¿Qué diferencias hay entre radioterapia y quimioterapia?
La quimioterapia y la radioterapia son los dos tratamientos más frecuentes contra el cáncer. Se emplean, según el caso, por separado, uno a continuación del otro, o juntos, publicóelmundo.es
La radioterapia es uno de los tratamientos más antiguos para tratar el cáncer. Los rayos X y el radium, un mineral radioactivo, fueron descubiertos a finales del siglo XIX por el alemán Roentgen y el matrimonio francés Curie, respectivamente. Pronto se comprobó que la radiación, aunque a grandes dosis resultaba mortal, podía detener el crecimiento de los tumores si se aplicaba de manera controlada.
A principios del siglo XX ya se empleaban unidades de rayos X para tratar cánceres de mama inoperables. El linfoma de Hodgkin fue la primera enfermedad maligna que se pudo curar mediante el empleo exclusivo de la radiación. Durante la segunda mitad del siglo XX aparecieron las unidades de cobalto 60 y, después, los aceleradores lineales, que permiten llevar eficazmente la radiación a zonas profundas del organismo sin dañar la piel.
La radioterapia es el uso médico de las radiaciones. En esencia, la radiación viene a ser un rayo de energía que cruza el organismo de parte a parte, como la luz un vidrio o las ondas de la radio los muros de nuestras casas. En su trayecto a través del cuerpo, la radiación transmite parte de su energía al ADN de las células, la molécula del código genético, produciéndole daños irreversibles que terminan matando a la célula. Esto sucede tanto en las células normales como en las cancerosas.
Sin embargo, la radioterapia mata muchas más células enfermas que normales por dos motivos: En primer lugar, las células malignas se multiplican con gran rapidez. Para ello necesitan el ADN continuamente y, por eso, son mucho más sensibles a la radiación que las células de los tejidos normales, que o se dividen lentamente o no lo hacen en absoluto.
En segundo lugar, los oncólogos no emplean un solo rayo de radiación, sino dos o más, calculados para cruzarse justamente donde está el tumor. En ese punto, la potencia de los rayos se suma y el efecto de la radiación es máximo.
Aunque en algunos casos se irradia todo el cuerpo, la radioterapia se usa casi siempre sobre un punto concreto del organismo como, por ejemplo, una glándula mamaria, un conjunto de ganglios o algún hueso. Por eso, los efectos adversos de la radioterapia dependen del lugar donde se aplique. Por ejemplo, la radiación aplicada en un brazo podría no ocasionar ningún síntoma, mientras que la misma dosis empleada en la pelvis es posible que irritara la vejiga o el recto.
Cómo funciona
Un paciente que se ha de someter a tratamiento con radioterapia debe realizarse primero la simulación. Consiste en un escáner y una sesión de prueba en la que se ajustan las trayectorias de los rayos y se calcula la dosis necesaria. En ocasiones, se pintan puntos o líneas sobre la piel para apuntar el aparato de radioterapia siempre sobre la misma zona, ya que el tratamiento suele consistir en varias sesiones.
A veces, se construyen moldes a medida de alguna parte del cuerpo, como la cabeza o una pierna, para que su posición sea siempre la misma y asegurar su inmovilidad.
En ocasiones, la radioterapia se administra un solo día. Otras veces es necesario radiarse dos o más veces cada día. Pero lo más normal es recibir una dosis de radioterapia cada día, durante varios días sucesivos. Darse una dosis de radioterapia es apenas más complicado que hacerse un escáner.
El paciente se tumba en una camilla, se le coloca en la posición adecuada, los aparatos de radioterapia (la bomba de cobalto o el acelerador) se sitúan cerca de la zona que se quiere radiar, se aprieta un disparador y… ya está. En el momento de recibir la radiación no se siente nada en absoluto. Lo normal es marcharse a casa hasta el día siguiente. Normalmente las sesiones de radioterapia se aplican los días laborables y un tratamiento completo suele oscilar entre dos y seis semanas.
Algunas veces, la radioterapia es el tratamiento curativo del cáncer, pero su empleo más frecuente es como paliativo o como adyuvante. Paliativo significa que la radiación no puede curar el cáncer, pero sí disminuirlo de tamaño, retrasar su avance o mejorar los síntomas. Tratamiento adyuvante quiere decir que se administra sobre una zona operada para disminuir la probabilidad de recaída. Este empleo es común, por ejemplo, tras las operaciones de cáncer de cerebro, laringe, mama o recto.
La dosis de radioterapia que se administra está un margen de seguridad por debajo de la que son capaces de soportar los tejidos y órganos de la zona. Esa radiación queda absorbida para siempre, aunque pasen muchos años. Es por eso que la radioterapia, la mayoría de las veces, sólo se puede emplear una vez en la vida sobre una misma zona del cuerpo, aunque sí que se podrá dar otro tratamiento en cualquier lugar distinto.
La quimioterapia
La quimioterapia no es un aparato, como la radioterapia, sino un conjunto de medicamentos. Durante la segunda guerra mundial, los médicos militares observaron que los soldados que habían sido atacados con gas mostaza morían por la pérdida completa de linfocitos, los glóbulos blancos de la sangre.
