miércoles, noviembre 22, 2006
La Historia y la Política
Una entrevista con el historiador venezolano ELIAS PINO ITURRIETA.
Poseedor de una brillante carrera académica, el nombre de este autor ha estado ligado a la investigación historiográfica venezolana desde hace décadas. Actualmente, reparte sus horas entre el trabajo como director del
Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica Andrés Bello y la metódica labor de "esculcar" en la azarosa memoria colectiva del país. Fruto de este interés surgen exitosos libros donde vierte la poderosa
capacidad analítica de sus saberes en un lenguaje diáfano y ameno.
Entrevista de ALBINSON LINARES.
El culto al prócer necesario
¿Cuánto daño cree que ha hecho la "liturgia bolivariana"?
Ha sido terrible. Bolívar se convirtió en una cortina que nos impide ver la realidad. La sociedad frente a sus retos está miope o ciega. Siempre se le interpone la liturgia del héroe. Para los problemas internacionales está la Carta de Jamaica, para los de educación se puede mirar el Discurso de Angostura y así se usa una cantidad de anacronismos considerados como evangelios y muy pocas personas se atreven a develar la cortina de humo. Somos niños chiquitos, párvulos que dependemos del mensaje de un maestro muerto. Es de miedo la patología que eso representa.
Al exaltar a los próceres, ¿el Gobierno busca legitimarse?
Sin duda.Chávez se proclama heredero de una parte de la historia, que es la única que considera importante. Se remite a la Guerra de Independencia y niega toda la historia posterior, los avances del siglo XX, uno de los más ricos de la historia venezolana, y se propone como el hilo conductor entre ese período y el destino futuro de la sociedad Simplemente lo que hace es ignorar, a propósito, una parte de la historia de Venezuela.
Chavez quiere convertirse en el constructor de la que debiera ser la "verdadera" historia, lo que ya es una locura. El hecho es que quiere ser el hijo unigénito de Bolívar y, en consecuencia, hace una ruptura de la conciencia nacional.
¿Qué intención revisten los cambios de forma como el nuevo nombre de la República y la reforma de los símbolos patrios?
Borrar la historia. Esto se relaciona con los regímenes totalitarios que niegan el pasado o lo inventan a su manera. El pasado existió y no se puede mover, aunque este Gobierno lo altera a su gusto.
Ejemplos sobran como Stalin, Hitler, Mao y el mismo Chávez. En esos cambios hay un empeño de apropiación del poder a través de la apropiación de la memoria, más que del pensamiento. Se trata de adecuarse al proyecto de hegemonía política como lo hizo Stalin en su momento.
¿Qué efectos tiene la descalificación constante de la historia reciente que el Presidente hace en sus alocuciones?
Cuando Chávez niega estos 50 años nos está negando a nosotros mismos. Está negando la obra de nuestros padres y abuelos. Es curioso y enfermizo que a pesar de esa negación nosotros lo apoyemos. Hay una relación sumamente patológica entre Hugo Chávez y la sociedad contemporánea. El Presidente niega al siglo XX al decir que fue un siglo perdido para Venezuela, del cual somos los protagonistas, y pese a esto vamos y votamos por él. Hay una sintonía entre la prepotencia del profeta y la minusvalía de la sociedad
venezolana que acepta con beneplácito que la insulten.
Entre elecciones y juramentos
Como académico, ¿percibe una ideología clara en el discurso revolucionario?
No me atrevería a hablar de ideologías. Ahí no hay ninguna organización coordinada de pensamiento que le permita a un analista serio decir con responsabilidad que hay una plataforma ideológica o un entramado de ideas que sirven de sustrato para un proyecto político. Lo que hay es una
apropiación progresiva del poder y en función de eso, el Presidente hace estereotipos y proposiciones sueltas para justificarse en la medida que el tiempo pasa.
¿El abuso de este culto podría agotar el discurso oficialista?
Aquí hay un problema muy digno de atención, la exacerbación del culto hecha por Chávez plantea la posibilidad de su desaparición porque a los dioses no se les "chotea". No puedes sacar la eucaristía del templo y tirarla a la avenida o repartirla desde una carroza.
