viernes, septiembre 11, 2015

BOLIVAR Y LA CARTA DE JAMAICA

Bicentenario La Carta de Jamaica: guerra, derrota y exilio en el pensamiento bolivariano.

La Misiva de Bolívar

McEvoy
Para McEvoy, es una lección clara y concisa del pensamiento bolivariano.
Hace doscientos años, en la pequeña isla de Jamaica, un caraqueño de 32 años de edad descargó su frustración escribiendo un texto memorable. La Carta de Jamaica, firmada por Simón Bolívar el 6 de septiembre de 1815, fue concebida mientras su autor atravesaba su momento más amargo. Este fue la derrota de la Segunda República venezolana en manos del ejército español.

En el marco de un exilio cuya finalidad fue preservar al liderazgo insurgente, la carta que Bolívar le envía a Henry Cullen puede interpretarse como un paliativo contra el fracaso militar. También como una llamada de atención a las potencias de la época con la finalidad que apoyaran a los rebeldes hispanoamericanos. 

En términos ideológicos, la Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla es una lección clara y concisa del pensamiento bolivariano. En Jamaica, una de las primeras posesiones de la España imperial, Bolívar no solo conversó con un pasado sembrado de trampas, sino que diseñó un programa político de cara a un futuro incierto.


Si bien la Carta de Jamaica ha sido calificada de profética y a su autor de clarividente, no debemos olvidar que el documento fue producto de la mente de alguien que debió superar el trago amargo de la derrota antes de abocarse a la fase siguiente del experimento republicano. En medio de la angustia y desesperación, que sucedió a Cartagena y a la brutal represión contra los insurgentes, Simón Bolívar propuso un entendimiento cabal del bando enemigo así como un balance de los errores y aciertos propios y ajenos. El análisis requería contextualizar al movimiento independentista, unificar criterios y estrategias pero por sobre todo forjar un derrotero teñido de esperanza y optimismo. Esto último resultaba fundamental para proseguir un camino difícil pero, también, para dotar de apoyo moral a los cientos de combatientes rezagados. La mayoría de ellos se encontraban encarcelados, heridos o en la clandestinidad. Ese conmovedor “nosotros” de Bolívar –que da cuenta de su desgarro existencial– aparece en la sentida frase: “El suceso coronará nuestros esfuerzos porque el destino de América se ha fijado irrevocablemente”. Así, de la experiencia devastadora de la guerra, la derrota y el exilio, Bolívar construyó una “comunidad imaginada” y junto a ella colocó la piedra angular del pensamiento político latinoamericano.
La Carta de Jamaica, firmada por Bolívar
Alejado de libros, folletos y otras fuentes, Bolívar recurrió a su memoria prodigiosa para ofrecer una visión integral de la “América Meridional”. Valiéndose de una pluma ligera y de una elocuencia capaz de atemperar la nostalgia, el Libertador trazó en su carta un cuadro del pasado, presente y futuro de la región. Opinaba que los obstáculos para la independencia eran muchos y de índole variada y era por esa razón que debían calibrarse con muchísima precisión. El primer problema que presentaban las “colonias españolas” era la estructura heredada de España. 
A nivel político, ello significaba la ausencia de experiencia de gobierno. Porque “abstraídos y ausentes” de “la ciencia del gobierno y administración del estado” los criollos “nunca fueron virreyes ni gobernadores, sino por causas muy extraordinarias; Arzobispos y Obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares solo en calidad de subalternos; nobles sin privilegios reales”. Más aún, los hispanoamericanos, de acuerdo a Bolívar, no tenían posibilidades de ser magistrados, ni financistas y casi poco comerciantes. Un desprecio que contravenía al pacto que debía brindar una dosis de autonomía a los habitantes de la América española.

El monopolio comercial y las prohibiciones y restricciones económicas impedían, asimismo, el desarrollo de las posesiones españolas en América Meridional. Bolívar opinaba que España las mantuvo como “coto cerrado” en beneficio de la economía peninsular. 

Siguiendo esa filosofía, se prohibió el comercio con otros satélites imperiales y se impuso una férrea vigilancia para evitar el contrabando. El establecimiento de un estricto control sobre la navegación, mediante permisos otorgados a ciertos puertos, iba en detrimento de la relación económica entre americanos. Una serie de prohibiciones, como la siembra y cosecha de frutos europeos o la de fabricación de paños, obligaba a que dichos productos y otros más fueran comprados a los comerciantes peninsulares. 

Esta política económica, obviamente imperial, buscaba convertir la economía de los territorios ultramarinos en áreas dependientes de la economía española. Los americanos, en el sistema español, opinaba Bolívar, “no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores”. Las prohibiciones en América hispánica eran muchas, entre ellas el estanco de las producciones que el rey monopolizaba, el impedimento de abrir fábricas que la misma península no poseía, los privilegios exclusivos del comercio hasta en objetos de primera necesidad y las trabas entre provincias americanas, para que no entraran en contacto y negociaran entre ellas.

Respecto a temas más coyunturales, Bolívar hizo un balance pormenorizado de la guerra revolucionaria, admitiendo el hecho que los realistas controlaban Venezuela, Nueva Granada, Quito, Perú, Cuba y Puerto Rico. La situación de Chile y México era incierta y solo en el Río de la Plata los patriotas ganaban la batalla. Aunque la situación era muy difícil para los insurgentes, el Libertador se valió de la carta para inyectar optimismo a sus huestes, señalando que el camino a la libertad era inexorable.

Un aspecto de la Carta de Jamaica, que ha sido subrayada, es la capacidad que tuvo Bolívar de avizorar el futuro de las repúblicas americanas. Porque a pesar que la carta constantemente apeló a la integración regional, su autor será consciente de la diversidad reinante en el territorio a liberar. A ese territorio se referirá como el lugar de “climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos y caracteres desemejantes”. Fueron justamente las peculiaridades, que “dividían a los Americanos”, el foco del interés de Bolívar.

Para Argentina, cuyas “armas vencedoras” defendieron la libertad, Bolívar pronosticó la presencia de un gobierno oligárquico en manos de los militares. En Chile opuesta a “sus enemigos” que intentaron dominarla, observó “costumbres inocentes y virtuosas” favorables para formar y sostener una República. El Perú era, en sus palabras, “el más sumiso”, pero el que más sacrificios otorgó a la causa del Rey. Lastimosamente, a la libertad peruana se anteponían dos enemigos poderosos: “oro y esclavos”. Para su patria, la Gran Colombia, pronosticó “tempestades políticas... entre las olas populares y los rayos del gobierno”. 

En cierta manera la historia le dio la razón al Libertador. Por otro lado, y a 200 años de escrita, la Carta de Jamaica todavía sorprende por la claridad del pensamiento político de un guerrero adolorido que soñó frente al mar del Caribe con una patria grande y un gobierno “paternal”, capaz de curar “las llagas y las heridas del despotismo y la guerra”.
 

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