sábado, julio 12, 2014

Mujica, Morales y Kirchner




El uruguayo "Pepe" Mujica a veces proyecta la imagen de guerrillero reformado, pero la vieja alma de perfecto idiota latinoamericano se desnudó en el Mundial.

Su profundo resentimiento personal afloró en el caso del desafortunado Luis Suárez -al que ningún equipo civilizado debe colocar en cancha decente- por lo menos hasta su total rehabilitación. 

Al "Pepe" le faltó decir que todo fue conspiración del "imperio". Atrás, ni corto ni perezoso, saltó el imbécil de Evo Morales, con su acostumbrado fardo de tonterías.

Las disparatadas expresiones de Mujica y Morales nacen de un rencoroso complejo de inferioridad y forman parte del corrosivo síndrome de culpar a otros por fallas propias. Se manifiestan en una enfermiza solidaridad automática, histriónica e histérica, con quienes presentan como "los de abajo", así sea ante las peores fechorías. 

En Argentina abundan ejemplos históricos: No ha levantado cabeza en Mundial alguno -hasta ahora- desde que en 1986 un vulgar tramposo metió un célebre "gol" fraudulento que algunos débiles mentales denominaron "la mano de Dios", justificando la desfachatada acción de aquel crápula vicioso. 

Más deberían hablar de la mano del "mufa"(pavoso, gafe, yeta, fucú) por la persistente mala racha de su selección a partir de aquella sucia jugarreta.

En Argentina la mala vibra tiene antecedentes más arraigados: A partir de una masa ignorante y descarriada que elevó a los altares populares a una extrabajadora sexual, pasando luego por una excabaretera y un desfile de maleantes para culminar en una perversa pareja de fascinerosos: "Bonnie & Clyde" Kirchner. 

En la Venezuela de hoy sobran ejemplos del síndrome, y entre los más deprimentes está la subida de popularidad del régimen a raíz de los saqueos oficiales del llamado "episodio Daka".

Cuando un sector considerable de población vota por un adefesio la atención suele centrarse en el mamarracho -pero más urgente es analizar las características populares que sostienen semejantes aberraciones- porque en el diagnóstico certero comienzan la cura y la rehabilitación.

Resulta demasiado superficial culpar de todo al segmento de población inmadura, pordiosera y oportunista, sin otro horizonte que el inmediatismo de la supervivencia. Más habría que profundizar en las raíces culturales y la mitología mediática para descubrir esas fibras que llevan a los pueblos a hundirse en la mufa populista.

Lamentablemente -como dice el refranero- nadie escarmienta en cabeza ajena y a veces la letra sólo entra con sangre. ¡Ay, con esa España de apenas un mega de memoria!

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