miércoles, abril 22, 2009

Chávez se derritió


Alexander Cambero // Chávez se derritió

Unos pocos kilómetros de aguas azules separan a Cumana de Trinidad y Tobago; existe una hermosa relación histórica entre estos pueblos bañados por el Caribe. Desde tiempos inmemoriales sus habitantes cruzaron el mar para conectarse con lugares amigables y tranquilos.

En la primogénita del continente Hugo Chávez volvió a despotricar del imperio. Quiso convertir la reunión del ALBA en la respuesta efectiva ante el liderazgo emergente de Barack Obama. En su discurso parecía un temible león a punto de liquidar a su presa, con gran firmeza lanzaba portentosos improperios contra la administración norteamericana. Muchos analistas pensaban que la Cumbre de las Américas sería un escenario hostil para el primer presidente negro estadounidense.

Al llegar a Trinidad todo cambió. Hugo Chávez, acampó durante minutos para observar a Barack Obama. Cuando vio el despliegue periodístico se abalanzó sobre el líder de la Casa Blanca, buscando que los flashes captasen el momento en que apretaba su mano. Después se deshizo en atenciones. El león inmutable, devorador de cuanta presa pasa a su lado, se transformó en un cariñoso gatito, de esos que les gusta dormir en las piernas de los niños.

Cuando Barack Obama intervenía los primeros y más sonoros aplausos partían de Hugo Chávez. No perdía detalles y buscaba anotar cada frase, para asentar que efectivamente compartía el concepto del hombre al que hace poco tildó de pobre ignorante. Sus amigos del ALBA lo miraban con indignación. ¿Dónde quedó el discurso de Cumaná? En territorio venezolano un león, allá un admirador frenético que se desvive hasta la vergüenza. Cuando le regaló el libro del reconocido periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano, Barack Obama sonrió con ironía y casi de soslayo, hizo un ademán de fastidio ante el acoso presidencial.

Seguramente el servicio secreto extremó sus medidas para que el número uno, pudiese ir al baño con tranquilidad. Sin tener que soportar al nuevo fans enloquecido. Imagínense a alguien en plena micción, siendo torturado por la súplica incesante del huésped de Miraflores, deseando un gesto de cariño del gran timonel del vituperado imperio. Es casi como chorrearse los pantalones.

Son clásicas las posturas de Hugo Chávez. En los momentos decisivos las piernas le tiemblan y termina por arrugar. Cuando está en soledad se presenta como un gigante de poderosos tentáculos. Al momento de sentir algún riesgo huye despavorido hacía otras posiciones, dejando a sus incondicionales en la estocada. Los ejemplos son muchísimos a lo largo de diez años de desventura. Cuentan que su odio por el monseñor Baltasar Porras, viene dado porque el ilustre prelado lo vio llorar amargamente la noche del 11 de abril. Es más, el capitán que conducía el helicóptero que lo trasladaría hasta La Orchila, está preso sencillamente porque presenció cómo sollozaba aquel adalid de la lucha revolucionaria. Berreaba como chiquillo al que le quitaron una golosina.

No es de extrañar entonces, que asuma estas posiciones con Barack Obama. Mañana dirá otra cosa, ante el aplauso cómplice de su séquito de adulantes. Los mismos que han asaltado los dineros del pueblo.

El Napoleón tropical se derritió ante el imperio. Lo que le faltó fue sentarse a su lado para pedirle alguna entrada para el beisbol. Seguramente el presidente norteamericano tendrá que ir al urólogo al llegar Washington. Sus testículos pueden tener algún desgarro ante la enorme guindada del que te conté.

alexandercambero@hotmail.com

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