Por Mariano Grondona
Domingo 7 de octubre de 2007
Los regímenes políticos contemporáneos son, en su mayoría, democracias o dictaduras . También hay regímenes intermedios . Como la Argentina podría pertenecer a esta tercera categoría, urge explorarla.
Para definir la democracia, podríamos recurrir a los clásicos conceptos del economista austríaco Joseph Schumpeter (1883-1950) y el politicólogo norteamericano Samuel Huntington, quien aún vive y enseña en Harvard. En su libro Capitalismo, socialismo y democracia , publicado en 1942, Schumpeter definió la democracia como "el mecanismo institucional gracias al cual los individuos adquieren el poder de decidir a través de la lucha competitiva por el voto popular". En su libro La tercera ola , publicado en 1991, Huntington completa el concepto de Schumpeter diciendo que "un régimen contemporáneo es democrático en la medida en que sus más poderosos tomadores de decisiones son seleccionados a través de elecciones imparciales ( fair ), honestas y periódicas, en las cuales los candidatos compiten libremente por los votos y virtualmente toda la población adulta tiene el derecho de votar".
Todos los regímenes políticos de Europa occidental y América del Norte entran en la definición de Schumpeter-Huntington. Lo mismo se puede decir de un grupo de países latinoamericanos como México, Chile, Perú, Uruguay y Brasil.
Para definir la dictadura, convendría recurrir a la historia. En la República Romana, la dictadura era una institución en virtud de la cual se acordaba a un ciudadano plenos poderes para hacer frente a una emergencia por un período máximo de seis meses. La dictadura, en sus comienzos, no era por ello un régimen considerado abusivo, sino una magistratura republicana. El ejemplo máximo de un dictador republicano lo encarnó el admirable Cincinato, un general retirado que fue designado dictador para salvar a la antigua Roma de sus invasores y que, una vez cumplido su mandato, regresó antes de seis meses a cultivar su chacra de dos hectáreas.
Al analizar este elevado ejemplo en sus Discursos sobre Tito Livio , Nicolás Maquiavelo lamenta que Julio César se hiciera elegir a mediados del siglo I a.C. "dictador vitalicio", alterando de este modo el sentido de la dictadura republicana y estableciendo en su lugar lo que hoy entendemos por "dictadura": el mando absoluto de un hombre, sin límites ni plazos.
De Chávez a Kirchner
En América latina, es claro que los cubanos Fidel y Raúl Castro son dos dictadores, además, "totalitarios", entendiéndose por "totalitarismo" el sistema que no sólo concentra la suma del poder en un hombre, sino que también pretende que todos los miembros de la sociedad respondan al "pensamiento único" que ese hombre encarna. En cuanto a los presidentes Chávez de Venezuela, Correa de Ecuador y Morales de Bolivia, responden a una situación "cuasi dictatorial", a una "dictadura de origen democrático" que, habiendo llegado al poder mediante elecciones libres, se ha ido convirtiendo a partir de ahí en dictatorial. ¿Dónde pondremos a la Argentina de Kirchner en esta clasificación?
Sería difícil, en este sentido, acordarle el carácter de "democrático" al régimen de Kirchner como se lo acordamos sin mayores problemas a las democracias latinoamericanas que acabamos de mencionar. Volvamos para ello a la definición de Schumpeter-Huntington. Las elecciones de 2003, cuando Kirchner fue elegido, respondieron a la democracia. ¿Van en camino de responder también a ella las elecciones del próximo 28 de octubre?
¿Podría decirse que serán, por lo pronto, "imparciales"? El peso enorme del aparato estatal, que ha sido volcado enteramente a favor de la candidata oficial, ¿configura acaso un ejemplo de imparcialidad? Ya hay denuncias judiciales que procuran impugnarlo, en medio de un clima general de escepticismo. Tampoco son creíbles los datos estadísticos del Indec, que buscan falsificar la realidad que han de tomar en cuenta los votantes. A este desvío hay que agregar que esta semana el propio Presidente denunció que la publicación de los datos que desmienten al Indec son una maniobra "desestabilizadora", obligando a las cámaras empresarias y a sus asesores a respaldar su denuncia, lo cual se acerca peligrosamente a la pretensión de implantar un "pensamiento único" entre los argentinos.
Tampoco el abrumador apoyo financiero a los candidatos K en todos los distritos lleva a suponer que los comicios del 28 serán "honestos". Todo parece apuntar, al contrario, a una victoria "necesaria" de la candidata oficial, mientras las sospechas de un posible fraude acompañan a los escrutinios desde la polémica elección de Córdoba.
En cuanto a que las elecciones "imparciales" y "honestas" que exigen Schumpeter y Huntington den lugar además a la necesaria "periodicidad" de los mandatos, ni Kirchner ni su esposa nos han aclarado hasta ahora que ninguno de ellos piensa en prolongar indefinidamente su poder a través de reelecciones alternativas más allá de 2011. Huntington y Schumpeter exigen que los comicios den lugar a una "lucha competitiva" entre los candidatos. Si el Gobierno "inclina la cancha", si hay un "caballo del comisario", ¿asistiremos acaso a una pugna entre iguales de aquí a veinte días?
Lo que vendrá
Algunos echan la culpa a los opositores por la desigualdad de las elecciones que se avecinan. ¿Cómo es que no se han unido? Ha habido, sin duda, falta de visión entre ellos. No habrá una "lucha competitiva", en este sentido, no sólo por la unidad monolítica del oficialismo, sino también por la dispersión de quienes lo enfrentan.
Quizá lo que ha faltado aquí es el poderoso argumento que podría haberlos reunido. La mayoría de los opositores, aunque sin abandonar otros temas, se ha concentrado en discutir las cifras económicas que manipula el Gobierno, confirmando así la vieja tendencia argentina de pensar que todo lo que importa es la economía. Pero si el tema en discusión fuera solamente si estamos creciendo al 8 o al 6 por ciento anual o si la cifra anual de inflación es de un dígito o de dos, el tema de esta elección sería irrelevante. En un país cuyo gobierno dice que crece al 8 por ciento y cuya oposición sostiene que crece al 6 por ciento, ¿oficialistas y opositores se hallan, acaso, tan distantes?
Lo que pasa es que los opositores no se han concentrado con suficiente energía en el otro tema que es el que verdaderamente está en juego: si, a partir de las elecciones democráticas de 2003, nos estamos encaminando hacia la reafirmación de la democracia o hacia un desvío dictatorial. Lamentablemente, la opción entre la democracia y la dictadura se planteará con creciente claridad sólo a partir del 29 de octubre. Cuando la oposición y con ella el país despierten ante ella, se alarmarán. Será solamente entonces que millones de argentinos se unirán en torno de lo que verdaderamente importa. La pregunta por el futuro argentino se concentrará sólo entonces en nuestro destino institucional . Será tarde para corregir el rumbo en 2007. No lo será para corregirlo, empero, en 2009 y en 2011. Será sólo entonces cuando los argentinos albergarán un motivo poderoso para unirse detrás del principio que los convoca desde mayo de 1810: la defensa de la libertad.
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