuestos a un arreglo, pero no a un sometimiento. Quedó claro. De ahí salimos a la ceremonia pública”.
Una gran dificultad: los paramilitares...
En este mismo sitio le dije al presidente: “El problema más delicado es el de la cultura del paramilitarismo en la vida política colombiana”. Debe haber voluntad de hacerlo y de pagar el precio. El Estado tiene que revaluar esa forma de hacer política. Muy importante que el Estado asuma la responsabilidad en la masacre de la Unión Patriótica. Sería un mensaje que nos impulsaría a sacar adelante más rápido lo que nos proponemos. El presidente entiende este asunto. No podemos salir de ahora en adelante de la mesa cada cual por su lado a declarar una u otra cosa. Debe haber un vocero que le cuente al país lo que se ha ido haciendo. El Gobierno dice que bueno, que le parece muy bien y puntos suspensivos…
¿Qué papel jugaría EE. UU. en la liquidación del paramilitarismo?
Nos llenó de optimismo el nombramiento del delegado de EE. UU. que dejó claro que su gobierno es aliado del colombiano. Eso significa un compromiso. Si EE. UU. liquida, de una vez por todas, la doctrina de la seguridad nacional, la paz en el mundo habrá dado un gran salto. La garantía de sacar este proceso al otro lado está en primer lugar en manos del pueblo colombiano. Pero también en la comunidad internacional, la Celac, Unasur, Naciones Unidas, la Comunidad Europea.
¿Cómo será la creación del partido futuro?
No vamos a desmovilizarnos -como quieren y dicen que debemos hacer-, sino a movilizarnos. Le adelanto una cosa: estamos elaborando una nueva figura de territorios de paz y reconciliación. Le hemos dicho al presidente: “Necesitamos un presidente fuerte que garantice el cumplimiento de los acuerdos; queremos firmar con usted y desarrollar los acuerdos con usted”.
¿Cómo refrendar los acuerdos?
Es un tema que no se ha discutido. Se trabajará. La posición de nosotros -o nuestra ilusión- es que se refrenden en una asamblea constituyente. Podríamos pensar en otra subcomisión para estudiar ese tema.
¿Uribe es necesario en la reconciliación? ¿Lo recibirían?
¿Por qué no? No excluimos a nadie. A nadie le cerramos la puerta. Como Rodrigo Londoño Echeverri le digo: “Doctor Uribe, no pierda esta oportunidad de reconciliación”.
¿“Timochenko” candidato?
Yo asumo la comandancia de nuestras fuerzas por mandato de las Farc. Si mañana me dicen asuma una candidatura, obedezco. Si me dicen váyase para el Amazonas a ayudarle a Patarroyo en sus investigaciones, allá me voy. Somos un cuerpo colectivo. Me mandaron a dar una entrevista y lo hice muerto de miedo frente a un montón de cámaras.
¿Cómo escogió un seudónimo tan raro?
“Ensayé varios nombres, pero todos tenían dueño, hasta que me encontré con “Martín Villa”, que acababa de llegar de la URSS y me dijo, pues póngase Timobich Timochenko, su profesor de marxismo. Era un nombre que nadie tenía. Ya bautizado salí para El Pato, a un comando que había en el río Coreguaje. El comandante era “Joselo”, compañero de “Manuel Marulanda” desde Marquetalia. Conocí también a otro de esos guerreros, “Abanico”, que me maravillaba con sus historias de combates en el sur de Tolima. Todo ese mundo de la selva, del páramo, de los ríos, de los nacederos de agua me fue encantando. En una de esas correrías se ahogó en el Guayabero un compañero y le cogí miedo al agua”.
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Las diferencias con otros procesos de paz
“Lo del Caguán fue un engaño, una patraña. Las Fuerzas Militares estaban débiles. La guerrilla estaba fuerte. Habíamos dado golpes muy duros como los de las Delicias, Patascoy, La Carpa o San Benito. El Gobierno necesitaba ganar tiempo para hacer la reingeniería del Ejército. Fue el Plan Colombia, financiado y diseñado por EE. UU. Nosotros no éramos bobos. Hoy parece que la clase dirigente quiere abrir la puerta para que entren a jugar nuevas fuerzas en el campo político. Si no Santos no habría podido llegar donde está. Fue una actitud distinta desde el comienzo. El contenido, la forma y el contexto de su primer mensaje nos parecieron distintos. Hay fuerzas mundiales y regionales conscientes de que el mundo iba hacia el abismo y que por ese camino nos destruiríamos todos. Han dicho que Santos ha negociado con nosotros el poder. Nada de eso. Él tiene sus objetivos y nosotros los nuestros. No le negamos réditos políticos a su proyecto, pero también sacaremos adelante el nuestro: llegar a la paz con fuerza política”.

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