TRES MOMENTOS DE HISTORIA MILITAR
MANUEL CABALLERO // EL UNIVERSAL, 29/4/07
Los tres significados históricos del término "militar"
En un discurso conmemorativo, Laureano Vallenilla Lanz decía que nuestro país es un legado de glorias militares. No sería del todo incorrecto ni desagradecido añadir que "por desgracia". Pero ambas cosas son (o serían) expresión de partidarismo y no labor de historiadores críticos. Por lo tanto, en lo que nos concierne, creemos conveniente empezar por el principio: qué cosa quieren decir "legado", "gloria" y "militar".
Vallenilla buscaba así destacar que, gracias a las armas de los ejércitos libertadores, habíamos recibido el gran bien de la libertad. Pero esa es una proposición incompleta: nos legaron la libertad pero también a los libertadores.
En segundo lugar, lo de "gloria". Desde que el mismo Vallenilla postuló que la de Independencia fue una guerra civil, se consideró que había hermanado la "gran epopeya libertadora" con nuestras "matazones republicanas".
El escándalo
Y eso, para gran escándalo de la historiografía romántica y patriótica. Aunque él mismo escribió en otra parte que "el valor no se ennoblece sino al servicio de una causa justa", por mucho que se considere tal la independencia, nadie puede ser tan ingenuo para pensar que los mismos hombres, peleando con las mismas armas y contra los mismos adversarios (liberal-republicanos de un lado, "godos" del otro) fuesen a emplear métodos diferentes. Y aun si así lo fuera, ni la más ensoberbecida patriotería podría considerar "glorioso" lo de "contad con la muerte así seáis inocentes", el ajusticiamiento de 930 prisioneros realistas en La Guaira y hasta la entrega de Miranda a Monteverde por sus propios subalternos. Y para cerrar, lo de "militar". Esa designación tiene tres significados a lo largo de la historia de Venezuela desde 1830, y es lo que trataremos de sintetizar en las cuartillas siguientes.
Una vez liberada Venezuela por obra y gracia de sus libertadores, la gran tarea consistió en saber cómo liberarse de los libertadores, que querían cobrarse en poder y fortuna los sacrificios hechos por la patria.
Una sola Silla para mucho
Y como por desgracia, las habitaciones de Palacio son limitadas y Silla sólo hay una, el primer significado de "militar" en la historia de la República de Venezuela (la "tercera" República) es la anarquía.
Después de la Cosiata, y hasta 1888 se produjeron en Venezuela 40 revoluciones. Se entiende que se trata de movimientos más o menos "nacionales". Esas "revoluciones" no lo fueron de palacio ni mucho menos incruentas. Manuel Landaeta Rosales hace un "Gran resumen de las acciones de guerra libradas en Venezuela y sus mares desde 1749 a 1888". Hagamos el más simple de los cálculos, basado en ese "resumen": un hombre nacido en 1828, y que en 1888 cumplió, si lo dejaron, sesenta años, había sido testigo si no actor de doce acciones de guerra de cierta importancia por año. ¡Una cada mes! Y eso, antes de que se desencadenasen tres de las más sangrientas revoluciones del siglo XIX.
La segunda significación del término "militar" en la República de Venezuela es la de despotismo. Eso de que el ejército venezolano sea "forjador de libertades" es pura cháchara patriotera para deslumbramiento de cadetes recién nacidos.
No para "forjar libertades"
Las Fuerzas Armadas Nacionales no fueron creadas por el Libertador General Simón Bolívar, sino por el Benemérito General Juan Vicente Gómez. Y no fueron creadas para "forjar libertades" sino para acabar con ellas. Aclaremos de inmediato que esas "libertades" con las que acabó el ejército nacional gomecista nada tenían de bello: era aquella libertad de alzarse en armas a la cabeza de ejércitos regionales, y más precisamente personales.
Pero si al enterrar esa miríada de fuerzas armadas, el ejército nacional hizo una buena cosa al lograr la consolidación de la paz en Venezuela, no lo hizo por un buen motivo: fue la base del despotismo gomecista. Desde su inicio pues, el ejército venezolano, que nunca ha peleado fuera de nuestras fronteras, fue concebido por Gómez (y ha continuado así) como un ejército extranjero destinado a conservar la paz y el orden en Venezuela.
A partir de 1936, ese ejército fue abandonando su fidelidad personalizada, e incluso cuando el 18 de octubre de 1945 logra alzarse al poder, lo hace como institución: entre 1945 y 1958, su gobierno será el de las Fuerzas Armadas.
Por caminos opuestos
Y eso, por mucho que el demócrata Betancourt y el dictador Pérez Jiménez hayan logrado torcer eso por dos caminos opuestos. La emergencia de la calle en 1958 irá haciendo recular al ejército hacia sus cuarteles, hasta su próxima emergencia a partir de 1992.
Y ahora, a partir de 1998, estamos inmersos en lo que podríamos llamar el tercer significado de "lo militar": el intento de militarizar la sociedad, de convertir a Venezuela en un inmenso cuartel con una sola voz, "ordeno y mando". Para ello se inventa antes que nada un enemigo externo, para crear en el pueblo una mentalidad obsidional, la mentalidad del "cerco". Se trata de deformar la historia para maquillar la realidad de dos momentos de llorosa rendición (Museo Militar y La Orchila) y volverlos dos momentos de heroísmo espartano.
Y en tercer lugar, llenar toda la administración, y todo el territorio venezolano de uniformes; para demostrar que los únicos capaces de gobernar son los militares.
Que el resto de los venezolanos deben por lo tanto uniformarse de "rojo-rojito", no porque sea ese el color de las banderas
revolucionarias sino de la boina de los paracaidistas
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