Por N. Dìaz
Hace unas semanas estaba yo en la ceremonia de graduación de un grupo de gerentes de una importante empresa cliente, quienes habían completado un programa impartido por SKILLS, empresa hermana de INTRAS y la cual tengo también el privilegio de dirigir. De acuerdo a la agenda estipulada, mis palabras serían las de cierre y como es obvio, irían justo luego de los discursos de varios altos ejecutivos, incluyendo el presidente mismo de la empresa quien pidió estar en la actividad.
Hace unas semanas estaba yo en la ceremonia de graduación de un grupo de gerentes de una importante empresa cliente, quienes habían completado un programa impartido por SKILLS, empresa hermana de INTRAS y la cual tengo también el privilegio de dirigir. De acuerdo a la agenda estipulada, mis palabras serían las de cierre y como es obvio, irían justo luego de los discursos de varios altos ejecutivos, incluyendo el presidente mismo de la empresa quien pidió estar en la actividad.
Si bien no tenía mis palabras por escrito, sí tenía bien estructurado en mi mente el discurso que iba a dar a todos estos profesionales que, durante más de seis meses habían participado en este programa de forma tan entusiasta y activa. Para sorpresa mía, uno a uno los altos ejecutivos fueron exponiendo temas que yo pensaba abordar en mi discurso. Pero la estocada final la dio el presidente de la empresa, cuyo discurso era idéntico a mi agenda mental, incluyendo algunos ejemplos. Ante esta situación y con apenas segundos para reaccionar antes de tener que decir mis palabras, activé el turbo de mi CPU mental buscando un nuevo tema.
En ese momento como un flash me llegó de la nada y sin motivo aparente la memoria de un libro que estuve leyendo sobre la Primera Guerra Mundial y en el cual narraba con un nivel gráfico fuera de serie, la guerra de trincheras. De igual forma me acordé como, mientras leía este libro yo hacía la analogía mental entre las trincheras que hacían los soldados y las trincheras que uno va haciendo en su vida. Y a partir de ahí improvisé y basé mi discurso…
¿Y cuáles son las “Trincheras de la Vida”? Para definir estas debemos primero decir qué es exactamente una trinchera.
En esencia esta es una zanja excavada en la tierra dentro de la cual quedan los soldados protegidos del fuego enemigo o parcialmente cubiertos para poder disparar. Esta se hace una vez ganado un territorio con la única intención de fijar una posición a partir de la cual avanzar más y ganar aún más territorio. Dicho de otra forma, en teoría, los soldados atrincherados no tenían la opción (o al menos la intención) de echar hacia atrás. Dicho esto, las “Trincheras de la Vida” son precisamente esas acciones o decisiones a partir de las cuales no hay vuelta atrás y solo podemos seguir adelante. Para citar algunos ejemplos en el plano profesional, una trinchera podría ser el graduarse de la universidad, el asumir una posición de liderazgo donde varias personas nos reporten directamente, o recibir una promoción.
En esencia esta es una zanja excavada en la tierra dentro de la cual quedan los soldados protegidos del fuego enemigo o parcialmente cubiertos para poder disparar. Esta se hace una vez ganado un territorio con la única intención de fijar una posición a partir de la cual avanzar más y ganar aún más territorio. Dicho de otra forma, en teoría, los soldados atrincherados no tenían la opción (o al menos la intención) de echar hacia atrás. Dicho esto, las “Trincheras de la Vida” son precisamente esas acciones o decisiones a partir de las cuales no hay vuelta atrás y solo podemos seguir adelante. Para citar algunos ejemplos en el plano profesional, una trinchera podría ser el graduarse de la universidad, el asumir una posición de liderazgo donde varias personas nos reporten directamente, o recibir una promoción.
La pregunta que primero debemos hacernos es si vemos estas situaciones de avance como trincheras o como residencias permanentes. Es decir, ¿estamos viendo estas situaciones como paradas estratégicas donde nos quedamos temporalmente solo para afianzar el terreno ganado y seguir nuestro camino de avance? O por el contrario, ¿lo vemos como el lugar donde “al fin llegamos” y cuyo espacio debemos proteger con las más robustas defensas, pero sin intención alguna de seguir avanzando? Y lo cito con varios ejemplos: ¿Está usted tan “atrincherado” en un puesto (y con los privilegios que este le ofrece), que gran tiempo de su labor productiva la dedica a protegerse, a congraciarse con sus superiores y a evitar tomar decisiones riesgosas?
¿Está usted tan “atrincherado” en sus logros empresariales y en la estabilidad que estos le ofrecen como para solo querer concentrarse en mantener las cosas tal cual y no arriesgarse en nuevos proyectos? ¿O incluso está usted tan “atrincherado” en su nivel de conocimiento y experiencia como para no estar dispuesto a seguir capacitándose y actualizándose?
Todos los “atrincheramientos” arriba mencionados, y muchos más, vienen de un solo sitio: La Zona de Confort, es decir, estar en un situación donde estamos lo suficientemente bien como para no intentar salir. Pero la gran realidad es que también hay muchas personas que están “atrincheradas” en sus miserias y, sobre todo, están muy tranquilos con la falsa presunción de que ellas no son dueñas de sus circunstancias. A éstos, los denomino los que están “acomodados en su incomodidad”.
Mi sugerencia es que, sea cual sea su situación, usted analice realmente todos los días si está viviendo a la altura de su potencial y asuma que cada segundo que pasa es un segundo que no volverá. Recordemos siempre la frase de San Agustín: “No avanzar es retroceder”…
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