Se supuso que podría ser útil para el tratamiento de enfermos de linfoma y leucemia que, precisamente, padecían de la multiplicación incontrolada de linfocitos en la sangre o en los ganglios linfáticos. Los primeros enfermos se trataron con éxito en la Universidad de Yale (EE.UU) en 1943 con un medicamento derivado del gas mostaza: la mostaza nitrogenada.
Los oncólogos seguimos empleando mostaza nitrogenada de cuando en cuando, pero los agentes quimioterápicos son ya varias decenas, y cada año disponemos de algunos más. Esta es la primera diferencia importante entre la radioterapia y la quimioterapia.
La radiación es solo una, aunque se pueda aplicar de diversas formas, pero ‘quimioterapia’ es un término general que designa decenas de medicamentos, algunos muy similares entre sí, otros completamente distintos. Lo que todos comparten es que, por un mecanismo u otro, destruyen a las células que se dividen con rapidez, como las cancerosas.
Pero la diferencia más sustancial entre radioterapia y quimioterapia consiste en que, mientras la primera es un tratamiento local, la ‘quimio’ es general. La radioterapia sólo afecta, para lo bueno o para lo malo, a la zona en la que se aplica. La quimioterapia, como cualquier otra medicina, llega a todos los rincones del organismo. Por eso los efectos adversos de la ‘quimio’ son mucho más diversos y pueden ser muy diferentes en un enfermo que otro, con un agente quimioterápico o con otro distinto, en una fase del tratamiento o algún tiempo después.
La forma más habitual de administrar la quimioterapia en la intravenosa, mediante un ‘gota a gota’. No obstante, también existen algunos quimioterápicos en pastillas. Es muy frecuente que no se emplee un solo medicamento, sino un cóctel de dos o más de ellos, mezclados según ‘recetas’ a las que los oncólogos llaman ‘esquemas’. Por ejemplo, si un paciente se trata con el esquema ‘FAC’, quiere decir que recibe tres quimioterápicos: fluorouracilo, adriamicina y ciclofosfamida.
Esquemas en común
Lo único que tienen en común todos los esquemas de quimioterapia es que se administran en forma de ciclos. Un ciclo significa una fase de tratamiento, otra de descanso, y vuelta a empezar. Así, un enfermo podría tratarse un día de cada 21. El día 22 recibiría el segundo ciclo. En otros casos, varias administraciones conforman un ciclo.
Por ejemplo, un esquema podría consistir en cinco días consecutivos de tratamiento cada 28; otro distinto, en el primer día de cada semana durante tres semanas seguidas (día 1º, 8º y 15º) y la cuarta de descanso. También es muy variable la duración de los goteros. Algunos no son ni siquiera goteros, sino inyecciones intravenosas lentas que pasan en un par de minutos. Otros, en cambio, pueden requerir una, dos o más horas.
Casi siempre, la quimioterapia se administra en un lugar llamado Hospital de Día. Se parece mucho a una sala de donación de sangre. Suele ser un cuarto con sillones anatómicos y reclinables donde los pacientes, sencillamente, se arremangan un brazo para aplicar el gotero y, a continuación, marchan a casa.
Sólo unos pocos esquemas de quimioterapia, por necesitar goteros de muy larga duración o administrarse durante muchos días seguidos, necesitan ingresar en el hospital y pasar una o varias noches en él.
Cada ciclo de quimioterapia suele ir precedido por un análisis de sangre para comprobar que los glóbulos blancos no han descendido demasiado (¿recuerdan el gas mostaza?) y una visita a la consulta del oncólogo. En esa visita se repasan los posibles efectos adversos que hubiera producido el ciclo previo, se ajusta la dosis si en necesario y se planean radiografías u otras pruebas para controlar el estado de la enfermedad.
Como la radioterapia, la quimio se indica, según el caso, para eliminar el cáncer (curativa), para frenarlo y mejorar los síntomas (paliativa), o para mejorar las expectativas de curación tras la cirugía (adyuvante). A veces, también se aplica antes de una operación para reducir el tumor y allanar el camino al cirujano (neoadyuvante o preoperatoria).
No hay problema en administrar quimioterapia en sucesivas ocasiones. A esto se refieren los oncólogos como la ‘línea’ de tratamiento. Lo normal es cambiar de esquema en cada línea. Por ejemplo, un enfermo con un tumor incurable puede recibir seis ciclos del esquema A y quedar la enfermedad estabilizada. Meses después,puede que el tumor vuelva a avanzar y sea necesario darle una segunda línea de tratamiento, consistente en varios ciclos del esquema B.
En España, existen dos especialidades diferentes. La Oncología Radioterapia y la Oncología Médica, que se ocupa de la quimioterapia. Cualquier enfermo oncológico que necesite ambos tratamientos se dará cuenta de que en su hospital existen dos servicios distintos, y que necesita ver a médicos diferentes para recibir cada uno de ellos.
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