martes, enero 31, 2012

LA RED Y el TWITTER


Censura y apagones en la red
por Héctor Abad Faciolince
31 de Enero, 2012

LA WEB, LA RED, W3, WWW, eso en lo que ahora se nos va —fascinados— la mitad de la vida, es básicamente un misterio. No sólo para mí, que soy un ignorante al respecto, sino incluso para los ingenieros, matemáticos y físicos que día a día la diseñan, la agrandan y la mantienen viva. Un gran cerebro colectivo, la máquina más poderosa que se haya creado en la historia humana, una extraña hidra con muchas más cabezas que la hidra.

El tamaño de la información que ahí circula, que ahí se deposita y se transforma es inimaginable. Algo que nos supera y que, sin embargo, usamos cada día con sed, con fe, y sin ponerla en duda: por virtual que sea, parece tan real como esta mesa donde escribo sobre ella. Y al escribir le añado un grano de arena, porque aunque todo vaya a dar en la Mar, que es el morir, mientras eso nos pasa, todo va a dar en la Red, que es el vivir.

Esta rara maravilla ha sido también, hasta ahora, una fiesta de libertad. Lo bueno, lo malo, lo criminal, lo asqueroso, lo mediocre, lo sublime, lo perfecto, están ahí: desde las Variaciones Goldberg, hasta las más sabrosas o las más sórdidas páginas porno; desde las novelas de Tolstoi y las noticias de los mejores periódicos del mundo, hasta la propaganda mentirosa de Anncol o los trinos salvajes de los calumniadores de oficio. Desde las cámaras escondidas de los pederastas y las instrucciones para hacer bombas de los asesinos, hasta las instrucciones poéticas de Cortázar y la cámara mágica de las películas de Visconti. Tanta libertad, por supuesto, a algunos no les gusta. Lo de siempre: “Eso no es libertad, sino libertinaje”, dicen, y quieren controlarla.

Hace poco hubo una novedad histórica en la red: el primer blackout o apagón de una de las páginas líderes de internet, la de Wikipedia en inglés, esa exaltante actualización colectiva y gratuita de una de las más liberadoras ideas de Diderot y de la Ilustración. Pues sí: el pasado 18 de enero Wikipedia cerró sus páginas como una manera de protestar por dos iniciativas de control a la Red que se discutían en el Congreso de Estados Unidos. La protesta era legítima pues, bajo la apariencia de perseguir a los piratas, esas propuestas de ley parecían más bien un caballo de Troya para limitar la libertad que tenemos los usuarios de informar y de compartir contenidos a través de internet.

Si yo le enviaba a una amiga una canción, un video o un artículo de un periódico, podía estar violando leyes de derechos de autor, mi correo podía ser bloqueado y yo mismo perseguido como pirata. La discusión fue aplazada y esta batalla, por ahora, no se ha perdido. Es mucho mejor que sigamos con la regulación imperfecta que hay ahora a que haya una regulación abusiva e invasiva como la que querían imponer.

Esta semana se presentó un caso distinto e igual de grave. Ya no una iniciativa estatal, sino una iniciativa de una gran red social, Twitter, que quiere ponerse de acuerdo con los gobiernos totalitarios de algunos países para bloquear ciertas opiniones indeseadas. En su blog oficial, Twitter anunció un cambio de política: “Vamos a entrar en países que tienen ideas distintas sobre los límites de la libertad de expresión”. Con este eufemismo falaz (la palabra es censura), aceptarán que algunos gobiernos les digan a qué usuarios bloquear para que no puedan opinar.

Hay quienes sostienen que esta vergonzosa aceptación de la censura estatal tiene que ver con un nuevo accionista, el príncipe Alwaleed bin Talal, de Arabia Saudí, que compró por 300 millones de dólares el 3% de la compañía. No me consta. Más bien parece tener que ver con algo mucho más serio: la entrada en China. Es para congraciarse con gobiernos autoritarios que Twitter —desde adentro— está traicionando la filosofía libertaria de la web. Pero la red es una hidra que seguirá viva aunque caiga la cabeza de Twitter. Y llegará un momento en que, incluso en la China, ya no habrá manera de parar la libertad.

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