martes, mayo 10, 2011

Dictadores

ahererravaillant@yahoo.com

Desbordan soberbias cuando se encuentran a las alturas del poder, cuando están guapos y apoyados. Asumen actitudes desafiantes, siempre que sientan sus espaldas cubiertas para lanzar bravuconadas y fanfarronadas.

Algunos son pura bulla, otros criminales patológicos. La verdad es que tarde o temprano todos quedan derrotados por sus propios delirios – algunos de manera patética y otros de forma estruendosa.

¿Quién le iba a decir a Osama Bin Laden – cuando celebraba eufórico la caída de las Torres Gemelas o las criminales explosiones de Atocha y Londres - que acabaría su vida – sin honor ni gloria – como cobarde escudado tras la pobre mujer que le calentaba la cama?

Como dice el refrán, los molinos de Dios muelen despacio, pero muelen seguro.

Así es el desfile de la historia: Hitler acorralado en su bunker, con un tiro y luego incinerado. Mussolini colgando por los pies en la plaza de Milán. ¿Cuántos que alguna vez le aclamaron estarían en esa misma plaza?

Saddam Hussein cual rata en su cueva, luego guindando como pernil de una soga en Bagdad. Algunos, como Manuel Antonio Noriega, tras celdas y barrotes que se disputan el “honor” de brindarles albergue de por vida.

Otros se van desvaneciendo lentamente, como el hoy marchito Fidel Castro, preso dentro de una isla en ruinas y miseria, quedando atrás todos sus grandilocuentes amagos de liderazgo global.

Unos pocos mueren viejos y en sus camas: como Stalin, posiblemente envenenado; o como Mao, de esclerosis múltiple, con obras “históricas” destinada a esfumarse en el tiempo. “Sic transit gloria mundi”, como dijera Tomás de Kempis, así pasan las glorias del mundo.

Allí está Gadafi, con los días contados y el sol en la espalda. Apenas falta saber el desenlace final. De esta no se salva.

Unos quedan, como “Tiro Fijo” Marulanda, para que algunos perfectos idiotas latinoamericanos les erijan efímeros monumentos. O les guarden minutos de silencio, como a Reyes, muerto en calzoncillos. O que, por contraste, les pase como aquellos que – a pesar de hacerse los suecos no se salvan de que los deporten a cambio de unos narcotraficantes parlanchines.

Debería ser hora de reflexión para todos aquellos que - tras el hierro de las armas – aúllan “Venceremos”. Ni vencerán ni la historia les absolverá. Quedarán como pesadillas universales.

Si ellos mismos –encaramados en sus tarimas – rodeados de hordas fanáticas o tarifadas – dedican unos minutos a pensar en los voraces tiburones que a estas alturas ya devoran a Bin Laden en el fondo del Océano Índico, quizás todos tendremos un mundo mejor.

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