El Informe: Política de EU hacia Cuba depende del final en Irak
Por Andrés Oppenheimer
He aquí una teoría interesante: la política de Estados Unidos hacia Cuba será afectada significativamente por las secuelas de la guerra de Irak.
A grandes rasgos, el razonamiento es el siguiente: así como la impopular guerra de Vietnam en los años 60 produjo un síndrome de Vietnam que llevó a Washington a tomar una posición menos agresiva en política exterior hacia el final de la década de los años 70 y 80, la guerra de Irak —y el antiamericanismo que trajo consigo— producirá un efecto similar en la política exterior norteamericana en los próximos años.
Estados Unidos se convertirá, al menos durante un tiempo, en una potencia más humilde, más dispuesta a dialogar y más multilateralista.
Los cambios empezarán casi inmediatamente. En los próximos meses, veremos el principio de una retirada gradual de Estados Unidos de Irak (claro, que la van a llamar de otra forma, pero va a ser eso). Simultáneamente, la campaña electoral del 2008 se centrará en quién fue responsable por el fiasco de Irak, y qué lecciones se pueden aprender del caso.
Posteriormente, el nuevo presidente de Estados Unidos probablemente anunciará un “nuevo realismo” en política exterior. La principal característica de esta doctrina será evitar los errores que llevaron a la guerra de Irak y empezar a restaurar la reputación de Estados Unidos en el mundo.
La guerra de Irak ya está contaminando todos los debates sobre política exterior, dentro y fuera del Gobierno.
La semana pasada, en una reunión del Consejo de Relaciones Exteriores en Miami sobre Irak, varios participantes señalaron que el mayor error de Estados Unidos tras el derrocamiento de Saddam Hussein fue desmantelar el Ejército iraquí y destruir el poderoso partido gubernamental Baas, que eran las dos instituciones que mantenían unido al país.
“Lo que hicimos allí fue quebrar la columna vertebral del país”, dijo Mark Rosenberg, un profesor de Ciencias Políticas especializado en América Latina. “No vamos a repetir el mismo error en Cuba”.
Aunque prácticamente nadie en círculos diplomáticos norteamericanos cree en la posibilidad de una intervención militar en Cuba, varios participantes en la reunión dijeron que habrá un impacto sobre la política de Estados Unidos hacia Cuba a nivel político: después de lo que pasó en Irak, Washington tratará de evitar la disolución del Ejército cubano y del Partido Comunista de Cuba, las únicas instituciones fuertes de la isla.
Ya antes de la guerra de Irak, el Gobierno de Estados Unidos había llegado a la conclusión de que su prioridad en Cuba tras la muerte de Fidel Castro era evitar el caos, cosa de prevenir un nuevo aluvión de cientos de miles de refugiados cubanos a las costas de la Florida. Lo ocurrido en Irak tras el desmantelamiento de las principales instituciones de ese país vendría a reforzar esta línea de pensamiento.
En términos prácticos, el síndrome de Irak puede llevar a que Washington comience a reemplazar su tradicional política de sanciones comerciales dirigidas a lograr un “cambio de régimen” en Cuba por una estrategia menos ambiciosa para lograr una “reforma de régimen” en La Habana. Algunos analistas no descartan un cambio aún más grande, hacia una “aceptación de régimen”.
“Irak está llevando la política de Estados Unidos hacia el centro”, dice Manuel Rocha, un ex embajador de Estados Unidos que estuvo destinado en varios países latinoamericanos, incluyendo Cuba. “El próximo presidente, ya sea del partido republicano o demócrata, va a ser un centrista moderado”.
Y a diferencia del presidente Bush, un presidente centrista de Estados Unidos no va a amenazar con vetar proyectos de ley del Congreso para desmantelar las sanciones comerciales a Cuba, me señaló Rocha en una entrevista.
“Estados Unidos se va a encaminar hacia una política exterior más moderada y multilateralista”, dijo Rocha. “Y para evitar una situación de inestabilidad que podría producir un éxodo masivo de cubanos, Estados Unidos podría verse forzado eventualmente a pasar de una política de “cambio de régimen”, a una política de “aceptación de régimen”.
Mi conclusión: la política de Estados Unidos hacia Cuba siempre ha sido un tema de política doméstica y —considerando que Florida será una vez más un estado clave en las elecciones del 2008— no creo que eso cambie a corto plazo.
Y si hay un cambio, no creo que Washington premie la represión en Cuba con una normalización de la noche a la mañana. Más bien, el próximo presidente norteamericano buscará reemplazar gradualmente las sanciones unilaterales por presiones multilaterales efectivas sobre la dictadura cubana para que permita libertades esenciales.
Pero coincido en que Irak fijará el tono de la política exterior de Estados Unidos en los próximos años, y que Cuba no será una excepción. Para ver qué hará Washington sobre Cuba, quizás tengamos que empezar mirando las secuelas de Irak.
21 May 2007
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