lunes, febrero 29, 2016

Jim Yong Kim del Banco Mundial nos dice







Nos encontramos en medio de la mayor revolución de la información y las comunicaciones de la historia de la humanidad. Más del 40 % de la población mundial tiene acceso a Internet, y todos los días se suman nuevos usuarios. Asimismo, en casi 7 de cada 10 hogares ubicados en el 20 % más pobre hay un teléfono celular. Es más probable que los hogares más pobres tengan acceso a la telefonía celular que a un inodoro o al agua potable. Debemos aprovechar este vertiginoso cambio tecnológico para lograr un mundo más próspero e inclusivo. 

En este informe se señala que son los desafíos tradicionales del desarrollo los que impiden que la revolución digital despliegue todo su potencial transformador. Para muchas personas, la actual expansión del acceso a las tecnologías digitales amplía las opciones disponibles y facilita diversas actividades. A través de la inclusión, la eficiencia y la innovación, el acceso a estas tecnologías brinda oportunidades que antes estaban fuera del alcance de los pobres y de los sectores desfavorecidos. 

En Kenya, por ejemplo, el costo de enviar remesas se redujo hasta en un 90  % después de la introducción del sistema de pagos digitales M-Pesa. Las nuevas tecnologías facilitan la participación de las mujeres en el mercado laboral, ya sea como emprendedoras en el área del comercio electrónico, en trabajos en línea o en la tercerización de los procesos operativos. 

Los 1000 millones de personas discapacitadas de todo el mundo (el 80 % de las cuales habita en países en desarrollo) pueden llevar vidas más productivas con la ayuda de herramientas de comunicación por texto, voz o videos. Asimismo, los sistemas de identificación digital pueden ampliar el acceso a los servicios públicos y privados para los 2400 millones de personas que carecen de documentos de identificación formales, como las partidas de nacimiento. 

Si bien esto representa un gran avance, aún son muchos los que quedan relegados porque no tienen acceso a las tecnologías digitales. Quienes viven en la pobreza extrema son los que más beneficios pueden obtener con una mejora en las comunicaciones y con la ampliación en el acceso a la información. 

Casi 6000 millones de personas no tienen Internet de alta velocidad, por lo que no pueden participar plenamente en la economía digital. Para lograr el acceso universal a estas tecnologías, debemos invertir en infraestructura e implementar reformas que generen mayor competencia en los mercados de las telecomunicaciones, promuevan las asociaciones público/privadas y den como resultado una regulación eficaz. 

En nuestro informe se concluye que no será posible hacer realidad todos los beneficios de la transformación de la información y las comunicaciones a menos que los países continúen mejorando el clima para los negocios, invirtiendo en la educación y la salud de su población y promoviendo un buen gobierno. 

En los países donde estos elementos fundamentales son poco sólidos, las tecnologías digitales no han logrado impulsar la productividad ni reducir la desigualdad. Por el contrario, los países que complementan las inversiones en tecnología con reformas económicas más amplias obtienen dividendos digitales en la forma de mayor crecimiento, más empleo y mejores servicios. 

El Grupo del Banco Mundial está preparado para ayudar a los países a trabajar en pos de estas prioridades. Ya estamos colaborando con nuestros clientes para promover entornos empresariales competitivos, incrementar la rendición de cuentas y mejorar los sistemas educativos y de capacitación a fin de preparar a la población para los empleos del futuro. 

Si bien los usuarios de todo el mundo realizan cada día más de 4000 millones de búsquedas en Google, aún hay 4000 millones de personas que no tienen acceso a Internet. Las conclusiones de nuestro informe deberían ser tenidas en cuenta por todos los que trabajan para poner fin a la pobreza e impulsar la prosperidad compartida. El mayor auge de la información y las comunicaciones de toda la historia no resultará verdaderamente revolucionario hasta que sus beneficios lleguen a todas las personas, en todo el mundo. Jim Yong Kim, Grupo del Banco Mundial

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