viernes, diciembre 01, 2006

El fracaso del populismo autoritario

El fracaso del populismo autoritario

Roberto Giusti, El Universal, 21/11/06

“A menos que hayan creído encontrar en la pobreza la llave de la dominación total”

La única razón por la que un elector podría justificar su voto por el aspirante a presidente vitalicio es su preocupación por los pobres. Sobre ese punto el discurso ha sido tan consistente y sistemático, que buena parte de la población más vulnerable se siente identificada con alguien que no sólo la reivindica sino que la coloca en el centro del debate para convertirla en protagonista y en supuesta dueña de su destino luego de largos años de ostracismo y exclusión.

Hasta ahí todo muy bien porque esa preocupación, verbalizada hasta la náusea, ha generado abundante rédito electoral. Sólo que a la hora de de rastrearle la sustancia a tanta preocupación, encontramos unos magros resultados que echan por tierra cualquier intento por levantar las banderas del carácter vindicativo de una revolución que no ha redimido a nadie.

Todo lo contrario. Las cifras del PNUD publicadas por este diario indican cómo sólo una ínfima parte de los 300 mil millones de dólares ingresados al país en los últimos siete años han ido a parar a quienes se supone el eje sobre el cual se han volcado todos los esfuerzo del Gobierno en la ingente tarea de borrar la miseria y hacer de la justicia social la razón de la igualdad.

Es así como dos millones de personas viven en Venezuela con un dólar diario, es decir, 60 millones al mes, 720 al año y poco más de cinco mil en siete años de gobierno. Un ingreso de de 365 dólares anuales por persona, el 6% del ingreso per cápita, calculado por el PNUD en 6 mil 43 dólares.

Pero la cosa no termina ahí porque adicionalmente a esas cifras que nos hablan de una miseria atroz, otros siete millones 258 mil 800 venezolanos perciben dos dólares diarios.

En otras palabras, en Venezuela casi 10 millones de personas, más de la tercera parte de la población, que viven por debajo del nivel de pobreza, reciben apenas migajas, condicionadas a la sujeción y el clientelismo, de un gobierno super mil millonario que, a contravía de su discurso redentor, no ve en los pobres sino pasto fácil,
materia maleable, para perpetuarse en el poder indefinidamente, mientras la clase dirigente se muere de infarto por los excesos: de corrupción, dementiras, de whisky 18 años y de colesterol.

En esas circunstancias y alejados por distancias siderales de los propósitos que idealmente persigue el socialismo, con su discurso esquizofrénico y su populismo sectario-autoritario, este gobierno llega a la encrucijada electoral con su principal argumento político enterrado en el más abyecto fracaso. A menos que hayan creído encontrar en los males de la pobreza la llave de la dominación total.

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