viernes, enero 17, 2014

HUGO CHAVEZ y MADURO




Por Gustavo Tovar Arroyo

En Venezuela podríamos pasar todo el día gritando, mentando madres, insultando a diestra y siniestra, lanzando platos y despedazando vidrios. Como dijo Cioran: estamos en la cima de la desesperación.
Si con Chávez vivimos entre sobresaltos y amargura, con Maduro Venezuela se ha convertido en un país despavoridamente absurdo, un cinematográfico caos.
El “Primer Damo” o “Doño” (lo digo por su relación con la “Primera Combatiente” y siguiendo el vocabulario del absurdo que se ha impuesto) ha resultado ser infinitamente más torpe de lo que jamás sospechamos. Un bullicioso bobalicón, el hazmerreír del siglo XXI.
Lo escribo con pena y, sin duda, mucha lástima por él y por el país. El desconcertado “Damo” está perdido, se hunde, y los venezolanos nos hundimos con él.
Nadie entiende el porqué Chávez le legó la responsabilidad de sucederlo en el poder y peor aún, el encargo de salvaguardar a la revolución; no hay lógica que lo explique.
Chávez fue de todo, mas no un pendejo. ¿Qué le pasó? ¿Qué secreta sensibilidad lo inspiró a declarar en su última alocución “desde mi alma, desde mi corazón, tan firme como la luna llena, lo más importante que tengo que decir es que Nicolás será mi sucesor”.
Una incógnita que sólo encuentra respuesta basado en indicios, rumores palaciegos y últimamente en un clamor popular: al “Comandante Supremo” lo inspiró su amor.
Del Magno Alejandro al Infinito Hugo
Nadie debe escandalizarse ante tal revelación. No tiene nada de malo ni es difamatoria. La historia está nutrida de amores de este tipo. Muchos de los más legendarios conquistadores o monarcas de la humanidad han tenido amantes del mismo sexo.
No somos homofóbicos, ¿o sí?
La lista es larga: Alejandro Magno; los emperadores romanos Nerón, Trajano, Adriano; Jacobo I de Inglaterra; hasta Adolfo Hitler según señala el historiador Lothar Machtan en su libro “El secreto Hitler”, a quien aparte de su amorío temprano con su inseparable amigo de la juventud, August Kubizek, se le conoce la devoción íntima que sostuvo con su chofer Julius Schreck.
Semejante a Chávez, que le cambió el nombre a Venezuela, que se adueño de Bolivia, Ecuador y Nicaragua sin disparar y que hasta le agregó una estrella a la bandera (como dedicación a su amado), todas esos monarcas marcaron su tiempo.
La falsa idea que asocia a un homosexual (o bisexual) con conductas histéricas o afeminadas ha sido superado por la historia, sobre todo cuando de política o militares se trata. El ser homosexual nada tiene que ver con debilidad. Los hay recios y guapetones, como Chávez.
¿Alguien podría señalar que el más insigne conquistador que ha tenido la humanidad, Alejandro Magno, o el indomable Hitler eran débiles? No. La historia los ha colocado entre los más temibles y varoniles líderes de todos los tiempos, no obstante, su inclinación sexual los haya llevado a experimentar, como sus admirados héroes griegos (Aquiles, entre otros), con personas de su mismo sexo.
¿Tiene ello algo de malo? No. ¿Tendría algo de malo que Hugo Chávez y Nicolás Maduro hayan sido amantes? Tampoco. Al menos, no a los efectos de este escrito.
La extraña historia de Nicolás Maduro
Nicolás Maduro es colombiano, no sólo por el hecho hipotético de haber nacido en Colombia (nadie sabe a ciencia cierta donde nació, probablemente ni él mismo), sino porque su madre, María de Jesús Moros, nació en Cúcuta, es colombiana, y según la Constitución del hermano país, quien nace de vientre colombiano es colombiano por nacimiento.
Tan inapelable hecho lo inhabilita parar ejercer la Presidencia de Venezuela por prohibición expresa de nuestra Constitución. Nadie con doble nacionalidad -que en todo caso es la situación de Maduro- puede ejercer como primer mandatario de nuestro país.
¿Desconocía esto Chávez o simplemente le importó -fiel a su corazón- un bledo lo que expresamente prohíbe nuestra Carta Magna? Estoy convencido de que Chávez lo sabía, pero su trágico amor, como todo amor secreto y novelesco, lo cegó.
Chávez vivió una historia casi de leyenda y como todo hombre legendario padeció su propia tragedia amorosa, que lo desplomó.
El talón trágico de Chávez fue Nicolás Maduro, es la única explicación.
Poco o nada se sabe de Maduro. Lo comprobado es que fue chofer y guardaespaldas de Chávez una vez que éste fue irresponsable indultado por Caldera. Desde entonces y hasta el último aliento, compartieron viajes, habitación y, por qué no decirlo, intimidad. ¿Se lo imaginan?
Recordemos que Maduro ni fue parte del Ejercito Bolivariano Revolucionario 200 (EBR 200), ni juró frente al Samán de Güere, ni se batió a duelo para usurpar el poder el 4 de febrero de 1992. Su único mérito, insisto, es haber guardado la espalda de su “Supremo”.
(Por cierto, que se sepa la única pistola que sabe usar el “revolucionario” Nicolás Maduro es su secador de pelo.)
No es ficción, es Venezuela
Como señalé antes, a los efectos de este artículo poco importa el tipo de amor que existió entre Chávez y Maduro. Eso es un tema personalísimo que sólo les atañe a ellos.
A los efectos de este artículo lo que interesa -y aturde- es que una decisión de índole exclusivamente amorosa -en ningún caso política- haya hecho naufragar a un país y nos haya convertido en una plétora de absurdos y desatinos que no parecieran tener término.
Lo más terrible es que no se trata de una fábula griega o de una ficción truculenta de la literatura. Es Venezuela. No es Alejandro Magno y Hefestión, es Hugo Chávez y su guardaespaldas y chofer Nicolás.
Fidel Castro es un erudito del mal, conoce bien el eterno retorno de la historia y lo usó para sus oscuros fines. Posible celestino de este ensordecedor idilio revolucionario, está cobrando caro su alcahuetería. Mientras tanto Venezuela es una ruina y lo seguirá siendo mientras el amante de un dictador, por puro capricho, sin explicación racional posible, siga rigiendo nuestro destino.
De Maduro no podemos esperar nada, sólo improvisación y decadencia. Entendamos cómo llegó al poder. Sus constantes alusiones sexuales, homosexuales, bisexuales son un espejo de su sífilis espiritual. En su lógica, multiplicar los penes entre los niños de las escuelas es lo que lo mantendrá en el poder. Así de jodidos estamos.
La polémica no debe surgir en torno al amorío entre Chávez y Maduro, sino en torno a cómo un amorío puede devastar a una nación.
Nicolás, el pobre Nicolás, no es el responsable del desastre venezolano. Lo fatídico es que él lo único que está intentando es completar el catastrófico legado de su amor…

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