Cuando lo desacralizas y lo pones demasiado cerca le ves las limitaciones al héroe; ése es el riesgo de la apuesta chavista... también puede ocurrir la moderación. Es decir, la existencia de una figura ejemplar que nos inspira, pero que no nos determina la vida.
¿Cuánto influiría la desaparición física de Fidel Castro en la política venezolana?
Su fallecimiento influiría enormemente si hay una reacción digna por parte de la sociedad cubana. Eso va a depender de cómo el pueblo de Cuba sienta la muerte de Castro, si muestra repudio ante tantos años de despotismo eso
determinará nuestra vida y ayudará al debate venezolano.
Entonces se demostrará que el pueblo de Cuba no ha navegado por el mar de la felicidad como dicen algunos.
Pese a las constantes legitimaciones, ¿considera democrático este gobierno?
Para nada: es reaccionario. La trampa la hicimos nosotros al tener como único guía al Padre de la Patria desde 1830. Eso es algo que ninguna sociedad puede entender si ha pensado en un proyecto de vida sucesivo, es decir, que dependa de una evolución progresiva de las cosas que han sucedido a través del tiempo. Como marchan los tiempos, el talante obliga a tener cierta distancia con los totalitarismos tradicionales. Aquí lo más grave, que ni siquiera sucedió en la época del dictador Gómez, es la imposición del capricho de un solo hombre.
Gómez, el tirano por antonomasia, consultaba todas las noches con Vallenilla Lanz, por lo menos. Éste no; lo que piensa en la noche aparece al día siguiente en la Gaceta Oficial, ése es el problema que tenemos. El resumen de toda la sociedad y de toda la República en la persona de este teniente coronel. Por fortuna, así como hay un personalismo presente también hay una evolución republicana que ha corrido en paralelo a través del tiempo.
¿Cuán importante es la cita de los electores venezolanos el próximo 3 de diciembre?
Así como persisten el personalismo y sus seguidores vienen también del pasado un hábito de republicanismo y un compromiso de ciudadanía cada vez más crecientes. Se trata de dos fuerzas en pugna desde el comienzo del ensayo liberal de 1830 que adquiere mayor vigor después de la muerte de Gómez, en la tercera década del siglo XX. No es una fuerza histórica relativamente significativa, sino cada vez más vigorosa que le puede dar con éxito la pelea al personalismo encarnado en Chávez.
Desde mi perspectiva como historiador, un encontronazo de ese tipo, el choque de las dos locomotoras en cuyos vagones hemos viajado desde hace doscientos años, debe ocurrir en las elecciones del 3 de diciembre. De la colisión puede salir un nuevo país que se viene anunciando desde el propio
momento de su nacimiento.
¿Qué significado tendría para la oposición venezolana la reelección del presidente Chávez?
Si gana, como espero que no ocurra, se comprobará algo elemental y fundamental: que sus adversarios no somos cuatro gatos. Somos media Venezuela o un poco más y si la gente sale a votar el 3 de diciembre no estaremos lamentando la derrota sino celebrando la victoria. Algo importante es que pese a los 7 años del proyecto hegemónico hay una sociedad que se debate por el interés democrático, eso abre perspectivas muy halagüeñas a la sociedad venezolana del futuro. Creo que esto evitará la redondez de esta autocracia que Chávez ha fabricado progresivamente.
¿Cree que es mejor hablar entre nosotros los humanos que hablar con los dioses o con los héroes?
Por supuesto, ése es el epígrafe de mi libro “El Divino Bolívar”.La historia no la hacen los dioses, sino los hombres; a veces se juega con la mitología y el psicoanálisis para demostrar cómo de veras el destino depende de nosotros. No podemos dejar esto en manos de los dioses. En primer lugar porque hubo un tiempo sin dioses y en segundo porque en buena medida los dioses son criaturas que nosotros hemos hecho. En consecuencia, los podemos
deshacer y crear nuevos en casos de necesidad.
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